*Análisis de Chris Cillizza, editor de política de CNN, especialista en la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos. 

(CNN) – Si un extraterrestre aterrizara en la Tierra hoy, se le podría perdonar si asumiera que Mike Pence es el presidente de Estados Unidos.

Después de todo, Pence ha estado cumpliendo ese papel cada vez más en las últimas semanas de la presidencia de Donald Trump, ya que el mandatario Nº45 se ha retirado a su propio capullo de teoría de la conspiración.

De hecho, estará Pence, no Trump, en el estrado en el Capitolio el miércoles, cuando Joe Biden preste juramento como el 46° presidente de Estados Unidos.

(Trump se escapará a Mar-a-Lago el miércoles temprano, convirtiéndose en el primer presidente desde Andrew Johnson en no asistir a la toma de posesión de su sucesor).

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Es excepcionalmente posible que estas últimas semanas sean las mejores para Pence. Que su papel como una especie de presidente de facto después de que el real decidiera que ya no estaba interesado en el trabajo, sea la cumbre de una carrera política que alguna vez pareció ser muy prometedora.

Pence apostó su futuro político en Trump cuando aceptó ser el segundo al mando del empresario multimillonario en 2016. Pence enfrentaba un desafío de reelección sorprendentemente serio, aunque todavía era el favorito para ganar, pero vio un atajo a la cima del grupo republicano si Trump ganaba.

Y Pence pasó casi la totalidad del mandato de Trump tratando de cumplir su apuesta: defendiendo al presidente en todo momento (y muchas veces contra sus propias convicciones morales pasadas) para estar al frente de la línea y heredar la coalición de Trump en 2024 o 2028.

Luego, todo terminó, en un instante, cuando Pence se negó a doblegar la Constitución hasta su punto de ruptura (como quería Trump) para invalidar de alguna manera los resultados de las elecciones de 2020.

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Mike Pence no tuvo el valor de hacer lo que debió haber sido hecho para proteger nuestro país y nuestra Constitución, dándole a los estados una oportunidad para certificar una serie de datos corregidos y no los imprecisos y fraudulentos que previamente se les pidió certificar”, tuiteó Trump en medio del ataque del 6 de enero al Capitolio de Estados Unidos (donde se escuchó a algunos de los alborotadores gritar “¡cuelguen a Mike Pence!”). 

Todo el equipo de Pence todavía está muy conmocionado por los atentados contra su vida hace apenas dos semanas, y parece que están más que nunca con la cabeza baja, concentrados en el trabajo diario (una de sus tácticas para sobrevivir durante los últimos cuatro años), por lo que las conversaciones futuras se congelaron después del 6 de enero”, explicó Tom LoBianco, quien escribió Piedad y poder: Mike Pence y la toma de la Casa Blanca.

LoBianco agrega que los Pence siguen indecisos sobre si quedarse en DC o regresar a Indiana en los próximos meses: “estuve escuchando Indiana, pero he escuchado más ahora que se quedan en DC“, dijo.

Esa incertidumbre sobre el lugar donde vivirán es un reflejo de una falta de claridad más amplia que rodea al futuro de Pence.

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Políticamente hablando, Pence es un hombre sin país. Él es demasiado “Trump” para aquellos dentro del Partido Republicano que quieren una ruptura limpia con el que pronto será ex presidente. Y no es lo suficientemente “Trump” para los seguidores acérrimos del 45º presidente.

Esa tierra de nadie es un lugar muy difícil para estar políticamente mientras el Partido Republicano comienza a voltear, y esto ya está sucediendo, en la lucha por su futuro (y la nominación de 2024).

El punto: la gran apuesta de Pence fracasó. Porque apostó por Trump, quien ve la lealtad como una calle de un solo sentido (entre otros defectos de su carácter). Pence ahora, casi con certeza, está acabado en la política estadounidense, otra víctima del veneno político de Trump.

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