Por Matías Honour
Agencia UNO

De un tiempo a esta parte, la carencia y déficit de acceso a áreas verdes de calidad es un tema ya instalado en la discusión de ciudad, el que si bien aún no está resuelto, se han realizado esfuerzos para hacerle frente. Sin embargo, en el último tiempo, esto se ha visto en riesgo por otro de los temas críticos para la ciudad. La fuerte escasez hídrica que está viviendo el país y a la que nos tenemos que empezar a acostumbrar. En 2021, 184 municipios, donde vive el 47% de la población del país, fueron decretados con falta extrema de agua, y en regiones como la Metropolitana, el consumo humano de agua potable -donde entra el riego de áreas verdes- alcanza el 32%.

Frente a eso, nos encontramos con una disyuntiva que puede ser difícil de enfrentar. Por un lado, la desigualdad de acceso a áreas verdes; y por otro, la necesidad de resguardar al máximo el escaso y preciado recurso hídrico.

Ahora bien, ¿tiene que tratarse esto de una disyuntiva? ¿Tenemos que conformarnos con priorizar una por sobre otra? En Fundación Mi Parque estamos convencidos de que no. Al contrario, creemos que es una oportunidad única que nos impulsa como sociedad a hacer frente a este tremendo desafío, desde acciones concretas que nos ayuden a cambiar la manera en cómo vemos, pensamos y usamos las áreas verdes.

Las áreas verdes por definición son espacios destinados al esparcimiento, conformados, dentro de otras cosas, por especies vegetales, las que obviamente dependen del agua para su subsistencia. Pero más allá de la definición de área verde, estos son espacios que nos entregan una serie de beneficios tanto medioambientales como socioculturales, teniendo un rol fundamental en las ciudades y en la calidad de vida de las personas que las habitan.

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Desde lo medioambiental, aportan con vegetación a la ciudad y, si son bien diseñadas, influyen directamente en la biodiversidad; ayudan a regular la temperatura y las islas de calor; permiten disminuir la contaminación y favorecen la infiltración, retención y captación de aguas, aspecto clave para devolver las aguas lluvias y de riego a su sistema natural.

Desde lo sociocultural, son principalmente espacios de integración social y desarrollo comunitario, lugares de deporte y recreación, además de ser un valioso aporte a la salud física, emocional y mental de las personas.

El esfuerzo al que nos enfrentamos entonces es doble, ya que es necesario aumentar cada vez más el acceso a estos espacios, a la vez de que reducimos el consumo hídrico, aprovechando el recurso al máximo.

En el último tiempo hemos visto y aplaudido buenas iniciativas, como la reducción drástica del riego, eliminación de césped o recambio de especies vegetales, además de algunas campañas de sensibilización que diversos municipios han implementado.

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Estamos seguros que estas pueden ser un gran aporte y que la suma de estas ayuda realmente a enfrentar el problema, pero también vemos que, aplicadas de mala manera y sin soluciones de fondo, nos pueden llevar a un futuro con ciudades cada vez más áridas y menos naturales.

Para avanzar en esto, proponemos algunos desafíos y oportunidades que creemos relevantes de trabajar:

Diseñar áreas verdes con pertinencia territorial, implementando en los nuevos proyectos mejores estrategias para aprovechar el recurso hídrico, buscando especies vegetales adaptadas al lugar, propiciando, además, la captación e infiltración de las aguas. Para ello, es necesario incorporar estos requerimientos en las nuevas licitaciones públicas, en las normativas y, en general, en los procesos de diseño de estos proyectos. La Política Nacional de Parques Urbanos, lanzada el año 2021 por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, lo expresa como uno de sus puntos relevantes, pero es necesario además focalizarlo al desarrollo de proyectos de menor escala, como plazas, bandejones, rotondas, antejardines, entre otros.

Necesitamos redefinir, desde la sociedad y el diseño, el concepto de área verde que permanece en nuestro imaginario. Tenemos la oportunidad de incorporar paletas vegetales más amplias, diversas y basadas en especies adaptadas al clima de cada territorio, las cuales pueden variar en cuanto a color y forma según la época del año. Este cambio de paradigma también nos obliga a priorizar a conciencia el uso del pasto, favoreciendo su incorporación sólo cuando cumpla un rol social y recreacional, más que por su aporte visual.

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En cuanto a los municipios, quienes muchas veces tienen la responsabilidad de construir y mantener estos espacios, es necesario entregarles más herramientas de gestión que les ayude a fiscalizar y mejorar los contratos de mantención, además de apoyarlos con mayores oportunidades de financiamiento e incentivos para facilitar la búsqueda e implementación de nuevas soluciones a escala local.

Entrando directo al uso del agua, es fundamental hacernos cargo de una gestión más eficiente del riego, eliminando progresivamente la utilización de agua potable. Para ello, una de las medidas fundamentales es avanzar definitivamente en el uso de aguas grises, por lo que es urgente la implementación de la Ley 21075, promulgada el 2018 y que regula las aguas grises, pero que a la fecha, su reglamento sigue en tramitación. Junto a esto, es esencial implementar sistemas de riego más eficientes, de fácil gestión y adaptados a cada contexto, como riegos tecnificados en vez de riego por manguera. Esto, junto a una correcta selección vegetal puede reducir diez veces el consumo de agua por metro cuadrado. Por ejemplo, la Municipalidad de Providencia estima que con sus planes de recambio de especies y sistemas de riego puede ahorrar 16 millones de litros al mes.

En cuanto a la ciudadanía, es fundamental abrir canales de comunicación constantes e integrales frente a los cambios y decisiones que se toman respecto a sus espacios públicos, con el fin que se constituyan no sólo como espacios de entrega de información, sino como procesos de aprendizaje y educación medioambiental.

Más allá de una reflexión, este es un llamado a la acción. Las áreas verdes y la gestión hídrica deben ir de la mano a escala regional, municipal y comunitaria, como parte de una hoja de ruta concreta para hacernos cargo de la falta extrema de agua que enfrentan nuestras ciudades y, al mismo tiempo, brindar acceso a áreas verdes de calidad y naturaleza a cada vez más personas.

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