Por Matilde Burgos
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Psiquiatra dedicado al psicoanálisis desde hace 40 años. No importa qué investigación esté realizando, qué curso imparta o qué libro escriba, su labor de terapeuta se ha mantenido inalterable.

Riguroso, no huye del debate y es, también, un referente si queremos hablar de amor y sexualidad.

Descendiente de italianos, esposo, papá de tres hijas y tangómano. Ricardo Capponi conversó a fondo con CNN Íntimo de la mirada que tiene actualmente del país, reflexionó respecto a qué nos hace felices, se refirió al aumento de enfermedades de salud mental y relacionó la ansiedad con el poder de los líderes populistas.

Para profundizar sobre el momento que están viviendo los chilenos, el psiquiatra comienza analizándolo desde la dictadura y el conflicto generacional que existe hoy.

“Teníamos una derecha con un sentimiento de culpa que yo creo que le daba una cierta humildad, por todo lo que pasó durante la dictadura militar, y una izquierda que, también de alguna manera, se había dado cuenta que esto de plantearse sueños sin mirar la realidad tenía consecuencias muy nefastas. Teníamos un país muy dispuesto desde una cierta humildad al diálogo”.

Respecto al conflicto generacional que nota en Chile, indica que está relacionado con “una generación joven que viene con una sensación de omnipotencia porque no ha vivido los problemas que vivimos la generación anterior y cree que las cosas son más fáciles de lo que son”.

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Asimismo, reflexiona sobre el aumento en las tasas de suicidios durante los últimos años, lo que ha generado que el Ministerio de Salud lanzara una guía preventiva destinada, principalmente, a los estudiantes de la educación superior.

“La satisfacción con la vida es una manera de medir el bienestar o la felicidad. Hay otra forma que es medir cuál es el bienestar emocional de los chilenos. Tenemos un bajo bienestar emocional porque tenemos niveles muy altos de estrés y son los que gatillan muchas patologías: depresión, cuadros psicóticos, de trastorno de ansiedad (…) Estamos satisfechos con la vida, pero somos bastante infelices”, sostiene.

En la misma línea, añade que es bueno que en el país se hable del suicidio, porque “tenemos una historia que tiene que ver con una cultura en Chile donde las cosas feas se les cubre con tupido velo. Si hablamos de sexualidad nos vamos a transformar en degenerados y promiscuos; si hablamos de la agresión vamos a subir los niveles de violencia; si hablamos de suicidio, la gente se va a suicidar. Eso es absolutamente equivocado, tiene que ver con una mentalidad que no se quiere hacer cargo de los problemas emocionales con que vivimos. Ponerle palabras a las emociones y sentimientos es lo que nos acerca a poder manejarlas bien”.

Líderes populistas: Entre el alivio y el infierno

Una de las frases más repetitivas de análisis es si es dinero hace o no la felicidad. Para Capponi el dinero la ayuda, pero bajo un cierto monto.

“(Con) menos de 20 mil dólares per cápita anual las personas viven más bien en una situación de mucha preocupación por las cosas básicas y eso echa a perder la felicidad”, dice.

A raíz de ello, asegura que en Chile “la distribución del ingreso es tan desigual, tenemos una población muy grande que tiene un ingreso por lo bajo de lo que se requiere como mínimo para tener tranquilidad y felicidad”.

Si bien manifiesta que hay “que preocuparnos mucho todavía por el ingreso, para lograr mayores niveles de felicidad”, enfatiza que “no hay que confundir el bienestar emocional, que se da cuando uno tiene mejores ingresos, con la satisfacción con la vida, porque los chilenos estamos satisfechos con la vida”.

Otra de las analogías que observa en la actualidad es la relación de la ansiedad con los líderes populistas y cómo ambas operan en la misma línea.

“Las expectativas que tenemos no se están cumpliendo. Produce frustración, malestar y aumenta el nivel de ansiedad. Cuando aumenta el nivel de ansiedad en los grupos, comenzamos a buscar a un líder que nos saque de esta situación”, afirma.

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A esto, agrega que el líder que comienza a “ofrecer las medidas más sencillas, más burdas, es el que tiene más éxito. Se produce un círculo vicioso porque mientras más malestar hay se busca un líder más populista. Como el líder más populista -y más narcisista- va a ser el que va a tomar medidas que a largo plazo van a fracasar, se aumenta más todavía el malestar en la sociedad”.

Justamente, comenta, este fenómeno se puede ver reflejado en las elecciones de Donald Trump en Estados Unidos, Boris Johnson en Reino Unido y Matteo Salvini en Italia.

“Líderes con ese nivel de narcisismo hay siempre, porque es nuestra condición humana. El punto es cómo podemos tener una cultura social que haga que la sociedad tenga más conciencia respecto de que estos líderes populistas en el corto plazo nos ofrecen un alivio, pero al largo plazo nos ofrecen el infierno”.

La represión sexual

Otros de los temas que profundizó Capponi fue la crisis de la Iglesia por los casos de abusos sexuales. Cree que “es un disparate” que cualquier institución, o religión, pueda pedirle a otro que anule su sexualidad y lo califica como “un error importante”.

“Por un problema que tiene más de 400, 500 años, de no poder incorporar a su cosmovisión, a su doctrina, la mirada desde la subjetividad, la importancia del vínculo y a partir de la importancia del vínculo mirar el erotismo y la sexualidad al servicio del amor, transformó la mirada de la sexualidad más bien como algo amenazante que había que reprimir”, señala.

Por esto, continúa, “el problema es que cuando uno reprime la sexualidad, esa se va a arrancar por lados que son bastantes siniestros muchas veces”.

Respecto a la reparación de las víctimas, expuso es un “proceso complejo” y que “lo que le estamos pidiendo a la Iglesia hoy no es sólo la reparación de las víctimas de abuso, es la reparación que significa el habernos desilusionado, traicionado con lo que hizo”.

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De esta forma, agrega, la reparación debe partir de “un esfuerzo que tiene que hacer la Iglesia, enorme, por cambiar su doctrina (…) Revisemos la cosmovisión que tiene la Iglesia sobre muchos temas que en el siglo XIX ya son totalmente caducos y extemporáneos: todo lo que tiene que ver con la sexualidad, con el manejo de la afectividad, qué significa el celibato, dejar a la mujer y lo femenino fuera de esta institución, temas que tiene que ver con la interrupción de la vida, donde la Iglesia dice ‘no, estos temas no se tocan‘”.

“La Iglesia tiene que abrirse a poder pensar que detrás de esto hay análisis muy complejos que pasan por percepción subjetiva del ser humano en relación a lo que es el bien y el mal”, concluye.

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