La historia se repite, aunque a veces nos olvidemos. Como antes vimos hacer a Bruno Villalobos en medio del caso Huracán, hoy el actual general director de Carabineros, envió un mensaje a sus hombres para reconocer el daño que el homicidio de Camilo Catrillanca ha producido a la institución, asumir errores, exigirles que estén a la altura e infundirles ánimo.
Es positivo el gesto, aunque falte una autocrítica de Hermes Soto respecto de haber confiado ciegamente en la versión inicial. Y es positivo que más tarde criticara el actuar del ex sargento Carlos Alarcón, quien denunció que habían sido presionados para mentir sobre el operativo. Soto dijo que “el ex sargento tenía 25 años de servicio en la institución, es una persona adulta, tiene la madurez suficiente como para determinar lo que está bien y lo que está mal“.
De nuevo una buena y una mala, porque del general director se echaron de menos palabras de rechazo a la supuesta presión de superiores sobre subalternos para obstruir a la justicia. Algo que, aunque no justifica el actuar de los carabineros, sí debería ser investigado y sancionado. La sola posibilidad de que haya existido dicha presión debiera llevar a la cabeza de Carabineros a estar públicamente indignado, alerta y preocupado de indagar a fondo.
La historia se repite. No se puede confiar ciega, sino lúcidamente. No se puede, como se hizo en el caso Huracán, decir que son unos pocos los involucrados. No involucran a toda la institución, pero los errores aislados, cuando se repiten, no son aislados.
Cuando asumió, Hermes Soto dijo respecto de Bruno Villalobos: “Yo habría renunciado antes. Si yo hubiera estado en la misma situación habría renunciado“.
O bien hoy evalúa distinto su situación respecto de la de Villalobos, o cambió de postura de lo que hay que hacer en una crisis de estas dimensiones. Siendo opinable si sirve o no que renuncie, lo que el general director debiera tener claro es que no puede seguir repitiendo los errores de su antecesor.
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