Por Daniel Matamala
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Es un programa humanitario, asegura el gobierno. Hay racismo encubierto, dicen organizaciones pro migrantes. La salida del primer avión con 160 haitianos es un tema difícil, porque se mueve al filo de ciertos discursos xenófobos que hoy predominan en el mundo y también existen en Chile.

La participación, por cierto, es voluntaria, y fue tomada como una oportunidad por muchos que hoy tomaron la opción de subir a ese avión de la Fach con destino a Puerto Príncipe. Pero llama la atención que una vez más sea una medida destinada exclusivamente a inmigrantes de un solo país, Haití, cuyos habitantes son de raza negra. Tal como ya había pasado con el requisito de las visas sólo a visitantes haitianos.

¿Por qué el debate, la discusión y las medidas excepcionales se centran siempre en los haitianos, pese a que son sólo la sexta comunidad extranjera más numerosa en Chile? ¿Por qué en cambio hay facilidades en cambio para los venezolanos? Puede haber explicaciones sociales, económicas, incluso lingüísticas válidas, pero reconozcamos que la sospecha de racismo es el mar de fondo de este debate.

Más cuando se obliga a los postulantes a no volver por 9 años a Chile, vetándolos del país, pese a que no han cometido delito alguno, más que ser demasiado pobres como para poder pagarse ellos mismos el pasaje.

Por último, esto debería suscitar una reflexión. ¿Tan mal estamos tratando a los migrantes, que prefieren tomar un avión y volver con lo puesto al país más pobre del hemisferio occidental? ¿Así queremos en Chile al amigo cuando es forastero?

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