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Ayer, Chile conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra la Corrupción, poco después de una noticia muy relevante: Dos políticos condenados por cohecho en el marco del caso Corpesca.

Recién en abril sabremos cuál será la pena, lo que podría generar un hecho inédito: tener un ex parlamentario preso por corrupción.

Por mucho tiempo Chile se vanaglorió de no ser un país corrupto, pero en los últimos años esa confianza se ha ido erosionando. Tres de cada cuatro chilenos hoy considera que sí vive en un país corrupto. Razones no faltan, tras los escándalos protagonizados por parlamentarios, autoridades de gobierno, alcaldes, ejecutivos de grandes empresas y jerarcas del Ejército y de Carabineros.

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Un manto de impunidad cubrió los casos que amenazaban con crear un efecto dominó, como el pago a políticos develados en SQM. Incluso el lobista más influyente, Enrique Correa, sentenció que el financiamiento irregular de la política no es corrupción. Una definición que fue aceptada por gran parte de la élite dirigente.

En otros hechos, la tónica han sido los acuerdos sin cárcel, las clases de ética o las multas que ni siquiera compensan el monto de lo defraudado, debido a normas anticuadas y extremadamente blandas con la delincuencia de cuello y corbata. Varias de esas leyes se modificaron después de los casos, en un esfuerzo importante, pero cuyos resultados aún están por conocerse.

Más difícil ha sido la sanción social. Basta que el involucrado sea miembro de la misma clase, partido político o asociación empresarial, para que la reacción sea minimizar o matizar los hechos.

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Chile ha caído en los ranking de transparencia internacional y del Banco Mundial, aunque en ambos seguimos siendo segundos en América Latina, solamente superados por Uruguay. Al menos, la corrupción se ha transparentado y eso es un avance, porque no existe ningún país ni ningún grupo humano que esté libre de este flagelo.

Por eso, cuando ningún personaje poderoso llegue a la cárcel por estos actos, no significa que todos ellos sean intachables, sino más bien que la delincuencia se ve como un asunto de clase, donde la impunidad parece garantizada para algunos.

¿Es Chile un país corrupto? Eso es lo que vamos a debatir hoy en 360°.

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