Por Matilde Burgos
Foto: Agencia Uno

Seguro que de niños lo hicieron más de una vez: comenzábamos a estirar un elástico, veíamos que se alargaba, cambiaba de forma, se hacía más delgado, hasta que al final… se cortaba. A veces era peor: al cortarse, el elástico pegaba un fuerte latigazo que nos azotaba en la cara. Eso es exactamente lo que le pasó al presidente con el tercer retiro del 10%. El latigazo le llegó desde el propio Tribunal Constitucional (TC) después de haber dilatado por semanas presentar una alternativa de apoyo económico que no discriminara, que fuera defendible por sus parlamentarios en tiempos electorales y que le permitieran a millones de chilenos relajar el elástico propio tironeado por deudas e incertidumbres.

Expertos en negociación señalan que este agresivo esquema, que dilata hasta exacerbar los ánimos de la contraparte, puede funcionar en el mundo de los negocios, pero en política solo agudiza la tensión. ¿Qué fue lo que logró? Quedarse sin parlamentarios que apoyaran su postura, seguir hundiendo su popularidad -y con ella la de sus presidenciables-, evidenciar la debilidad de su equipo político, recibir una bofetada del TC y terminar promulgando un tercer retiro sin condiciones.

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Ejemplos de situaciones en que el elástico se ha estirado hasta el abismo abundan para explicar la tensión social del país. Sólo revisemos lo que ha pasado con el sistema de AFP. En sus 40 años de existencia, fue dando muestras que no cumpliría sus promesas de ahorrarle al Estado el desembolso de recursos, ni de entregar mejores pensiones que el sistema de reparto, ni de dar a sus afiliados reintegros de al menos un 70% de su remuneración, ni menos la promesa de que en 2020 se podría jubilar con el 100% del sueldo.

Pero en vez de hacer las modificaciones que permitieran a los chilenos tener una vejez digna y evitaran la tensión, unos se atrincheraron en el dogma que el esfuerzo individual debía estar por sobre el Estado y otros no quisieron pagar los costos de sincerar que si vivíamos más, había que cotizar más años. Hubo cambios, pero la única modificación significativa llegó a los 28 años del sistema con la pensión básica solidaria de 2008, momento en el que las AFP llegaron a su máxima popularidad. De ahí en adelante, los informes de comisiones que aconsejaban cambios y diques que los impedían se fueron sucediendo. El elástico comenzaba a dar señales de agotamiento. En 2016 el movimiento No+AFP le puso una sirena a la urgencia a la necesidad de un cambio. No hubo respuesta. Fue entonces cuando los chilenos, en forma individual, comenzaron a judicializar sus necesidades y a pedir el dinero de sus ahorros para financiar sus propias emergencias.

En 2019, la profesora María Angélica Ojeda, fue uno de los casos más visibles. Tenía un ahorro de $46 millones en su AFP, pero recibía una pensión de $185 mil mensuales que no le alcanzaba no siquiera para pagar el dividendo de su casa. Ella decía entonces: “nosotros no esperamos la devolución de la plata completa, nosotros queremos previsión social, pensiones dignas que de alguna manera resuelva el problema de muchos chilenos que viven en situación de pobreza”. Nuevamente el sistema (AFP + Congreso + Gobierno) no dieron respuesta. En agosto del año pasado, la Corte Suprema rechazó la petición de María Angélica, aún cuando ya el Congreso había aprobado el primer retiro del 10% de los fondos.

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La pandemia y las tijeras de Pamela Jiles permitieron lo impensado: romper el elástico. No sólo recurrir a los fondos en caso de situaciones extremas, sino permitir retiros masivos. Uno dos, tres, ya vamos por el cuarto y hay quienes proponen el retiro total.

Volvamos a la coyuntura, que, por cierto, tiene como punto central resolver el problema de las pensiones. En estos días se abre una posibilidad real de negociar. Si el argumento era que no había contraparte, ahora sí la hay. La presidenta del Senado, Yasna Provoste, genera confianza en La Moneda, ha demostrado tener una muñeca política capaz de ser dura, pero no obtusa y de aglutinar a la dispersa oposición.

Esperemos que esta vez, y con varios latigazos en la cara, el presidente escuche, acepte que es minoría, que tiene que ceder y que siga el consejo de su presidenciable mejor posicionado, quien esta semana le dijo a través de la prensa: “Ojalá aprendamos a nunca estirar el elástico hasta este punto”. Si escucha a Lavín, probablemente el presidente podrá tener oxígeno para los próximos 10 meses de su gobierno. La situación política, social y sanitaria no están como para que el elástico se vuelva a romper.

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