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El proyecto del gobierno de Michelle Bachelet subía la tasa de cotización de 10 a 15%. El de ahora del presidente Sebastián Piñera lo hace a 14%.

El primero dividía el aporte extra entre la cuenta individual y otra de reparto, mientras que el segundo es todo para el trabajador como individuo, ambos, eso sí, pagados por el empleador.

El Gobierno de la Nueva Mayoría propuso que esa tasa adicional la gestionara un ente estatal, pero el de Chile Vamos propone que la persona elija entre las AFP y nuevos actores que se sumen al sistema.

Ninguna iniciativa subió la edad legal de jubilación, aunque ambas premian por su postergación. Aunque si el de la ex mandataria lo hacía sólo para mujeres, el recién conocido premia a todas y todos. Además, los dos proyectos aumentan de forma importante el pilar solidario del sistema, con distintos mecanismos y mantienen a las AFP como el eje central en la gestión de recursos.

Hice esta simple comparación no sólo para demostrar que hay diversas formas de encarar un tema tan complejo, sino para aclarar que todas estas ideas no sirven de mucho si no solucionamos el verdadero problema detrás del monto de las jubilaciones: las lagunas previsionales y, sobre todo, los bajos salarios que hay en Chile.

Si pensamos que en 2017 el ingreso promedio de los chilenos fue apenas $555 mil, ¿realmente podemos pensar en una pensión decente, de país que quiere ser desarrollado, si ganamos tan poco? Ningún proyecto previsional será suficiente si su base es tan baja. Ese es el gran desafío que, a mi juicio, tenemos en Chile.

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