Por Daniel Matamala
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Publicado por CNN

Hay disputas judiciales que buscan el nocáut: se ganan o se pierden. Pero ese no será el caso del fallo de la Corte Internacional de Justicia del próximo lunes.

En esta demanda no hay un terreno en disputa, ni un límite que fijar, ni una indemnización que pagar. Por lo tanto el caso siempre se ha movido en una nebulosa que hace difícil saber qué está realmente al juego. Bolivia quiere una salida soberana al mar, pero no está demandando eso a la corte. Pone en cuestión el Tratado de 1904, pero no lo hace directamente. Todo lo encubre con una muletilla: el “diálogo”.

Para Chile, es como boxear contra un fantasma. Porque negarse a redibujar fronteras y desconocer tratados tiene mucho sentido, pero aparecer contrarios al diálogo, es una cosa harto más difícil de explicar.

Por lo tanto, hay que defenderse contra golpes invisibles y ponerse en guardia contra uppercuts que, vistos desde fuera, parecen inofensivos, pero que nosotros sabemos que van de lleno al mentón.

Y todo, además, desde la posición del gigante egoísta, el país poderoso que le quitó terreno al otro en una guerra (cosa que es verdad, pero que puede decirse de muchísimos países y fronteras, partiendo por las de Estados Unidos y Europa completa).

Dura tarea para la diplomacia chilena, que se pondrá a prueba el lunes. Porque el fallo de La Haya no será la campana que marque el fin del combate, sino sólo el comienzo de un nuevo round.

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