Por Mónica Rincón
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Será nuevamente la Corte Internacional de Justicia de La Haya el escenario donde Chile y Bolivia se encontrarán. Chile defenderá que el Silala es un río internacional y Bolivia que parte del flujo que llega a nuestro país es producto de obras hechas por Chile y que a ese extra no tenemos derecho, algo con lo cual nuestro país discrepa.

Menos llamativa al no ser una disputa de límites, pero muy relevante. Lo que está en juego es un elemento cada vez más escaso como el agua dulce, que puede -paradójico- amargar las relaciones entre ambos países y sentar precedente a nivel internacional.

Dos gobiernos más afines ideológicamente, podría ser una ventaja. Pero en el Día del Mar el presidente Luis Arce cerró las puertas: sin salida soberana no se reanudarán las relaciones diplomáticas quebradas en 1978.

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Es un nudo muy difícil de desatar: Bolivia tiene en su Constitución establecido que la demanda marítima es irrenunciable. Y Chile, menos con un fallo que lo respalda, no tiene por qué ceder.

Pero si ambas naciones no se entienden en el mar, hay muchos otros temas que tratar.

Con 800 kilómetros de frontera, entenderse es una obligación y siempre es un triunfo civilizatorio que las diferencias se zanjen ante una Corte y no por las armas.

Pero como dijo Sergio Molina para eso ambos países deben saber perder, pero también ganar. Si te toca lo primero respetar los fallos, si te toca la victoria hacerle más digerible y menos amarga la derrota a tu vecino.

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