{"multiple":false,"video":{"key":"oWdv4N48nO","duration":"00:01:57","type":"video","download":""}}

El miedo. Esa ha sido la emoción o el motor de esta segunda vuelta presidencial en Perú. Que si gana Castillo, Perú se convertirá en Venezuela. Que si gana Fujimori, Perú será sinónimo de corrupción y dictadura. Los fantasmas de la historia de este país han rondado debates y mitines.

Y claro, entre las amenazas de Castillo de nacionalizaciones y de cerrar incluso el Parlamento y las promesas de Fujimori de indultar los crímenes de corrupción y contra los DD.HH. de su padre o de dar bonos imposibles de cumplir, hay razones para temer.

Pero falta afrontar que ellos no surgen de la nada y que hace demasiado tiempo que las reformas al sistema democrático son un pendiente y nunca urgencia.

Lee también: HRW por escenario político de Perú: “Se deben respetar los resultados electorales”

Una década de crecimiento no vino aparejada de mayor igualdad y la pandemia desplomó la economía peruana. La corrupción se hizo norma transversal entre sus líderes: 68 de los actuales 130 congresistas tienen causas administrativas o criminales.

Es una nación donde la informalidad en el empleo llega al 70%, la pobreza al 30% y donde los partidos son débiles y la estabilidad de quien gobierna, endeble. Prueba de sobra: cuatro presidentes en cinco años y en el siglo XX, ocho golpes militares.

Siete de cada 10 peruanos no votó en primera vuelta ni por Fujimori ni por Castillo y el resultado de la segunda ronda dejó al país partido casi en dos, con Keiko acusando irregularidades.

Es urgente saber perder y saber ganar. Saber gobernar y reformar respetando la institucionalidad, confrontando, no asustando. Porque como recordó Alberto Vergara citando a Martha Nussbaum: “El miedo es el sentimiento que reclama controlar a la gente, no liberarla. Con el miedo se erige la opresión; las democracias con la confianza”.

Tags:

Deja tu comentario