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El dato es lapidario. Nunca antes en Chile se detectaron tantos contagios de VIH como en 2018. 6.948 personas fueron diagnosticados con el virus, en los datos oficiales registrados hasta noviembre. Es decir, más del doble de casos nuevos respecto a 2010 y 19,4% más que en 2017.

Los números no sorprenden. En diciembre ONUSIDA ya había revelado que Chile era uno de los 10 países con mayor aumento de casos en esta década. La tendencia al alza en la expansión de esta enfermedad es clara y es el reflejo más claro del fracaso de las políticas públicas en la materia por parte del Estado.

El ministro Emilio Santelices hoy aseguró que “han venido extranjeros con VIH” y por ello se incrementó la cifra, en una declaración grave. No hay mea culpa.

Es una explicación incompleta, porque el contagio ha crecido desde mucho antes del boom migratorio. Confusa, porque dos tercios de los nuevos casos corresponden a chilenos. Y por lo mismo, estigmatiza cuando pone el foco en los inmigrantes antes que en otros de los factores a los que hay que poner atención. Por ejemplo, en la escasa eficacia de las campañas de prevención, ampliamente criticadas por ONGs que la califican insuficiente e inadecuadas respecto a los tiempos.

¿Están correctamente enfocadas a los segmentos de la población que necesitan esa información? ¿Se ha considerado a la población civil en la estrategia? Los números muestran que no y que la reacción hoy llega muy tarde. Pero también son un emplazamiento directo a todos para que se enfrente el asunto de otra forma.

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