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Aunque Joanna, de 74 años, y Ed, de 75, tenían intención de pasar el resto de sus vidas en el país europeo, la pareja de jubilados ha tenido dificultades para hacer amigos y se siente cada vez más frustrada con la burocracia francesa.
(CNN) – Joanna McIsaac-Kierklo y su marido Ed Kierklo se mudaron de San Francisco a Francia en octubre de 2023, pero poco más de 12 meses después dicen que están a punto de regresar a Estados Unidos.
Aunque Joanna, de 74 años, y Ed, de 75, tenían intención de pasar el resto de sus vidas en el país europeo, la pareja de jubilados ha tenido dificultades para hacer amigos y se siente cada vez más frustrada con la burocracia francesa.
“Le dimos un año aquí”, cuenta Joanna. “Y nos dijimos: ‘Demasiada pena y ninguna alegría’. No hay diversión. Estamos pasando apuros todos los días”.
“Sinceramente, no creo que hubiéramos podido esforzarnos más para aclimatarnos al modo de vida francés”, añade Joanna, que describe su experiencia como “una pesadilla”.
Aunque aún están afinando los detalles de su inminente regreso, Joanna y Ed dicen que están “frustrados y agotados” por la vida en Francia y se sienten dispuestos a “rendirse y marcharse”.
Despedirse de sus vidas en la ciudad californiana y trasladarse a Francia no fue, desde luego, una decisión que tomaron a la ligera, dicen.
Joanna y Ed, que llevan 20 años casados, ya habían viajado mucho por el mundo, juntos y por separado, con anterioridad. “No me casé hasta los 50”, afirma Joanna, originaria de San Francisco. “Así que cuando conocí a mi marido, viajamos. No tenemos hijos. Ni hermanos. Ni padres. No hay nada que nos obstaculice hacer exactamente lo que nos plazca”.
Joanna explica que Ed y ella compraron y vendieron tres casas distintas durante sus primeros 15 años de matrimonio, “lo que nos proporcionó una cómoda cantidad de dinero en efectivo para permitirnos la opción de viajar e incluso trasladarnos a donde quisiéramos”.
En 2010, la pareja compró una casa de verano en el norte de California y pasó unos ocho años “yendo y viniendo a San Francisco”. “Creo que toda pareja casada necesita dos lugares donde vivir, porque tienes que alejarte el uno del otro”, añade Joanna, que antes trabajaba como ejecutiva en el sector sanitario.
Pero asevera que cada vez estaba más frustrada con el clima político de Estados Unidos y sintió el impulso de trasladarse a otro lugar permanentemente. “Soy una persona bastante politizada, y siento que Estados Unidos debería ser mejor”, dice. “Y nunca mejora”.
En 2011, la pareja se trasladó a Londres y pasó gran parte de su tiempo libre viajando por distintos países de Europa. “Me encantaron todos los lugares a los que fui”, comenta Joanna. “Disfruté mucho viendo gran parte de Europa”.
Tras decidir que ya no podían permitirse vivir en la capital británica, Joanna y Ed, un antiguo ejecutivo informático, volvieron a San Francisco e intentaron averiguar cuál sería su próximo destino.
Antes habían pasado dos meses viviendo en la ciudad de Nîmes, en el sur de Francia, y “amaron cada minuto”, así que el destino parecía que podía ser la opción ideal para ellos.
“Buscábamos civismo, consideración y poca o ninguna violencia armada… y Nîmes tiene las tres cosas”, añade Joanna.
La pareja contrató a un especialista en mudanzas para que les ayudara a encontrar un departamento de alquiler e inició el proceso de solicitud de un visado de larga duración. Sin embargo, las cosas no fueron tan sencillas como habían previsto.
Joanna dice que se les dificultó obtener el visado al igual que los trámites para que su gata Suzette volara a Francia, lo que les costó US$ 5.000 adicionales en total.
Sin embargo, Joanna asegura que se convencieron de que sería más fácil “resolver las cosas” una vez que estuvieran en Francia.
Antes de salir de Estados Unidos, la pareja tomó la decisión de conservar su departamento de alquiler controlado, en el que Joanna había vivido más de 40 años, en San Francisco, por si las cosas no salían según lo previsto.
“Tienes que tener un plan B”, afirma. “¿Y si esto no funciona? Nunca podríamos permitirnos volver a comprar en California, porque es muy caro”.
En octubre de 2023, Joanna y Ed llegaron a Nîmes y se dispusieron a forjarse una nueva vida en la ciudad francesa, de unos 137.000 habitantes.
“Nunca pensamos que esto no funcionaría”, dice Joanna. “Pensamos: ‘Moriremos aquí. Se acabó’”.
Aunque fueron relativamente felices durante sus primeros meses allí, Joanna se sentía continuamente desconcertada por las normas y reglamentos cuando se trataba de cosas aparentemente sencillas, como abrir una cuenta bancaria en Francia.
El hecho de que le costara aprender el idioma tampoco ayudó, aunque Ed ha aprendido algo de francés desde que llegaron.
“He estado tan ocupada empaquetando, desempaquetando, montando muebles, etc., que no he tenido tiempo de dedicarme a empezar (a aprender francés)”, admite. “Siempre ha estado en mi lista, pero no encontraba tiempo”.
Y aunque Francia es famosa por su gastronomía, Joanna no tardó en darse cuenta de que no le gustaba mucho la comida del país.
“La gente dice: ‘Dios mío, la comida francesa es fabulosa’”, comenta. “Sí, si quieres comer brie, paté, pasteles y pan francés todo el día”, dice. “Pero, ¿quién come así?”.
De antemano esperaba con impaciencia cocinar lo que quisiera en Francia, pero Joanna dice que le costó encontrar productos de calidad para cocinar.
“Vas al supermercado y las verduras son horribles”, critica. “Tomas un tallo de apio y se desploma. Es tan blando. Tan viejo y tan horrible. ¿Quién se comería esto?”.
Según Joanna, su entusiasmo por vivir en Francia decayó considerablemente a principios de este año, cuando Ed y ella intentaron organizar el traslado a Francia de su automóvil, que habían dejado en San Francisco. “Leí tantas cosas que decían: ‘Sí, hazlo’, o ‘No, no lo hagas. Es una pesadilla’”, añade.
“Luego, ‘Sí, puedes hacerlo. No es un problema’. Bueno, no sería un problema si sus sistemas fueran coherentes y tuvieran sentido. Pero no es así. Puedes obtener cinco respuestas distintas a una simple preguntita”.
Esta frustración resultó ser una especie de patrón para la pareja, que también tuvo problemas al intentar encontrar un médico en Nîmes.
“Tienes que encontrar un médico de cabecera que te acepte como paciente”, dice Joanna. “Fuimos como a seis médicos. (Todos dijeron) ‘No aceptamos pacientes nuevos… ‘No aceptamos pacientes nuevos. No aceptamos pacientes nuevos’. ¿Qué? ‘¿Dónde está la lista que te dice cuáles sí y cuáles no?’ No la tienen. Tienes que averiguarlo tú misma”.
Mientras intentaba navegar una y otra vez a través de la burocracia francesa, Joanna dice que se sintió increíblemente agotada, con la sensación de estar tropezando constantemente con obstáculos.
“Cada día era algo más devastador que el anterior”, manifiesta. “Las cosas son muy difíciles de resolver aquí… Así que soy demasiado vieja para esto”.
Joanna reconoce que Estados Unidos no está precisamente libre de burocracia. Sin embargo, dice que ha podido manejarlo ya que “te acostumbras a tus normas, supongo”.
“Hablas con los franceses y simplemente se encogen de hombros”, dice Joanna. “Y dicen: ‘Bueno, esto es Francia. Así son las cosas’”.
En Estados Unidos, Joanna, que se describe a sí misma como una “parlanchina”, tenía una vida social activa, pero hasta ahora no ha podido reproducirla, ni nada que se le parezca, en Francia.
Con el paso del tiempo, Joanna se dio cuenta de que esta falta de socialización estaba teniendo un gran impacto en ella.
Aparte de hablar con la gente en el supermercado, Joanna sostiene que hoy en día difícilmente mantiene conversaciones largas con alguien que no sea su marido.
“Un día le dije a Ed: ‘Llevo tres meses sin hablar con una sola persona aquí…’ Extraño interactuar”, expresa, y añade que no necesariamente “quiere juntarse con otros extranjeros”, ya que “no es exactamente por eso por lo que vinimos a esta aventura”.
Los lugareños han sido amables y acogedores, pero Joanna no ha conseguido “entablar amistad” como hubiera esperado, admitiendo que la barrera lingüística y cultural ha dificultado las cosas.
“Es una barrera difícil de romper”, afirma. “Son personas muy reservadas. Pero también tienen principios y moral. Son buena gente. No hay nada desagradable en ellos. Solo que no son extremadamente sociables”.
También descubrió que gran parte de la socialización en Nîmes parecía girar en torno a la comida.
“Y luego, cuando quieres beber, tienes que tomar una bebida que esté en un pequeño menú que preparan”, dice. “Así que si quiero tomar un martini, ‘Oh, no está en el menú’”.
Tras esforzarse por sentirse completamente a gusto en Nîmes, Joanna y Ed decidieron trasladarse a Montpellier, ciudad situada a una hora al suroeste de Nîmes, cerca de la costa mediterránea.
Aunque al principio los rechazaron al intentar alquilar un nuevo departamento porque “no habían presentado la declaración de la renta francesa”, la pareja consiguió un lugar que les gustó y se mudaron el mes pasado.
Joanna y Ed prefieren vivir en Montpellier, pero hace poco la pareja se dio cuenta de que Francia probablemente no sea el lugar adecuado para pasar el resto de sus vidas.
“Me encanta Francia”, asegura Joanna. “Creo que Francia es un país increíble, pero no para vivir aquí…”.
Continúa subrayando que leyó todo lo que pudo encontrar sobre “mudarse a Francia como expatriada” de antemano, pero aun así no se sintió preparada para la realidad de la vida allí.
“Me gustaría que más gente mostrara el lado no tan agradable de Francia”, señala. “Porque hay un lado no tan agradable de Francia, y eso es lo que aprendimos muy pronto”.
A pesar de que antes no podía esperar a irse de Estados Unidos, ahora Joanna añora terriblemente su antigua vida allí.
“Extraño la familiaridad”, dice. “Extraño saber dónde están las cosas. Extraño el helado de yogur, porque aquí no lo venden. Extraño cosas estúpidas… Seguro que echo de menos a mis amigos. No tenemos familia, pero tengo una gran red de amigos. Extraño simplemente poder verlos, y extraño mi departamento”.
“Creo que simplemente echo de menos mi vida. Tenía una allí (en San Francisco). Aquí no tengo una”. Aunque reconoce que sus sentimientos podrían cambiar con el tiempo, Joanna señala que “no tiene 30 años” y no quiere “perder más tiempo”.
“Es una decisión muy difícil de tomar”, dice, “después de lo difícil que fue venir aquí, decir de repente: ‘Esto no va a funcionar para nosotros’”. “(Pero) no creemos que vaya a funcionar para nosotros… No nos quedan 40 años más de vida, ¿sabes?”.
Si bien Joanna considera que se adapta facilmente, señala que a otras personas les puede resultar más fácil adaptarse a la vida en Francia que a ellos. “Tenemos un par de amigos que piensan sin lugar a dudas que la forma de vivir aquí es el paraíso en la Tierra”, afirma. “Dicen: ‘Nos vamos a quedar aquí para siempre’. Me alegro por ellos”.
Joanna reconoce que las cosas que no le gustaban de vivir en Estados Unidos no han cambiado desde que se mudaron.
Sin embargo, se siente más cómoda regresando que trasladándose a otro destino, ya que ella y Ed “saben cómo vivir en Estados Unidos”.
“No extraño la política de Estados Unidos”, subraya Joanna, y añade que le horroriza que la gente se vaya a la bancarrota por los costos de la sanidad y que haya niños que pasen hambre. “No echo de menos la violencia armada. Odio todas esas cosas, pero volveré a taparme los ojos”.
A pesar de sus experiencias, Joanna y Ed no se arrepienten en absoluto de haberse mudado a Francia. “Sigue siendo uno de los países más espectaculares para visitar”, comenta ella. “Pero vivir aquí es otra historia”.
La pareja está esperando a saber el costo de enviar sus posesiones de vuelta a San Francisco antes de correr el riesgo. El resultado de las elecciones estadounidenses también podría influir en su decisión.
Pero dicen que se sienten bastante resignados a la idea de que probablemente volverán a vivir en Estados Unidos en un futuro no muy lejano.
“Tenemos un vuelo a San Francisco en enero, y creo que no vamos a volver a Francia”, finaliza Joanna. “No quiero decir que fracasamos. Pero simplemente no funcionó”.
La panelista de CNN Chile Radio reflexionó sobre el proyecto minero que lleva más de una década en tramitación.