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Ir al principal templo católico de Santiago al parecer era peligroso, tanto como para que un hombre fuera víctima de un depredador sexual. Al menos así lo denuncia una investigación de BioBioChile, según la cual el presbítero Tito Rivera usaba este lugar para relaciones sexuales con otros hombres y la violación de uno.

Por declaraciones que constan en la investigación de la Fiscalía, ya se sabe que hubo una sanción eclesiástica de suspensión por 10 años del ejercicio sacerdotal público a Rivera.

El sacerdote Juan De La Cruz reconoce haber sabido de las conductas de Rivera y no hizo nada. Es más, años después tuvo el honor de presidir un Te Deum porque el arzobispo estaba siendo indagado por encubrimiento de abusos. Quién tomó esa decisión: Ricardo Ezzati.

Sí, de nuevo Ezzati, que ahora además habría sabido en 2015 de boca del denunciante lo ocurrido y que sólo un año y medio después inició una investigación, habiendo ya varias denuncias de otros abusos incluso a menores.

Es decir: una vez más un desprecio total por el dolor de las víctimas, frivolidad en sopesar la gravedad de los abuso y silencio ante la opinión pública de lo sucedido, aparte de no denunciar ante la justicia civil los eventuales delitos.

Un manto de silencio de nuevo escarlata, el color del cardenal Ezzati, quien, mientras se acumula la evidencia en su contra, sigue ejerciendo como arzobispo de Santiago.

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