Por Mónica Rincón
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Publicado por CNN

3.360 millones de pesos. Poco más de 5 millones de dólares. Ése es el monto por el cual Sebastián Dávalos demandó a Canal 13 por el daño que dice que le produjeron las rutinas de Yerko Puchento.

Dejemos por sentado que todo ciudadano tiene derecho a recurrir a tribunales, pero uno esperaría que se hiciera con seriedad.

Ya el monto parece absurdo: pide mil millones de pesos sólo por lucro cesante. O sea, Dávalos afirma que durante tres años dejó de ganar 28 millones mensuales. Una demanda así se comprendería si él fuera el Mago Valdivia y alguien va y lo lesiona a propósito, pero no se entiende con qué criterios se autoevalúa.

Es cierto que las rutinas de Alcaíno más de una vez han vulnerado la dignidad de una persona, pero no se puede evaluar igual un espacio de humor que como se juzgaría un reportaje de prensa.

Si tal daño existe e incluso si fuera de esa insólita magnitud (3600 millones de pesos), no tiene que ver con burlas más o burlas menos. Sino con el rechazo que justificadamente produjo el actuar del propio Dávalos.

Lo que se echa de menos es que él entienda que, aunque le creamos que fue a la oficina de Andrónico Luksic para sentarse y quedarse callado mirando mientras su esposa gestionaba un crédito por 6 mil millones de pesos, su sola presencia fue del todo inadecuada e impropia.

Hasta en silencio, él seguía siendo el hijo de la candidata que con certeza sería electa presidenta. Haber hecho eso fue lo que lo puso en la situación en que está hoy.

Y es su demanda lo que parece una broma de mal gusto.

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