Por Matilde Burgos
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Comenzó su carrera en televisión antes que ésta empezara en Chile. A los 13 años actuaba en una teleserie en Venezuela y en su regreso no solo se dedicó a actuar, sino que también a cantar, bailar, se vistió de plumas, tuvo su estelar propio y se convirtió en la primera show woman de Chile.

Fundadora del Jappening Con Ja, con sus personajes marcó una etapa en la historia de la televisión. Trabajó por 35 años en Sábado Gigante y vivió 16 años en Estados Unidos.

Nuevamente de regreso en Chile fundó una escuela de talentos y estrenó su ópera prima como directora de teatro musical con 1995, el año que nos volvimos todos un poco locos.

Al verla es imposible no acordarse de personajes como la Valkiria, Pindy, Susana Cecilia o de la Mansa Woman, la primera superhéroe femenina de la televisión.

Maitén Montenegro conversó a fondo con Matilde Burgos en CNN Íntimo sobre su trayectoria en el mundo de artes, habló de los programas en los que trabajó, reflexionó respecto al Chile de hoy y recordó a los personajes que interpretó. “Esas mujeres hicieron algo importante también en mi vida, porque no son personajes, son personas”, aseguró.

—Eres la Mansa Woman de la televisión chilena y quizás ella fue una adelantada en su época, porque es la primera superhéroe femenina y a lo mejor ahora, en época del feminismo, habría sido la que la llevaba. ¿Te identificas con ese movimiento?
—Yo me identifiqué mucho con varias cosas que en el Jappening pasaron, pero lo otro fue la Susana Cecilia, porque fue un personaje que tenía una dificultad de hablar, no era un sex symbol, era una muchacha muy simple y llegó a tener gran éxito (…) creo que la responsabilidad que un artista tiene es caminar con los intereses y visualizar un poquito más lo que podría venir, lo que podría preocuparnos.

—La Susana Cecilia podría hacer perfectamente un programa ahora porque es una belleza distinta…
—Exactamente. Te digo que fue muy atacada, en un momento casi la sacamos de pantalla en una época donde El Mercurio fue muy duro con ella, hicieron muchos reportajes al respecto.

—Porque no hablaba bien.
—Claro. Nosotros trabajábamos con un grupo de psicólogos, sociólogos y un montón de gente que nos aconsejaba de varias cosas en el programa y la mayor preocupación era eso: “¿Qué dicen los niños de la Susana? ¿Por qué habla así?”. Sin embargo, funcionaba bien. Lo lindo era que le entendían más que los adultos.

—Con la Mansa Woman yo te lo llevaba por un tema de feminismo, de si ahora podía haber sido el símbolo de la lucha feminista. ¿Te sentiste discriminada en el medio artístico por ser mujer?
—Debo confesar que no. No encajo en esa situación. Mis objetivos han sido otros, subsistir, sobrevivir unas situaciones difíciles de vida. Empezar a hacerme cargo de mi vida y ser sustento de mi madre y yo a los 11 años. Esto marcó una manera de ver esta carrera de una forma distinta.

—¿Fue una desventaja para ti haberte hecho cargo tan chica? ¿Haber dejado el colegio tan chica? ¿Haberte puesto a trabajar a los 13 años?
—Fue lo que hizo que fuera lo que soy, y yo solo lo encuentro bueno a la larga. No hubo tiempo de analizarlo.

—¿Cómo manejaste el ego?
—No sé si lo he sabido manejar. Existe, pero yo creo que el enfocarse, enamorarse de cada cosa a la vez, tomarle la importancia a lo que cada proyecto va teniendo, te hace ser vulnerable de nuevo, estar en peligro y te hace perder la seguridad que te dio la fama en otro momento.

—El Jappening marcó una generación completa en Chile, y yo diría más, pero el Jappening fundador en el año ’78 donde hacer reír a un país que estaba tan triste era muy difícil. ¿Cómo se insertaron en ese Chile? ¿Cómo fue trabajar en ese tiempo y en ese medio (TVN)?
—En ese momento tuvimos un pequeño ataque de ego, las personas, en el sentido de querer tener un programa nuestro. Hasta ese momento éramos la cartelera fija con buenos resultados de los estelares, de los cierres de Sábado Gigante, de los shows de Televisión Nacional, pero éramos invitados. De repente quisimos tener una casa propia, donde nosotros lo hiciéramos a nuestra manera.

—En el Jappening trabajando en esos años, ¿tuvieron algún tipo de censura o alguna línea que tuvieran que seguir?
—El conjunto tenía funciones bien claras. Todo lo que significaba contenido, plata y todo eso, lo veían los hombres y sobre todo Eduardo. Si hubo problemas mayores de esos, estoy segura que ahí sí no hubiesen venido a hablar con las mujeres. Si algo de eso se dio, yo no lo viví. Lo que nosotros siempre pretendíamos era sorprender cada semana y hacer cosas que no hubiéramos hecho.

—Ahora, con los marcos de convivencia que hay hoy, ¿podrían funcionar personajes como la misma Valkiria? Que era un prototipo de mujer media livianita. ¿O Pindy?
—Cambió el marco social. Cambió en uno, el creador, lo que quieres decir. Yo atesoro esos roles porque esas son personas, vivieron conmigo (…) esas mujeres hicieron algo importante también en mi vida, porque no son personajes, son personas.

—¿Qué te parece el humor que se está haciendo ahora?
—Me parece interesante, yo he seguido algunas carreras, he visto a la Natalia Valdebenito, a la Nathalie Nicloux…

—Natalia ahora salió y le fue muy bien afuera…
—También. Me parece que son muy buenas actrices, lo cual hay algo interesante en eso. No todas me convencen porque tiene que ver mucho con la persona. Creo que es un estilo en la que la persona pesa tanto como la rutina. Me parece interesante y me parece económico, además, en una época donde el público se deslumbra con recitales con una infraestructura increíble. La simpleza de un stand-up es algo que queda bien, me parece que tiene que ver con los montos y lo que se maneja en el mercado. Son formas, creo que falta más humor, creo que el chileno ha perdido un poco el sentido del humor.

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Abajo del escenario

—En esta tremenda carrera Sábado Gigante también fue una marca importante en la vida, no solamente en la profesional, sino que también en la personal, porque te sacó de Chile. ¿Cómo fue trabajar en Sábado Gigante?
—Ya había sido Chile un desafío y yo tenía una doble vida porque era artista, hacía shows y además producía. La decisión de EE.UU. fue cambio de vida real. Con Jorge queríamos hacer mejor nuestro último trabajo que era nuestra hija conjunta. Él se había separado, había estado poco con sus hijos en muchos momentos. Yo también me había separado y me había volcado tanto en trabajar que me sentía un poco culpable de no estar tanto con Max. La Cata llegó y fue como “oye, vamos a tratar de corregir el tiempo y los espacios ¿Cómo se hace?” en mi caso era dejando el escenario.

—¿Fue duro?
—Sí. Dos años me demoré en decidirlo. No sé ser part-time, me involucro demasiado, no entiendo el reloj de la hora. Entonces dijimos no, esta sería una oportunidad y Mario nos lleva a conocer Miami para ver si nos vamos a acostumbrar y la decisión fue de ambos.

—¿Qué edad tenía la Cata?
—Tenía 2 años cuando tomamos la decisión y Mario nos ofrece que yo me haga cargo de la producción. Me bajo del escenario y me dedico a eso y nos dio 2 años de un 40% de tiempo de trabajo, porque el 60% se hacía en Chile.

—Tu segunda hija no te podría cobrar eso, tu estuviste muy presente. Hoy la Cata Rendic es una tremenda coreógrafa, bailarina, que es nuestro orgullo en este sentido porque ha hecho una carrera espectacular en EE.UU. ¿No te puede cobrar que no estuviste con ella?
—No sé cuándo. A veces se cobra en un momento que uno no espera, no siempre se cobra de niño. Es fascinante en esta época tener a un papá que quizás sea importante. “Cata me puedes cobrar lo que quieras”, pero también conoció un medio que era importante.

—¿Hoy cómo la ves como esta tremenda artista?
—Yo me asusto, veo su carrera y me viene lo que les pasa a las mamás siempre: nos da susto. Ha sido demasiado fantástica siempre.

—¿Volver a Chile no fue un quiebre con Mario Kreutzberger?
—No, no tengo ningún problema con Mario. Yo hice un quiebre con la televisión. Empecé a ver que venía una televisión que no me satisfacía, que era muy preocupada del rating, muy preocupada de un marketing, donde opinaban más los ingenieros comerciales que los creadores. Había otros códigos que no me acomodaban tanto porque yo he sido siempre una productora creativa, de ideas, entonces empecé a sentir que era un poco fome la cosa y que no era el lugar para apostar.

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Más cultura, más responsabilidad

—¿Con qué te encontraste al volver a Chile?
Cambió Chile y cambié yo, pero fundamentalmente creo que no logro encontrar la identidad chilena, eso es lo que más cuesta, y cuando tú tienes que interpretar, debes comprender eso. Está poco claro, me cuesta, por eso me acerco mucho más a los niños y a los jóvenes.

—Tuviste la experiencia de Rojo como jurado y eso te acercó muchísimo a la nueva audiencia. ¿Cómo es esa nueva audiencia?
—Bueno, enseñar a millennials no es fácil. El poder de concentración es menor, es muy disperso todo. Hay que lograr ordenar para concentrar, creo que eso es muy necesario para poder enseñar.

—¿Cómo ves el presente de la televisión? ¿Qué te gustaría que tuviera?
—Me gustaría que tuviera más calidad, que tuviera unos contenidos más interesantes, que aportarán más. Estamos hablando de la televisión abierta, yo pienso que la televisión por cable y las plataformas están espectacular (…) esta fórmula de abierta, diaria, sí necesita tener un poquito más de responsabilidad.

—¿Qué es lo que te mueve hoy?
—Me movería que las grandes empresas apostaran a la cultura de una manera más profunda, no solamente porque te dé rating o te permite vender tu marca. Tomar una conciencia mayor de lo impactante que es el medio, todavía en Chile pesa mucho.

—¿Te gusta el Chile que ves?
—Lo encuentro tan lento, va reaccionando tarde. Se ve tan moderno, pero en la esencia no avanza en los riegos, no se atreve, y creo que eso nos va a ir dejando atrás. Estamos siendo un país antiguo en muchas cosas y súper modernos en otras. Creo que Chile puede y que la juventud de ahora está teniendo una gran responsabilidad de hacer otras cosas.

—¿Echas de menos estar tú delante de la pantalla o sobre el escenario?
—No es que eche eso de menos, yo me quiero poner al servicio de donde sea útil, que esté para lograr entregar el mensaje, para lograr comunicar. No me importa en el lugar en el que esté, lo que me parece es que tengo la obligación de despertar cosas, de hacer que se motiven, sobre todo en la carrera del arte.

—¿Es difícil para una mujer mantenerse vigente? Yo pienso que para una época hedonista envejecer en pantalla no es fácil tampoco.
—Creo que el talento no tiene género y las ideas no tienen tiempo de expiración. Yo creo que, si mis alumnos van a contar mejor las ideas que se nos ocurrieron entre todos, prefiero no estar y que la cuente alguien más joven si eso significa puente. Pero no creo que esos deban ser los puentes, creo que la gente tiene que ver la esencia de las cosas. Es difícil, quizás, decir la edad como lo fue para mí cuando tenía 11 años, pero hasta hace 3 años fui hacer un proyecto con gente súper joven en EE.UU. donde valoraban mucho la experiencia mezcladas con las nuevas ideas. Creo que eso necesita Chile, unir más, porque además lo que viene es una generación con gente de edad que va a durar mucho y más vale que la vayamos incorporando y la consideremos, porque va a estar ahí y no puede ser un estorbo.

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