Por Mónica Rincón
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Las mañaneras, famosas en México, son las conferencias que cada día Andrés Manuel López Obrador realiza durante no menos de dos horas.

Esa comunicación con su público, junto con los ataques a la prensa y a los opositores, son una buena muestra del estilo de un presidente cuya labor, triunfo y popularidad no se explica sin mirar el pasado de su país.

Uno pasado en que durante 70 años gobernó el PRI. Uno donde el partido que siguió, el PAN, no logró ni de cerca acabar con la corrupción enquistada ni con narcotráfico, que sigue siendo uno de sus principales flagelos.

AMLO le habla a ese pueblo, cuyo 40% vive en la pobreza, a ese pueblo que poco escuchaban, ¿pero se hacen realidad las promesas? No necesariamente y no es culpa sólo de la pandemia.

Según el Instituto de Estudios sobre Desigualdad, los de menos recursos no reciben mucho más apoyo que los que más tienen.  Un 37% de los hogares más pobres obtuvo beneficios de programas sociales, mientras que en los hogares del decil más rico, fue un 22%.

Los desafíos para México son gigantes: desigualdad, pobreza, crecimiento. La oposición hoy parece un tanto pasmada y fragmentada en pedazos que se juntan más por sus diferencias con el gobernante partido Morena.

Y ya lo sabemos: para ser alternativa no basta con el verbo oponer, hay que saber conjugar y, sobre todo, proponer.

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