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La educación técnico profesional es la clave para cerrar las brechas de género y socioeconómicas de nuestro sistema. La educación técnica, que por décadas ha sido vista como una opción solo para salir de la pobreza y no como una oportunidad de crecimiento formativo, concentra a los estudiantes de mayor vulnerabilidad y presenta las brechas de género más profundas de nuestro sistema. Por este motivo, es uno de los caminos más directos para solucionar los problemas de la educación chilena y debe ser prioritario.

El 26 de agosto se cumplen 81 años desde la creación de la dirección de enseñanza profesional que a poco andar se fue transformando en la educación técnico profesional chilena. En esta celebración del mes de la educación técnico profesional,  quiero invitar a mirarla como un lugar de oportunidades. En el año 2020, según datos del Centro de Estudios del Mineduc, sólo el 15% de los estudiantes de especialidades STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) en la educación técnica escolar, eran mujeres. En el caso de la educación técnica profesional superior, en el año 2022 sólo el 12% de los matriculados en primer año fueron mujeres. Esto contrasta con el 30% de estudiantes mujeres que se matricularon en primer año en carreras STEM en la universidad ese mismo año.

Las brechas de género también están cruzadas por el factor socioeconómico. El año 2020, se observó que en el primer quintil de ingresos más altos, el número de hombres que entraron a las carreras asociadas a ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas fue el doble que el de mujeres. Pero, en los quintiles más pobres, los hombres estudian y se desarrollan 7 veces más que las mujeres en este tipo de carreras. Un establecimiento técnico profesional, que concentra a estudiantes de menor nivel socioeconómico, es entonces el mejor lugar para poder cambiar estas cifras. En enseñanza media todavía estamos a tiempo de impulsar que más mujeres puedan abrirse camino y cambiar el estereotipo de las llamadas carreras masculinizadas.

Este año junto a las investigadoras Paola Bordón y Paola Sevilla, publicamos un estudio en la revista Economics of Education Review donde planteamos la importancia de que las estudiantes tengan referentes femeninos en la elección, desarrollo y crecimiento de una carrera STEM para que luego puedan ejercer esta carrera sin sesgo de género y con posibilidad de crecimiento laboral. Los resultados son claros. Cuando hay una mujer enseñando en estas especialidades, existen 9,6% más de probabilidades de que sus alumnas opten por una  carrera STEM en educación superior. Y aquí hay una oportunidad especial: la educación técnica considera que profesionales en la industria puedan enseñar las clases de las especialidades, por lo que un programa que las impulse a entrar a las salas de clases sin sacarlas de su desempeño profesional permitiría exponer a las estudiantes a referentes femeninos.

El abrir las puertas de estas especialidades tiene potencial tanto para las estudiantes como para el país entero. Al excluir a las mujeres de desarrollarse en estas áreas, estamos privándolas de acceder a carreras que concentran altos ingresos y empleabilidad y precarizando su futuro. Esto es especialmente relevante en el caso de los estudiantes de la enseñanza técnica profesional, que provienen de los quintiles bajos de ingreso. Además, el país entero se pierde del talento de muchas estudiantes que tal vez elegirían carreras técnicas STEM, pero que terminan eligiendo otros caminos vocacionales.

Para sacar las barreras que impiden el acceso de las mujeres a estas carreras, hay que empezar temprano. La educación técnica provee una oportunidad privilegiada para hacerlo. Por ejemplo,  en segundo medio las y los estudiantes deben elegir qué especialidad estudiar. Aquí hay oportunidades concretas de impulsarlas a seguir su vocación STEM. Un ejemplo son los proyectos de prácticas profesionales y pasantías para estudiantes de liceos técnicos profesionales de carreras como electrónica y mecánica, que Educación 2020 está implementando en alianza con Alstom Foundation y Volvo. La idea fue romper las barreras de género y lograr que las estudiantes que optaron por estas carreras puedan desarrollarse en estas áreas y continuar estudios o una carrera laboral sin sesgos. En este espacio se eligieron mentoras o referentes que guiaron a las estudiantes, para que ellas tuviesen un modelo femenino y siguieran el recorrido profesional que se habían propuesto. Las estudiantes han reportado su motivación para mantenerse en la senda de la electrónica y de la mecánica.

¿Es entonces la educación técnico profesional una oportunidad para mejorar la equidad de género en la educación chilena? Sin duda. Los ejemplos sobre incluir mayor cantidad de mujeres enseñando los cursos de especialidad en la enseñanza media técnica profesional y acompañarlas en su proceso de práctica, son sólo dos maneras en las que podemos fortalecer la educación técnica para alcanzar la tan anhelada equidad de nuestro sistema. Las brechas existentes pueden mirarse a través de un lente de carencia o de oportunidad: basada en la evidencia, yo elijo mirarlas desde la oportunidad. La invitación en este mes de la educación técnica es que todos y todas hagamos este ejercicio.

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