Por Mónica Rincón
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Que el sexo más seguro es el que no se tiene, es una frase en medio de una exposición de una postura que no comparto pero que es válido sostener.

Ahora, la frase para mí no tiene sentido porque también si todos los que manejan se quedan en su casa, nadie choca. Pero todos coincidimos en que se va a manejar, evidentemente, y que hay que hacer educación vial, usar cinturón de seguridad o alzador, entre otras muchas medidas.

Entonces lo que hay que discutir no es una frase, por más reveladora que a uno le parezca, sino el tema de fondo: hay o no que impartir educación sexual y desde qué edad.

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Y me parece evidente que primero hay que tener claro que educación sexual implica educación en la afectividad, y que debe empezar lo antes posible, pero claro que debe ser apropiada a cada edad.

Pero recurrir, como hacen muchos, a la frase “no se metan con mis hijos” para negar que los colegios deben abordar esta materia o tratar de retrasar al máximo su entrada en el currículum me parece equivocado.

Por varias razones. Una es que no todos los menores tienen padres que hablen estos temas con ellos, no todos los adultos responsables entregan la información adecuada y lo más importante, porque recibir educación sexual, tal como afirma la ONU, es un derecho humano para todo menor de edad que nadie puede conculcar, ni siquiera sus padres.

Creo firmemente que los padres tienen el derecho y el deber de ser parte activa de la educación en cada ámbito de la vida de sus hijos, pero ninguna potestad de que los menores no se formen en un área que es clave para que crezcan plenos, libres, seguros y felices.

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