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La presentación de Bad Bunny en el Festival de Viña del Mar de este 2019 marcó una de las primeras controversias del año. El trap apareció como un estilo que dividió dos generaciones: quienes lo disfrutan y quienes lo odian.

En la Quinta Vergara eran 15 mil las personas que cantaron a coro Estoy Bien, ChambeaNi Bien Ni Mal, temas que gracias a una voz y una base logran desatar la euforia de los fanáticos.

Una música que no convence a una generación, quienes ven en Bad Bunny, en sus canciones y en sus letras algo lejos de ser aceptable.

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Foto: Agencia UNO.

Así como Benito Martínez -nombre original del artista- otros anteriormente ya marcaron un hito en términos de quiebres generacionales.

La juventud que se levantó hacia fines de los 60 contra la Guerra de Vietnam y los artistas que se presentaron en Woodstock 69′ son una muestra de una batalla entre padres, madres e hijos.

Elvis, Chuck Berry y The Beatles son ejemplos del quiebre que se hace en la juventud, una etapa en la que la persona busca formar una identidad hacia la adultez.

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“Los tiempos están cambiando”, cantaba Bob Dylan en 1964 ante una juventud que buscaba cambios sociales, reflejados en la música, separados de los pensamientos de sus padres.

El caso de Bad Bunny califica al menos para un debate entre generaciones que aprecian el arte de forma distinta.

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