Por Mónica Rincón
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“Daniel Vega es hombre, tiene pirulín y va a morir con pirulín. Y ojalá el día de mañana no digan que Daniela Vega está enferma de la próstata porque es hombre”.

Las palabras de la concejala Carmen Madinagoitia no son sólo una simple opinión, son una burla y una ofensa para una tremenda actriz y un acto de discriminación contra las personas trans al negarles su identidad de género.

Por eso que criticar a la concejala no es negarle su derecho a la libre expresión sino hacer uso del propio derecho para decir que es muy grave que en éste y otros casos quienes ocupan cargos públicos emitan este tipo de comentarios.

Porque no son sólo “palabras”: son expresiones que van creando un clima de odio. Y ese clima es el que hace más fácil la discriminación y la violencia sobre todo en contra de las minorías.

Por eso es destacable el rechazo del presidente de RN, partido de Madinagoitia, a sus dichos y la decisión de llevarla a instancias disciplinarias.

Para ser de veras “autoridad” y no sólo una o un funcionario público, hay que prestigiar el cargo y eso no ocurre cuando se usa la tribuna pública para discriminar.

La concejala llegó a tratar de de “leyes tontas” a normativas como la ley que busca igualdad entre hombres y mujeres o la del matrimonio igualitario.

Se puede discrepar de ellas, pero decir que es una tontera legislar sobre estas áreas es como mínimo un exceso. Porque buscar un país menos discriminador, no es el techo, es el piso de una sociedad civilizada.

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