Por Recaredo Gálvez y Venus Reyes
Agencia Uno

Es indiscutible que en Chile las pensiones que pagan las AFP son insuficientes, incluso paupérrimas.

Los argumentos en defensa del sistema tienen un asidero cada vez más insostenible, que no permite entender cómo es posible que coexistan dos polos tan contradictorios: por una parte, altas utilidades y acaudalados beneficiados en las AFP y, por otra parte, bajas rentabilidades en los fondos de pensiones y míseras pensiones pagadas para la clase trabajadora.

En esta columna desarrollamos esta paradoja.

Al mes de septiembre de 2023, el sistema de AFP conformado por apenas 7 empresas acumuló ganancias por más de $349 mil millones, logrando un incremento de un 11,4% en comparación a los resultados obtenidos a septiembre del año anterior. Cada día que ha pasado del año 2023, las AFP han ganado más de $1.279 millones.

A contracara de estos suculentos resultados tenemos la rentabilidad de los fondos de pensiones que administran las AFP. Para hablar de cifras, podemos observar la rentabilidad bruta del valor cuota del Fondo C, que se utiliza como referencia en fuentes oficiales y además cuenta con registros históricos (desde antes de la creación de los multifondos). Este valor alcanza un -5,5% en lo que va del año.

Un tema aparte es la rentabilidad de las cotizaciones, a las que sería necesario descontar las comisiones para estimar la ganancia (o pérdida) que reciben las y los cotizantes. Se estima que este valor alcanzaría alrededor de un punto porcentual menos que el señalado en el párrafo anterior.

En definitiva, mientras los fondos de pensiones pierden, las AFP ganan. A pesar de lo desequilibrado que suena aquello, no es el mayor de los problemas.

Podríamos decir, sin miedo a que sea descabellado, que el principal objetivo de un sistema previsional es financiar pensiones suficientes. Con esto último no queremos hablar de pensiones millonarias, ni un monto asegurado, independiente de los años cotizados, sino que al menos debe existir una consideración de los mínimos sociales que se han definido en cuanto a ingresos en un país.

En Chile el salario mínimo se encuentra establecido en $460.000 brutos (equivalente a $373.796 líquidos), este monto sirve de referencia para el resto de los salarios. En el caso de las pensiones no existe un mínimo, más allá del monto de la Pensión Garantizada Universal (PGU) que actualmente ronda los $206.000 pesos, es decir, un 44,7% del salario mínimo.

Es importante considerar que la PGU es un componente nuevo en el sistema previsional, que surge como una medida del gobierno para contener la crisis derivada del fracaso de las AFP para financiar pensiones suficientes.

Este fracaso se produce en el seno de una industria que se encuentra “quebrada socialmente” y cuyo mayor logro ha sido actuar como caja pagadora durante la pandemia por Covid-19, donde fueron las y los trabajadores quienes de su propio bolsillo pagaron gran parte de los costos de la crisis a través de los retiros de sus fondos.

Según datos de la Superintendencia de Pensiones, la mitad de quienes recibieron su primera pensión autofinanciada de vejez en septiembre de 2023 alcanzaron un monto inferior a $89.771. Este monto considera a todas las personas, con diferentes tramos de años cotizados.

Por otra parte, si observamos a quienes cotizaron entre 35 y 40 años, vemos que el 50% alcanzó un monto menor a $285.600. Al analizar por sexo, se observa que la mitad de los hombres que cotizaron entre 35 y 40 años alcanzaron un monto menor a $302.974, mientras que el 50% de las mujeres, cotizando la misma cantidad de años, alcanzaron un monto menor a $255.918.

Entonces, ¿a quiénes beneficia el sistema de AFP? Por un lado, están las propias empresas dueñas de las AFP, que en su mayoría son Compañías de Seguros extranjeras, pero también beneficia a los grandes grupos económicos del país, que reciben inversiones de capital fresco para operar, sin la necesidad de contraer deuda en el sistema financiero a costos más altos.

A pesar de las inversiones en grandes grupos, ya hemos visto que los resultados en rentabilidad de los fondos no alcanzan para llegar a un monto de pensiones suficiente, ni siquiera habiendo cotizado entre 35 y 40 años, es decir, casi sin lagunas.

La crisis previsional es también una crisis para la reproducción de la vida. Es imposible subsistir con los montos de las pensiones que paga el sistema privado de AFP, por lo cual este termina siendo totalmente dependiente de gasto público para incrementar el monto de las pensiones. Es decir, no tenemos un sistema contributivo (basado en las cotizaciones) que logre financiar pensiones suficientes.

Acá surge la pregunta, ¿es posible tener un sistema contributivo, que sí pague pensiones suficientes? Desde nuestra perspectiva la respuesta es sí, pero ese sistema no es el existente y debemos imaginar nuevos modelos que pongan fin a las AFP.

La lucha por la seguridad social es histórica para la clase trabajadora y desde ahí se ha levantado durante los últimos años. Difícilmente se encontrarán soluciones a los problemas si se repiten las mismas fórmulas que ya han fracasado. El Estado no puede seguir actuando como el respirador artificial de este agotado y deslegitimado sistema.

Las increíbles ganancias de las AFP y los privilegiados grupos que se benefician, en contraste con las bajas rentabilidades de los fondos de pensiones y las míseras pensiones que se pagan a trabajadores y trabajadoras, nos permiten entender la defensa sistemática a las AFP por parte de quienes sacan provecho del modelo, que generan riquezas a costa de la clase trabajadora.

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