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A comienzos de los ’90, incluso antes de peruanos, bolivianos y ecuatorianos, la primera comunidad migrante que llegó a Chile fue la argentina, escapando de la crisis económica. Ya en el siglo 21, les siguieron personas del Caribe, como colombianos, dominicanos y haitianos. Sin embargo, los chilenos no hemos dado el mismo trato a los inmigrantes de todas las nacionalidades.

Independiente de esa suerte de conflicto entre chilenos y argentinos, lo cierto es que nuestros vecinos hallan en Chile mayores posibilidades laborales que otros inmigrantes. “Chilenos y chilenas no ven a los argentinos como inmigrantes, los ven como extranjeros, y hacen una diferencia radical con peruanos, bolivianos y ecuatorianos”, explicó la socióloga y académica de la Universidad de Chile, María Emilia Tijoux, en entrevista con Última Mirada.

La diferencia es aún mayor con los haitianos: “El color de la piel parece ser un obstáculo de reconocimiento, comprensión, amistad e igualdad”, indicó. Esto incluso cuando “está comprobado científicamente que la raza no existe”.

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La autora del libro Racismo en Chile comentó que “la inmigración es vista negativamente y eso es una contradicción, porque la riqueza que trae es muy grande“. De hecho, en un país como Chile, que inevitablemente envejece, los hijos e hijas de inmigrantes hacen que el país “rejuvenezca”.

“Colombia y República Dominicana, con lo mal que se trata a la gente acá, también son los países donde chilenos y chilenas van preferentemente de vacaciones. Entonces es algo así como folclorización, exotización. ‘Sí, yo quiero comer de su comida o bailar de sus bailes o cantar sus canciones, pero no quiero que vivan al lado de mi casa’“, sostuvo la socióloga.

Esperanza en los niños

Dentro de todo, en Chile hay ejemplos de interculturalidad exitosa. “Hay lugares que son maravillosos”, dijo Tijoux. “Hay que ir a La Vega, cuando la gente te dice en La Vega que lo que importa es que una persona trabaje, da lo mismo quién sea. En el trabajo, fundamentalmente. La otra vez falleció un inmigrante ecuatoriano y fueron los trabajadores de la calle e hicieron barricadas. Yo creo que tiene que ver con las condiciones de trabajo, con las condiciones de vida que uno tiene”, comentó.

Allí donde tú eres como yo, poco importa de dónde vengas, tenemos que levantarnos a la misma hora, tenemos que darle duro para salir adelante”, sostuvo.

Su mayor esperanza, sin embargo, está en los niños: “En los colegios los niños ya están jugando juntos, sobre todo los más pequeños”.

Y relató: “Recuerdo una historia que me contaban el otro día de una preocupación muy grande que tenía una profesora porque no hallaba cómo decirle a un niño haitiano qué es lo que iba a hacer para el 18 de septiembre, porque no lo quería obligar a vestirse de huaso. Y el niño le dijo: ‘pero si yo me pongo lo mismo que se pone mi amigo, si es para una fiesta’. No había ningún problema. Que se vista de una u otra cosa el niño, qué le importa, quiere pasarlo bien, quiere jugar“.

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