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Es un fallo, pero de primera instancia y por tanto apelable. El juez Juan Muñoz rechazó la demanda de las víctimas de Fernando Karadima que acusaban al arzobispado de haberlo encubierto.

Más allá de que la sentencia se acata, es imposible no ponerse en el lugar no de las presuntas víctimas, sino de las víctimas. Víctimas que la justicia reconoció como tales en otro proceso en el que declararon prescritos los delitos.

Debe ser duro leer los argumentos con los que se defiende el Arzobispado.  Sostienen no ser responsables de los actos de Karadima. Un abusador que logró serlo gracias a que vestía sotana.

La Jerarquía de la Iglesia Católica se defiende también diciendo que ellos no causaron el daño. Pero el daño no fue sólo en el minuto en que ocurrieron los abusos y la culpa no es sólo no haberlos parado.

El daño es también no haber acogido a Hamilton, Cruz y Murillo como víctimas y la culpa es también haber demorado negligentemente en investigar.

Porque esa demora es lo único que sí reconoce el arzobispo Errázuriz, cabeza de una estructura jerárquica, pero se escuda en que lamentablemente escuchó a un consejero que dudaba de la denuncia…

El entonces arzobispo agrega que pidió perdón por lo anterior y el juez se hace eco de esa excusa. Una excusa que no es suficiente ni repara a las victimas.

 

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