Por Axel Callís
Agencia UNO

Si la política se hiciera desde las percepciones y experiencias personales, considerándolas como tendencias generales, no existiría el conocimiento ni la capacidad de proyectar mínimamente ciertos comportamientos. Si hay un grupo de chilenos y chilenas que declara no tener candidato a la presidencial aún, no significa que cualquiera de los candidatos actuales pueda ganar la elección de noviembre. Un factor no implica al otro.

A veces se percibe en algunos medios y analistas, una necesidad que raya en la obsesión de “peruanizar” la elección chilena, de comparar forzadamente desde lo electoral a ambos países y vociferar que son muchos candidatos en competencia (lo más bajo de las últimas tres elecciones) y que cualquiera de ellos puede tener la chance de ganar con muy poco porcentaje. Pero, ¿qué hay detrás de esta tendencia a generar incertidumbre? ¿Es una operación política para que nos centremos en los mismos pactos de siempre? ¿O simple desconocimiento? Veamos.

Hasta el día de hoy y, mientras esto no cambie, las primarias abiertas y nacionales han sido lejos el predictor más certero que tienen las elecciones presidenciales. Todos los candidatos y candidatas que han ganado en volumen y orden ante otras primarias simultáneas, han estado en 2ª vuelta y también han logrado la presidencia: Lagos 1999, Bachelet 2013 y Piñera 2017.

Y esta fuerza inicial también lo reflejan las encuestas, aun sabiendo que la mayoría de ellas no han estado finas, fundamentalmente por la imposibilidad de calcular al votante probable un mes antes de cada elección. Lo que sí comparten todas ellas es un orden de preferencias entre los siete candidatos y esta tendencia es observa bastante estable. Así, esta disposición jerárquica tiene estrecha relación con lo que implica haber movilizado a más de 3 millones de electores por parte de dos de los principales bloques políticos en Chile: Apruebo Dignidad y Chile Vamos.

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De esta forma, las dudas podrían surgir respecto a quién será el ganador de la 2ª vuelta o balotaje, pues ésa sí es una elección aparte, donde se movilizan electores que no necesariamente votan en primera vuelta, como ya sucedió el 2017.

Esa definición la podemos denominar como abierta o incierta, pero la primera vuelta está bastante resuelta si todo sigue según las tendencias actuales y no surgen grandes sorpresas. La magnitud de votos de Boric y Sichel obtenidos, tanto en términos personales como en sus pactos, les entrega una base de ventaja enorme ante sus rivales más directos: Kast y Provoste.

El único factor que generaría un grado de incertidumbre sería la aprobación del voto obligatorio para estos comicios, más por falta de historia que por lógica, lo cual, al parecer, no concita todo el entusiasmo del gobierno y de los actuales legisladores. La obligación de votar en ambas vueltas presidenciales forzaría, en caso de tener sanción la no participación, un aumento significativo de electores desconocidos, más allá de los probables 7 millones que hemos tenido en las últimas presidenciales.

No hay que perder de vista que los que nunca han votado no viven en un país distinto al nuestro, ni en barrios diferentes; estamos todos mezclados, pensamientos, situaciones y valores, entre otros factores. Ergo, las tendencias mayoritarias, tienden a inundar todos los espacios sociales.

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Es poco factible que Boric y Sichel pierdan sus posiciones de partida, tal vez un tercero pueda estrechar distancia con alguno de los líderes, pero que se produzca un cambio total de los punteros, raya en lo improbable.

En consecuencia, en esta presidencial no tenemos diez candidatos como en el Perú, donde se llegó a tener cuatro o cinco alternativas en torno al 20% y con opciones reales para cualquiera de ellos de pasar al balotaje, contexto incierto que se fue despejando con el correr de los resultados en Perú. Por el contrario, en Chile, con los actuales siete candidatos, podríamos tener un escenario semejante al de 2017, en términos cuantitativos, lo que se traduce en al menos una (o dos) de las opciones estará sobre el 30% de las preferencias, lo cual nos garantiza una definición en segunda vuelta de candidaturas mayoritarias.

Con todo, para esta dramática definición, ahora sí, hoy no hay pronóstico que valga.

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