Nuevas masculinidades: Los desafíos para los hombres en la actualidad

Por Juan Pablo Belair

09.07.2019 / 15:05

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"Los hombres se validan desde la dureza, siguiendo con una mirada inferiorizante sobre las mujeres, refiriéndose a ellas como “la niña que me ayuda, la mijita, la señorita” y dentro de este mismo tono, al interior de una organización, tampoco saben cómo liderar equipos donde hayan mujeres", dice el especialista en coach ontológico Juan Pablo Belair.


La posición de los hombres frente a la masculinidad, tras el mayo feminista de 2018, nos deja áreas de profunda reflexión. Ser hombre tiene una carga estereotipada que habla sobre un rol evidentemente proveedor, de una persona que pasa poco tiempo con su familia y que no toma medidas de corresponsabilidad familiar. Hay un tema pendiente sobre la división sexual de las labores del hogar que siguen siendo derivadas hacia las mujeres; ya sean hijas, esposas o hermanas. Muchos además, se han ido a trabajar a otras ciudades, como es en el rubro de la minería donde por buscar mejores oportunidades laborales, delegan sus funciones como papás a otros familiares.

Los cuestionamientos sobre el rol de los hombres en la sociedad sigue estancado por múltiples razones. Si bien hay algunos hombres que logran conectarse con esta carga estereotípica e intentan resolverla, en general pasan menos tiempo con sus familias. Ese “estar en familia” en la actualidad es mucho más diverso que hace algunos años atrás: hay acuerdos de pareja a la hora de ser padres y formar una familia, dentro del cual muchos prefirieron dejar a las esposas y novias en las grandes ciudades criando, confiando en que eso se traduciría en una mejor calidad de vida para sus hijos e hijas.

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Estos hombres, instalados dentro de una heteronormatividad, siguen teniendo una base inconsciente de discriminación, sobre todo a la hora de hablar de homosexualidad. Ya no es tan tolerada la discriminación de odio, del tipo “voy a golpear”, pero sigue presente en la broma, en el bullying, en los chistes homofóbicos; relacionándose con mujeres de la misma forma. Es posible que la sexualización ya no sea tan evidente, pero sigue igual de implícita en los “WhatsApp de amigos”, en los garabatos con denominación femenina y en el menoscabo hacia las necesidades que ellas manifiestan al interior de las relaciones. La generación sobre 35 años sigue en este loop, donde se aprende a ser bruto y se acepta.

Quiero ser optimista y pensar que hay una intención de mejorar y cambiar. Creo, por supuesto, que hay gente que está en el extremo de una visión sesgada sobre los temas de género, inclusión y no discriminación, pero también veo un interés genuino desde la mujer por resolver estos discursos, donde llevan la delantera de este cambio cultural.

Cuando al interior de las empresas y organizaciones se toma el pulso a las percepciones de género de los trabajadores y trabajadoras, se sigue viendo que quien tiene la voz, el uso de la palabra, y algunos estereotipos con el tema sexual son los hombres. Ellos se validan desde la dureza, siguiendo con una mirada inferiorizante sobre las mujeres, refiriéndose a ellas como “la niña que me ayuda, la mijita, la señorita” y dentro de este mismo tono, al interior de una organización, tampoco saben como liderar equipos donde hayan mujeres, no saben cómo llamar la atención o manejar una crisis comunicacional.

Dentro de esta sociedad que se resiste al cambio, la incorporación e instalación de la Norma Chilena 3262 de igualdad de género y conciliación de la vida familiar, laboral y personal se instala como un procedimiento básico para asegurar la incorporación de más mujeres a las empresas, y que las organizaciones en sí posean una valoración de su propio trabajo y una mejora del clima laboral en el cual se desenvuelven.

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Los estereotipos de género, como son construidos, también se pueden de-construir. Y dentro de ellos, en el que más nos ha costado avanzar es en el lenguaje inclusivo. Es complejo porque ahí están las construcciones más personales de los seres humanos, ya que a través del lenguaje nos comunicamos y le damos valor a las cosas. Ese proceso de “darnos cuenta”, y estar pendientes de la discriminación, requiere una nueva forma de relacionarnos que también se construye, y la base de su crecimiento e instalación es partir por dominios consensuales, por eso es importante entender las diferencias básicas entre el sistema sexo-género, y promover una reflexión profunda sobre esto, teniendo en cuenta que es un proceso de aprendizaje continuo.

Por lo pronto, estas nuevas masculinidades que emergerán a través del cambio deben apelar a una mayor conexión con nuestras emociones, con todas ellas: penas, rabias, frustraciones. Algo se genera dentro del hombre que trabajó la emoción y el sentido ético, incorporando además la noción sobre su propia vulnerabilidad: es capaz de conectarse con otros y otras. La idea falaz del poder es lo que muchas veces nos endurece, que es como ponerse un impermeable en la piel, que nos protege de un modo de vida duro, de mucho estrés, de trabajo competitivo, pero que cuando hace verano nos estorba y nos vuelve todo más difícil de sobrellevar.

Acerca del autor

Juan Pablo Belair es socio director Ars Global Consultores y especialista en coach ontológico y cambio cultural.