Por Mónica Rincón
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Salvar el capitalismo de los capitalistas no es una mera consigna o el título de un libro del economista Zingales. Porque hay quienes ganan dinero gracias a un sistema económico que dicen respaldar y que defienden con dientes y uñas, pero cuyas normas más básicas no respetan.

Hoy lo recordamos porque el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia condenó a tres cadenas de supermercados: SMU, Cencosud y Walmart, por colusión en el caso del cartel del pollo.

Según la Fiscalía Nacional Económica, durante tres años los supermercados acordaron no vender esta carne por debajo del precio de lista que los grandes productores (Agrosuper, Ariztía y Don Pollo) habían determinado.

El resultado para ustedes es que pagaron más por su comida, por un alimento habitualmente utilizado. O sea nos metieron la mano al bolsillo.

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Estos distribuidores restringieron la competencia, o sea, vulneraron la norma básica para que funcione bien un mercado. Más grave si consideramos que, por lo menos para 2011, entre las tres cadenas concentraban el 91% del sistema supermercadista.

El problema es que aún las multas son pequeñas en comparación con el daño causado y el beneficio obtenido y, por lo tanto, es un buen negocio coludirse. Hacer trampa rinde.

Pero seamos claros: coludirse es robar, sólo que sin que las víctimas se enteren. Es obtener ganancias actuando deslealmente. Es ese portonazo de cuello y corbata que indigna además porque por él se castiga, y si es que se castiga, a sus responsables con bastante indulgencia.

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