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“Obama me dijo que el programa nuclear de Corea del Norte era el problema más peligroso para EEUU. Yo he resuelto ese problema”. Palabras pronunciadas hoy por Donald Trump. ¿Es así?

Los periodistas no nos cansamos de calificar de histórica la cumbre, palabra que esta vez por fin está bien usada, pero eso no quiere decir que Trump tenga razón.

¿De verdad el problema está resuelto como asegura el Presidente de EE.UU.? La verdad es que nadie tiene idea. Kim Jong-un es tan impredecible como Trump, Corea del Norte ha engañado al mundo muchas veces y no hay aún ningún mecanismo que nos permita asegurar que la dictadura renunciará a sus armas nucleares.

Y aunque fuera así. En medio de tanta retórica de seguridad y juego de poder, los grandes olvidados son los DD.HH. ¿Puede hoy el mundo dormir más tranquilo? Tal vez. ¿Están mejor los norcoreanos? No.

En una de las dictaduras más feroces del planeta los campos de concentración siguen existiendo y la libertad de expresión o movimiento no.

Sin que sea un olvido o una ingenuidad, los DD.HH. han quedado deliberadamente debajo de la mesa de Trump. Y el futuro brillante que él le ofrece al dictador está lleno de progreso material: mucho más similar a la dictadura china que a EE.UU.

Fortalecer una aparente estabilidad, va de la mano de fortalecer al dictador. Porque, como ha ocurrido en el pasado, cuando se dice dibujar un mundo mejor: en ese mapa sólo caben los más poderosos y los intereses que con ellos coinciden.

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