Por Sebastián Flores
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Enfila a paso decidido, con la seguridad de quien lleva toda una vida haciendo suyo este lugar. A un costado, con formas coloniales y estilo neoclásico, la Casa de la Cultura descansa frente a la diversidad de especies de hojas -olmos, nogales, robles, alamos y un imponente pino gigante- que conviven con esculturas de madera, piedra y fierro.

Es la hora de almuerzo de un soleado viernes y el Parque García de la Huerta, en pleno corazón de San Bernardo, despliega un parsimonioso movimiento: señoras pasean con sus niños, vendedores ambulantes ofrecen sus artesanías y un grupo folclórico ensaya. En medio de todo esto, sentado en el pasto bajo una palmera, Richard Alejandro Sandoval Núñez (31) contesta las preguntas que CNN Chile le realiza en la comuna donde toda una vida ha jugado de local.

Se le escucha tranquilo, pero aún así se puede entrever que está entusiasmado. Hace apenas unos días lanzó Tiempos peores (Planeta, 2018), el cuarto libro de su corta pero prolífica carrera. Un título que opera como un irónico guiño al eslogan de campaña que llevó a Sebastián Piñera a la presidencia de Chile por segunda vez y que lleva como subtítulo Crónicas de un Chile que viola los derechos humanos. Son 16 relatos que desnudan a un país en donde la miseria y los abusos continúan siendo pan de cada día.

Desde el desastre medioambiental en Til Til a la desesperación de una familia que es embargada por la deuda del Crédito con Aval del Estado, pasando por el feroz ataque de Carabineros a Brandon Hernández Huentecol en La Araucanía y la lucha por la verdad y justicia de Ana González. Todas historias que interpelan y conmueven con el fin de sustentar la tesis de que, tal como en dictadura, en nuestro país se siguen violando los derechos humanos.

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A través de sentidas y empáticas narraciones, Tiempos peores nos muestra una colección de estampas de un Chile que nadie quiere ver, pero donde vive la mayoría.

—La primera intención de este libro tiene que ver con que Chile como país cree que el tema de los derechos humanos no lo toca en la actualidad. Cuando se hacen las críticas válidas respecto a la situación de derechos humanos en países como Nicaragua, Venezuela o Cuba, o lo que ocurre con las crisis migratorias en Europa, siempre pensamos que estamos muy distantes de una realidad así. Lo que yo quise hacer con este libro fue ir a buscar a los personajes que a lo largo de Chile pueden decir, a través de sus historias, que acá sí se violan los derechos humanos, porque a ellos se les han violado o se los están violando en ese preciso momento —explica el autor.

—Esta sensación de que lo terrible pasa en una caravana de migrantes que viaja a Estados Unidos o que la miseria se vive en países como Venezuela, ¿no se deberá a que el Chile hegemónico es un país mucho menos como Providencia o Santiago Centro y mucho más como Quintero-Puchuncaví o La Araucanía? Dos zonas que, por cierto, son ejes de tus crónicas.
—Todo lo político en Chile se hace bajo el diagnóstico de que somos un país prácticamente de la elite mundial. Algo que a mí me llamó profundamente la atención, ya en el proceso de realización del libro, fue escuchar en la franja presidencial del año pasado al presidente Piñera prometer que, si lo elegían, en 2025 íbamos a ser un país desarrollado. Claro, eso lo hace un personaje ahora de derecha, pero es lo que hizo la Concertación durante sus 20 años. En la elección del ’99, con Lagos, íbamos a ser desarrollados hacia el 2010. Con el primer Piñera íbamos a ser desarrollados hacia el 2020. En el primer gobierno de Bachelet ingresamos al club de países ricos de la OCDE gracias a un esfuerzo de Estado que lideró en su momento el ministro Velasco.

—La promesa de prácticamente todos los gobiernos desde el retorno a la democracia.
—Lo que yo quise hacer con el libro fue desacreditar ese diagnóstico y mostrar el Chile que no aparece a nivel hegemónico en las discusiones políticas, en las teleseries o en las fórmulas publicitarias. Lo que quise, a través de los personajes de este libro, fue decir que es imposible entender una idea de desarrollo de aquí a 10 años si se sigue embargando a gente porque estudia con el CAE, asesinando mapuche en La Araucanía o allanando escuelitas rurales de manera violenta. Con este libro, y a través de la investigación sobre múltiples casos, intento decir que es una farsa que Chile va a llegar al desarrollo. Es un engaño hablar de desarrollo en Chile cuando se violan derechos humanos absolutamente básicos.

Cronista de investigación

Richard Sandoval es un nombre reconocido en los círculos políticos, periodísticos y literarios de esta década. Una fama que se debe sobre todo a Noesnalaferia, el blog que co-fundo en 2010 y que, mediante una mirada coloquial y juvenil, logró mezclar el lenguaje pop con el político como ningún medio lo había hecho en los últimos años.

La alta viralización que lograron sus textos durante el movimiento estudiantil de 2011 catapularon a Richard como una voz influyente dentro de los circuitos universitarios. Su disruptiva pluma lo llevó a un exponencial crecimiento de seguidores en Facebook y Twitter, el reconocimiento de otros influencers y a la implantación de una estética que rayó la moda dentro de la izquierda y el progresismo millennial. Algo que para aquel joven nacido y criado en la periférica comuna de San Bernardo significó un giro total en su vida.

Paralelo a sus trabajos en medios como La Tercera, The Clinic o Radio Nuevo Mundo, Sandoval comenzó a publicar libros. Primero fue Colo Colo ya no es de Chile (Autoedición, 2012), co-escrito junto a Dante Faúndez, y luego vinieron dos obras basadas principalmente en la recopilación de sus artículos en Noesnalaferia: Soy periférico (Contragolpe, 2014) y Tanto duele Chile (Los Libros de la Mujer Rota, 2016).

Tiempos peores, no obstante, marca un quiebre con aquel estilo que le valió no sólo visibilidad, sino que también veladas críticas a una prosa neobarroca que tendía constantemente a la épica visceral. En este nuevo libro, sin embargo, hay otro espíritu literario.

—¿Cuáles son las razones narrativas que te llevan a dejar de hablar de tus vivencias a aproximarte desde la distancia a historias que ya no son las tuyas? ¿Por qué la decisión de un estilo escritural distinto?
—Eso tiene que ver con lo que yo estoy viviendo como profesional. Este es un libro que muestra mi posición más madura como escritor, siento que es superior al resto de los que he hecho precisamente por lo que tú mencionas. Hay dos carriles que configuran el sentido de este libro. Por un lado, quise que fuera un libro en donde estuvieran presentes nociones de investigación periodística, que cada una de las historias fuera reporteada, que fuera a partir de conversaciones, de revisión de antecedentes, de cosas judiciales, de revisión histórica de prensa y de hablar con expertos que pudieran entregar una mirada para complementar un caso. Este libro tiene una clara intención periodística, y no digo que los anteriores no la hayan tenido, pero estaban en un código totalmente distinto: la columna, la intución y la emoción.

—Ahora, en cambio, prima la crónica en tercera persona.
—El otro espíritu que tiene este libro es el carácter narrativo al cual hice un esfuerzo porque que se produjera. Leí muchos autores durante el proceso para tener ciertas inspiraciones narrativas: a (Eduardo) Sacheri, a un escritor chileno que se llama Juan Pablo Sáez o a (Marcelo) Mellado. Yo aspiré a que este libro provocara una lectura fluida en el lector y que el lector sintiera que no estaba leyendo historias duras, que a veces puede ser el lenguaje y el código más periodístico. Yo quería que el lector sintiera, al avanzar en la lectura, que podía estar leyendo un cuento. Y esa mezcla entre lo periodístico y lo narrativo fue una intención que yo tuve con este libro. Y creo que, de alguna manera, se logra.

—Conociendo lo que habías hecho antes, me parece que en esta obra hay un ánimo de superar el código de escritura por el que se te conoció. También te lo pregunto porque en tu bio de Twitter sacaste de la descripción “director de Noesnalaferia”. ¿Hay una necesidad de desmarcarte del medio que fundaste?
—Sí, Noesnalaferia es un código muy intuitivo, mucho de la expresión de la rabia o de la admiración de algo. Mucho de Noesnalaferia tenía que ver con una redacción u observación de la realidad mucho más intuitiva, y eso en algún momento sentí que comenzaba a ser pobre respecto a las aspiraciones que yo también estaba sintiendo y necesitando. Con este libro, como te digo, quise buscar un código más maduro que explora en otra dimensión del periodismo. Quiero desenmarcar mi actual estilo de escritura de la que hice en Noesnalaferia e inscribirla en un periodismo narrativo más cercano a la investigación.

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“Desde que mis textos empezaron a tener cierto eco, mi carrera ha avanzado de manera paralela a la evolución del neofascismo. Cuando comencé a hacer textos que eran muy comentados empezó un trolleo fuertísimo, humillante y muy grosero”.

La mención al periodismo de investigación no es casual. El segundo semestre de este año, Richard se inscribió en el diplomado Ciper-UDP de Periodismo de Investigación con el fin de perfeccionarse para sumar nuevas capas que lo enriquezcan tanto a él como autor -al momento de escribir- como al lector -al momento de aproximarse a su obra-.

—Me has mencionado harto el tópico de la investigación periodística. ¿Hacia allá te quieres perfilar como escritor?
—Al comprender mis necesidades y mis aspiraciones, los conocimiento académicos nutren, potencian e impulsan para poder cumplir con esos objetivos. En el diplomado he aprendido muchísimo, escuchando a profesores o a compañeros que cuentan experiencias que enseñan fórmulas o maneras de aproximarse a la realidad que, sin duda, han influido en mi forma. El último texto que yo escribí para Tiempos peores es sobre la crisis en Quintero-Puchuncaví, el cual lo hice estando ya con las clases del diplomado. Ese texto a mí me gusta mucho, considero que es el más periodístico del libro porque está complementado, además de la narración, con entrevistas con Greenpeace y el Colegio Médico. Mi preocupación, y eso es lo entretenido y rico de ir avanzando hacia otros estilos, era “¿cómo pongo datos duros, estudios u opiniones que están en un lenguaje científico para que conserve su espíritu narrativo en el que el lector experimenta niveles de belleza al avanzar?”.

—Algunas de las críticas que se le hacían a tus textos era que siempre apelaban a una emocionalidad desmedida que terminaba por cansar. ¿Influyo ese tipo de comentarios al momento de tomar la decisión de este giro estilístico?
—No es que las críticas a mí me muevan en cuanto a la dirección que tomo, pero considero esas críticas totalmente válidas porque son críticas que yo también me hago. Con esto no quiero decir que lo anterior considere que es malo o insuficiente, era lo que yo sentía que tenía que narrar o exponer muchas veces con frenesí. Ahí estaba el brillo de ese estilo, el cual tampoco he abandonado del todo, hay elementos que conservo para hacer otro tipo de textos con los que también me gustaría jugar más adelante, pero hoy lo que me mueve es esta necesidad por algo más robusto. Y eso es lo que quiero mostrar con este libro: que gente que me haya leído antes -con ese otro código más básico, si se quiere- encuentre aquí una versión más acabada de la escritura.

Dejar de ser carne de meme

Sentado con las piernas entrecruzadas sobre el pasto, su voz irradia determinación, pero sobre todo madurez. Quienes conocieron a Sandoval en el primer lustro de esta década podrían notar que en sus palabras hay una actitud reposada que difiere de la efervescencia y la exposición en redes sociales durante aquellos años.

En todo ese tiempo, Richard Sandoval y Noesnalaferia han sido conceptos que estaban indisolublemente asociados. Aquel proyecto, que se transformó en un semillero de nombres como Paloma Grunert (editora digital de Telesur), Javier Bertossi (creador de la serie El Reemplazante y programador de Viacom), Arelis Uribe (periodista y escritora feminista) o Nicolás Cabargas (periodista de CHV Deportes), hoy se encuentra reducido únicamente al programa que conduce cada miércoles en Súbela Radio. El sitio, en tanto, está principalmente abandonado.

—¿Noesnalaferia murió como proyecto?
—No, no ha muerto, pero sí ha tenido modificaciones propias de la experiencia que tienen proyectos de este tipo que son claramente precarios económicamente y también del punto de vista personal. Todos vamos tomando rumbos distintos, vamos creciendo y el formato tiene que ir acomodándose a aquello. Hoy Noesnalaferia está reducido a textos que pueden ir apareciendo de repente porque no existen las condiciones para desarrollarlo de la manera que en algún momento quisimos y que lo llevó a tener un éxito bastante importante. Más allá de eso, el medio cumplió la misión que nos propusimos en un momento determinado y eso es lo que nos satisface finalmente hasta hoy, que estamos viviendo Noesnalaferia como algo mucho más relajado y que tiene que ver con una comunidad de amigos.

En el mismo parque donde pasó toda su niñez y adolescencia, el autor asegura que ha crecido, que tiene nuevas inquietudes y que está en otra etapa de su vida. Así también lo auscultó José Ignacio Silva en la crítica que Las Últimas Noticias le hizo al libro: “el periodista dejó de sacarse la selfie sarcástica o de escarnio fácil -carne de meme- y pasó a tomar con trípode y gran angular la foto de un panorama nacional nada confortable”.

Esa “carne de meme” a la que se refiere Silva es algo a lo que Sandoval se viene enfrentando tras sus momentos de mayor visibilidad, convirtiéndose en flanco de ataques de ciertos grupos alt-right que se organizan en redes sociales y foros de Internet para promover odiosidad hacia Richard.

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“Mucho de Noesnalaferia tenía que ver con una redacción u observación de la realidad mucho más intuitiva, y eso en algún momento sentí que comenzaba a ser pobre respecto a las aspiraciones que yo también estaba sintiendo y necesitando”.

—¿Cómo te tomas esos ataques en esta era del auge del neofascismo en Chile y el mundo?
—Es interesante ese escenario. Desde que mis textos empezaron a tener cierto eco, mi carrera ha avanzado de manera paralela a la evolución del neofascismo. Cuando comencé a hacer textos que eran muy comentados empezó un trolleo fuertísimo, humillante y muy grosero.

—¿Te dolió ese trolleo?
—Me dolía profundamente. Yo casi lloraba cuando veía ataques burdos, casi criminales. Luego fui tomando un cuero de chancho, me empezó a dar lo mismo y empecé a menospreciar esos ataques. Pero ahora, con la instalación de las lógicas del neofascismo como las fake news, comienzo a mirar con mayor seriedad este tipo de ataques y es un desafío saber cómo ir reaccionando, porque es una fórmula que se usa en todo el mundo y que llevó al poder a Trump y a Bolsonaro, que tiene que ver con la instalación de mentiras como una cuestión doctrinaria y con el descrédito basado en ataques personales a todo quien los cuestione.

—Ante eso, ¿cómo reaccionas?
—Me llama la atención la maquinaria de desprestigio para avanzar que tienen estos grupos. Más allá de eso, yo también he aprendido a saber qué crítica aceptar y qué crítica no aceptar, porque cuando hay una crítica que tiene como objetivo trollearte y desprestigiarte para invalidarte, es preferible obviar o ignorar. Pero cuando son críticas más contundentes y serias, con nombre y apellido, críticas que aspiran a la confrontación política, he aprendido también a aceptarlas, a mirarlas y a tratar de distanciarme de la propia izquierda como una cuestión idolatrable en la que no se puede observar las dimensiones de violaciones a los derechos humanos, las cuales sí ocurren. Porque esas violaciones ocurren prácticamente -con mayor y menor grado- en todos los países del mundo.

—También he notado que, junto con el crecimiento de estos grupos que te atacan, tú también has tenido más recato a exponerte. ¿Tiene que ver con esto?
—Sí, tiene que ver con estar más piola. Trato de cuidarme más, que era algo que nunca había considerado antes. Quizás porque nunca me di cuenta del espacio que la escritura de uno ocupa. Ir entendiendo lo que significa la exposición me ha llevado a tener ciertos cambios que aspiran a no ser tan blanco fácil para que te peguen.

—En el contexto del surgimiento de esta ultraderecha, ¿no te da miedo que te ataquen de una forma que sobrepase las redes sociales?
—Yo antes me reía, pensaba que cómo es posible que gente por desavenencias políticas, críticas o el simple hecho de que te tenga mala -mucha gente me tiene mucha mala- llegue a la brutalidad de golpearte porque opina diferente a ti.

—¿Alguna vez te han atacado en persona?
—Una vez estaba en un carrete y se me acercó un cabro a preguntarme si yo era yo y me echó la foca. Me asusté, andaba con un amigo que me dijo “vámonos de aquí” porque de verdad yo no sé qué pudo haber echo ese loco si seguía en su mala onda. Hace unas semanas, yo justo salí del metro cuando fue la marcha por Jesús en la Alameda y vi a toda esa gente enbanderada, con poleras y un discurso claramente de odio, me asusté de que quizás alguien me reconociera y me tratara de dañar. No creo que antes pasara a ese nivel. La aparición del neofascismo es un elemento que puede comenzar a amedrentar a periodistas. Y eso es muy preocupante.

Tiempos peores: Crónicas de un Chile que viola los derechos humanos
Richard Sandoval

Editorial Planeta
202 páginas
Precio de referencia: $11.900

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