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A sus 74 años, Cecilia Vicuña Ramírez acaba de ser reconocida por la Revista Art Review como una de las 100 artistas más influyentes del mundo, en una lista en que solo hay dos sudamericanos.

Ella misma reconoce haber tirado a la basura parte de sus obras en las que nadie parecía interesarse. Prefirió pasar hambre antes de dejar de dedicarse a una pasión que descubrió cuando era muy pequeña y vivía en el campo, acompañada y fascinada por los animales. Su vida hasta los 9 años transcurrió así, por eso le hizo poco sentido la capital cuando su familia decidió trasladarse a vivir a Santiago y la matriculó en el Colegio Saint Gabriel.

Para entonces, ya pintaba, escribía poesía y había definido su arte como conceptual, centrado en lo precario. A los 24 años, hizo su primera muestra individual en el Museo de Bellas Artes y lo llenó de hojas. Al año siguiente partió a estudiar con una beca a Londres sin saber que nunca más volvería a vivir en Chile.

De Londres se trasladó a Bogotá y desde allí a Nueva York, donde vive hace 40 años a orillas del Río Hudson. Sigue creando y escribiendo libros de poesía que se agotan en Estados Unidos, pero que son desconocidos en su tierra, pero siempre vuelve a Chile, a visitar a su madre, que a los 97 años sigue siendo su refugio y su inspiración. Y esta vez llega arropada del reconocimiento que nunca tuvo y ni siquiera imaginó, en el proyecto de volver a exponer en el Museo de Bellas Artes 50 años después.

La fascinación por la porquería

En estos momentos, Cecilia está exponiendo con éxito en el Tate Modern de Londres y en el Guggenheim de New York. Y este 2022 recibió el León de Oro en la Bienal de Venecia en homenaje a su trayectoria, pero esta trayectoria marcada por el feminismo, la ecología y en el indigenismo fueron invisibles hasta hace muy poco.

—¿Qué significa este año para ti?

Un misterio, inexplicable y maravilloso y atroz.

—¿Por qué?

Porque mi obra fue suprimida e ignorada durante muchas décadas. Ese cambió no lo preparó, no lo armó, no lo organizó nadie, sucedió solo y eso es lo más hermoso de todo, que nadie se lo hubiera imaginado ni mucho menos yo.

—Tú en tu adolescencia te adelantaste a muchos de los temas que están hoy día muy presentes como es la ecología, como es el feminismo, como es la valoración del mundo indígena, pero pasó mucho tiempo…

Exacto, porque la resistencia y el odio, la violencia de la cultura… cuando uno dice violencia la gente se imagina un acto violento, pero hay otra violencia que es una violencia ontológica, que es el no querer ver que hay otra forma de ser, otra forma de sentir, otro forma de pensar, y eso es lo que ha pasado en Latinoamérica durante 500 años y sigue pasando, cada vez con más fuerza.

Consultada sobre cómo comenzó a buscar su obra, la artista repasó el antes y después del arte durante el golpe cívico militar de 1973. “El golpe en Chile no es un golpe que sucedió solo en Chile, fue un golpe a Latinoamérica, fue un golpe a lo que en esa época se llamaba el Tercer Mundo. Antes del golpe yo era una niña de 21, 22 años, yo tuve dos programas de televisión en que yo me comunicaba con miles de niños en todo Chile, con adolescentes de todo Chile, porque la televisión era cultural, no era comandada por el dinero. Entonces es otra cultura, llega el golpe Militar y llega la censura, llega la marginación, entonces esa violencia es lo que hizo que la obra desapareciera. Pero no desapareció nunca del todo, porque siempre hubo un curador, un editor, alguien que se interesó y eso mantuvo como un hilito de vida”, señaló.

Photo: William Jess Laird.

—¿Y cómo podrías definir este arte precario?

Yo comprendí en un momento que la consciencia que yo tenía, no mía, sino que mi consciencia era posible porque todo nuestro alrededor es consciente. Entonces, el arte precario es una forma de tener consciencia, de darte cuenta de que todo se está muriendo para regenerar la vida, entonces eso nos hace precarios a nosotros. Nosotros estamos acá por un tiempo muy cortito y ese tiempo es precioso, entonces convierte lo precario a todos los gestos en importantes. A la forma en que yo te miro, en que yo te siento, en que yo te hablo, convierte a todos los intercambios que tú tienes con los demás o con lo que está vivo a tu alrededor, tiene que tener una calidad, una belleza, eso es lo precario.

—Y la materialización de lo precario en estas basuritas…

Las basuritas han sufrido, por ejemplo, un bosque ha sido arrasado, quedan los palitos flotando, llegan a una playa y están convertidos en esqueletos, y yo los recojo, y para mí es una expresión del sufrimiento y una expresión, por lo tanto, de la belleza y entonces yo lo único que hago es recoger un palito y le pongo, por ejemplo, una línea roja, lo paro y lo pongo en un museo. Es lo más hermoso ver cuando la gente se encuentra con mis basuritas, sean niños, viejos, personas de cualquier edad… hay una fascinación y eso era una porquería, eso estaba botado, eso nadie lo había mirado. Le faltó el gesto de amor, de recogerlo y mirarlo.

—El León de Oro en Venecia, ¿cómo lo recibes tú?

Como un milagro, porque nunca se la había dado un premio de esa naturaleza que yo sepa a una mujer mestiza, indígena de América como yo. Una persona oscura, que fue siempre discriminada por ser así y entonces, de un minuto para otro, eso tenía valor. Lo que me pasó a mí en ese instante fue una explosión de gozo que me dan ganas de llorar. Era como decir ese universo amerindio que nunca ha tenido valor, especialmente en Latinoamérica, porque siguen masacrando a las comunidades que defienden sus ríos, sus lagos, sus bosques… y eso era lo bello, entonces era un gozo infinito.

“Chile se ha garantizado otros 50 años de mediocridad”

En este pasaje, la poetisa y artista multidimensional, se refirió a su propia obra la que fue destruida por sus parientes, amigos y ella misma. Asimismo, Cecilia explora lo que fue el movimiento feminista con LasTesis, cómo ve el Chile de ahora y el Gobierno del presidente Gabriel Boric.

La inmensa mayoría de mi obra creada a mediados de 1960 hasta 2018 más o menos, fue destruida por mis parientes y amigos. Es decir, yo prestaba o regalaba la obra y la gente la botaba a la basura. Entonces, yo misma también boté mucha obra porque no tenía donde guardarla y como yo sabía que mucha gente la consideraba una porquería a lo mejor, yo también pasé a pensar que no valía. Fue solamente cuando llegó otra mirada, la mirada de mujeres creadoras e inteligentes que empezaron a ver un sentido, un significado en lo que nadie había apreciado, que la obra misma se transformó a mis ojos y los ojos de las demás personas”, confesó.

Sobre el colectivo feminista cuya intervención “Un violador en tu camino” fue replicada en todo el mundo, Cecilia lo califica como “una progresión de un despertar de las mujeres jóvenes que se unen a las mujeres viejitas como yo, que nunca abandonaron el despertar”.

Foto: Cecilia Vicuña Ramírez.

“Es una felicidad, una dicha infinita ver esa transformación de la consciencia y el sentir la visión de sí mismas que tienen las mujeres jóvenes, no solo en Chile, en todo el mundo y en especial en Latinoamérica. Entonces eso hace posible un futuro de mujeres conectadas con mujeres para que las niñas que van naciendo ahora, tengan en que apoyarse”, expresó.

—¿Cómo es el Chile que ves ahora?

Veo un Chile que por el Rechazo se ha garantizado asimismo otros 50 años de mediocridad y de búsqueda renovada de la justicia, de la belleza, y el derecho a ser sí mismo.

—¿Y este gobierno feminista cómo lo ves?

Veo que está luchando por ser un gobierno feminista, pero para que eso suceda tiene que ser un deseo y una voluntad social. Falta que la sociedad chilena apoye la intención benéfica, creadora, y democrática de este Gobierno. Chile está en peligro de perder la posibilidad que significa tener a Boric, tener a Camila Vallejo, tener a la gente increíble que está en este lugar. Nos corresponde a nosotros venir al encuentro de esa belleza que ellos quieren manifestar.

“Mi esperanza está en las niñas que tienen más o menos ocho años. Yo creo que las niñas de ahora, he visto entrevistas de niñas de cinco a seis años que ya lo saben. En mi época a lo mejor éramos pocas las niñitas que pensábamos así, en cambio, ahora es una ola gigantesca. Veo niñitas líderes en México, en Brasil, en Ecuador”, zanjó.

 

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