Por Mónica Rincón
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“¿Cómo se atreven a decir que están haciendo lo suficiente?”, les espetó Greta Thunberg a los líderes mundiales. No parece nada extremo: de hecho, hay casi consenso en que no basta ni siquiera con limitar a 2 grados el aumento de la temperatura, un compromiso que muchos aún no asumen y otros no saben cómo cumplir.

Greta también les dijo que no cree que todos capten la urgencia del problema porque, si así fuera, no se entendería que siguieran fallando en afrontarlo. Eso implicaría que son malvados y ella se rehúsa a creerlo.

“Los ojos de las futuras generaciones están en ustedes”. ¿Qué es eso, sino la necesaria fiscalización de quienes no votan, pero sí son sujetos de derechos?

Por eso, cuando el rector Carlos Peña la acusa de fanatismo, cuesta compartir su punto. Porque reduce y hasta infantiliza los planteamientos de alguien que opina que hay que actuar en línea con la información científica, con las proyecciones que miles de expertos han hecho durante décadas.

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Justamente la evidencia científica se opone a la verdad revelada por medios místicos o de certezas absolutas. Aunque muchos, junto con criticar a la activista sueca, descalifican también la postura que tienen los científicos a quienes Peña acusa de ponerse del lado del fanatismo.

Se puede cuestionar a Greta, obvio. Pueden apuntarse a incoherencias entre su discurso y acciones de su vida, claro. Hay diferentes caminos válidos de debatir para afrontar la crisis ambiental, lógico. Pero veamos. ¿Qué dice Greta? “No podemos seguir sólo criticándonos, esto está mucho más allá de los temas partidistas. No es sobre hacer enemigos, sobre confrontarse uno con otro, todavía podemos solucionarlo”.

¿A quiénes tiene como referentes? No a políticos, ni filósofos, no a Kant o Habermas; a científicos. Ojo, a científicos, no a adivinos con bolas de cristal.

Pero no porque sea incómodo, neguemos que es cierto que ella y otros deberían estar en el colegio, no en la ONU, y resulta curioso que esta frase saque ronchas. Critican su huelga escolar, pero cuando Greta les dice en su cara que si los adultos actuáramos ellos no tendrían que estar fuera de colegio, ahí no les gusta.

Sólo me queda la duda de si los detractores serían tantos y las críticas tan duras si Greta fuera hombre, mayor de edad y político de profesión. Todo se resume, parece, en cómo se atreve: cómo se atreve Greta y otros a intervenir en el debate público de otros, con tanta pasión e irreverencia.

Pareciera como si estuviera hablando de algo de vida o muerte.

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