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Ya es un lugar común decir que Chile es un país de clase media. La gran mayoría de las chilenas y chilenos se definen como miembros de ese grupo y hasta un billonario como el presidente Piñera ha dicho alguna vez sentirse parte de la clase media.

Definirse con orgullo como miembro de una clase trabajadora o clase popular no es algo tan común en Chile y por eso la clase media sirve como un genérico para quienes no se sienten ricos, pero tampoco quieren definirse con el muchas veces estigmatizado concepto de la pobreza.

Para los políticos también es cómodo hablar de clase media como un discurso genérico que abarca mucho, pero aprieta poco. Porque la realidad parece ser bien distinta.

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Aunque no hay una sola manera internacionalmente aceptada de definir quién es parte de la clase media, los datos de la OCDE dicen que Chile es su único miembro, junto con México, en que menos de la mitad de la población pertenece a ese grupo. Sólo 48%, para ser exactos.

Más que una clase media, tenemos grupos medios con realidades muy distintas entre sí. Profesionales, técnicos o sin estudios superiores, empleados, pequeños emprendedores o informales. Aunque todos ellos, unidos por una sensación general de precariedad e inestabilidad, con un Estado que los ayuda poco y con prestaciones sociales como educación, salud y pensiones que no cubren sus necesidades.

El estallido social y la pandemia ha desarmado discursos complacientes y ha puesto en primer plano las preocupaciones de estas capas medias. Por eso, es hora de abandonar esos discursos genéricos y poner la lupa sobre qué es realmente este grupo.

¿Somos un país de clase media? Eso es lo que vamos a debatir hoy en 360°.

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