Por Mónica Rincón
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1943. Desde esa fecha el Vaticano tenía antecedentes sobre la pedofilia de Marcial Maciel. Pero el líder de los Legionarios de Cristo siguió impune, lleno de honores y sus víctimas, las presentes y las que iban a venir, completamente desprotegidas. Y los antecedentes fueron ocultados.

Más de medio siglo, 63 años durante los cuales la curia católica lo encubrió. Hay que decirlo así, con todas sus letras, porque no sólo no se tomaron medidas al interior de esta iglesia, sino que no se enviaron los antecedentes de los delitos a la Justicia Civil que debió ser el camino.

“Mafia”, así califica el cardenal João Braz de Aviz a quienes ocultaron la información. Y agrega que cree que las denuncias seguirán aumentando porque “llevamos 70 años encubriendo”.

Y ese es el problema central, la indolencia, el silencio cómplice y el encubrimiento. Y eso ya no es un caso aislado y no incluye sólo a unos pocos, sino que revela una forma institucional de proceder.

Que con Maciel se tradujo en la vergonzosa cercanía que tuvo con él Juan Pablo II. “Apóstol de la juventud”, le decía cuando debió llamarlo “peligro para la juventud”. Y con Ratzinger en mirar para el lado hasta que llegó a Papa y como Benedicto 16 decidió un tibio castigo: vida de oración y penitencia. Murió como sacerdote y sin pedir perdón.

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Lazos con importantes círculos empresariales, cariño mal entendido, la cantidad de vocaciones sacerdotales que generaba, razones que explican que en éste y otros casos los abusadores fueran intocables. Pero no es sólo eso, ha sido necesaria además la complicidad de laicos que sabiendo la horrorosa verdad o no queriendo creerla, han defendido a quienes se esconden detrás de una sotana para delinquir.

Lo vimos por ejemplo en Karadima, lo vimos en O’Reilly. Páginas en periódicos con oscura tinta gastada en defensa del abusador, reuniones de autoridades al más alto nivel, airadas reacciones en los colegios o parroquias donde “trabajaban” estos “pastores” y hace poco hasta insultos a las víctimas de la parroquia El Bosque.

La verdad tarda y en algunos casos llega. La reparación, a veces. ¿Y los cambios institucionales que garanticen evitar la repetición de abusos, pero sobre todo el fin de una cultura de encubrimiento? Esos los seguimos esperando.

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