Un paso más en la escalada de tensión en Venezuela. Hoy el presidente de la Asamblea Nacional se declara presidente encargado de Venezuela y lo reconoce, entre otros, EE.UU., Brasil y Chile.
Ya no es sólo declarar que Venezuela es una dictadura y desconocer a Nicolás Maduro como presidente legítimo, sino que decir que hay otro que debe ocupar su lugar: Juan Guaidó.
Cada bando esgrime que la Constitución está de su parte, la pregunta hoy es si, ante la negativa de Nicolás Maduro a abandonar el poder, la solución es reconocer a otro como mandatario o más bien presionar por elecciones verdaderamente libres.
Porque hay que ser claros: los últimos comicios en que Maduro logró un nuevo mandato no fueron ni libres, ni transparentes, ni justos. De hecho, el poder electoral, controlado por sus partidarios, inhabilitó a opositores para postular entre otras irregularidades.
Es cierto que el chavismo y sus continuadores ganaron una y otra vez procesos eleccionarios que fueron reconocidos por la comunidad internacional hasta que -en las últimas legislativas- perdió la mayoría en la Asamblea Nacional, y ante esa prueba de fuego el oficialismo no mostró convicción democrática, sino que obstruyeron la labor del nuevo legislativo. Luego lo declararon en desacato y hasta crearon una Asamblea Constituyente.
Aducir que la comunidad internacional no debe involucrarse, es hipocresía. Debe hacerlo, como cada vez que hay crisis humanitarias, como cada vez que se violan los DD.HH., como se lo pedían los opositores a Pinochet cuando sufrían los rigores de la represión y necesitaban la solidaridad internacional.
¿Es Juan Guaidó el presidente legítimo hoy de Venezuela? Lo importante no es eso. Lo importante es que Nicolás Maduro no lo es. Tendrá la fuerza, pero no la razón. Porque aunque a algunos no les guste escucharlo, hoy Venezuela es una dictadura.
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