En las entrevistas que el cardenal Ricardo Ezzati eligió dar, al menos dos afirmaciones resultan especialmente llamativas.
La primera: que nunca el fiscal Emiliano Arias le pidió documento alguno para las investigaciones. Eso es una media verdad. Es de público conocimiento que el persecutor solicitó a monseñor Alejandro Goic los casos de menores y que se le dijo que el Vaticano sostuvo que eran secretos. Luego vinieron los allanamientos.
La Iglesia Católica no entregó la información sobre posibles delitos a la justicia porque el documento del año 2003 de la Conferencia Episcopal Chilena así lo estableció.
El documento reservado al que tuvo acceso CNN Chile dice que “ninguna autoridad civil tiene derecho a conocer, requerir, exigir, ningún documento, actas, declaraciones, sentencias, que consten en un proceso canónico”.
Otro documento que sí fue público y que recién se escribió en 2011 no derogó, sino que actualizó al anterior, y por lo tanto, nos confirman desde el Arzobispado, no era obligatorio entregar al Ministerio Público antecedentes de procesos.
Recién en agosto del 2018, después de que se produjeron los allanamientos y se incautó documentación, se cambió la forma de actuar. Hoy sí se informan a la Fiscalía los casos que llegan a la oficina de denuncia de la Iglesia Católica.
La segunda afirmación llamativa del ex arzobispo Ezzati es que considera que esta crisis es “una bendición de Dios”. Por mucho que para él sea una oportunidad de mejorar, debe ser tremendamente doloroso para las victimas oír eso.
Porque hasta ahora llevan hartos años desaprovechando esa oportunidad y porque lo que origina esta crisis, delitos contra menores y mayores de edad, crímenes como los abusos sexuales, son un drama y un costo demasiado alto como para considerar todo esto una bendición.
Porque si esos sacerdotes, los que abusaron, hubieran actuado como pastores y no como lobos, las ovejas, los fieles, no estarían sufriendo lo que sufren hasta hoy.
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