Por Sebastián Flores

Soy Renato Fabrizio Garín González, melipillano, abogado, 35 años, géminis, cuatro gatos, hincha de la U. de Chile. Soy constituyente electo por el distrito 14.

Postulé independiente por el Partido Radical (PR) porque en el momento en que se presentó la inscripción de las listas estaba la tesis de la lista única de la oposición, y era principalmente el PR el que estaba sirviendo de puente para esa conversación. Después vino el tema de Carlos Maldonado y su candidatura fallida en el Servel, que obviamente generaron folclor, pero yo no soy parte de ese núcleo. Yo llegué con la tesis de que los constituyentes venían a una lista única, pero después esa lista única no ocurrió.

Renuncié a la Cámara de Diputados porque en el día a día está muy venida a menos, es un espacio muy difícil, muy áspero, de mucha polarización, y la verdad es que te va cansando en lo humano y te va encerrando en una burbuja lejos de los ciudadanos. Eso me estaba haciendo un ruido interno hace mucho rato, casi desde el comienzo. Y ocurrió el estallido social, ocurrió el escenario constituyente, y me pareció que era el momento de tomar una decisión.

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En el proceso constituyente hay una especie de falsa dicotomía entre lo administrativo y lo político. Las decisiones administrativas son decisiones políticas, por ejemplo, la decisión del gobierno de establecer un logo de la Convención mediante una licitación asignada por el propio gobierno es jugar al límite de sus propias potestades y creo que es invadir lo que es la esfera de la Constituyente. Pongo el ejemplo del logo como una muestra de lo que han sido estas semanas desde la elección en que la pelota ha estado en la cancha del gobierno. Por eso es muy importante que en la instalación de la Convención no esté la presencia del presidente Piñera.

La formación de los 2/3 va a ser distinta respecto del reglamento a la de los textos constitucionales finales, de las normas. Estamos ante 155 individuos, ante todo, no estamos ante bancadas o segregaciones de ninguna índole, hay un individualismo metodológico. Yo me imagino, entonces, que la primera etapa va a ser muy distinta la formación de alianzas a la segunda etapa. Son 2/3 móviles, va a ser un quórum móvil. Las alianzas para formar el reglamento van a ser distintas van a ser distintas de las alianzas para formar la Constitución propiamente tal.

Sobre la idea de “rodear la Convención” que propone Teillier y el Partido Comunista, me parece que puede ser reinterpretada en varios sentidos. Creo que efectivamente hay un ánimo de cierta sociedad civil muy movilizada, sobre todo en Santiago, de querer vigilar estrictamente el espacio de la Convención. Eso conversa con el ánimo generacionial millennial a través de los espacios que otorgan los dispositivos tecnológicos.

Estoy en desacuerdo en transformar el espacio de la Convención, sea el Palacio o el Plenario, en el Estadio Monumental en semifinales de Copa Libertadores con Boca Juniors, que termine siendo una caldera ardiendo para ganar las elecciones. A mí como diputado me tocó hacer una acusación constitucional, la primera de todo este ciclo, la primera de las nueve que van, contra el ministro Santelices. Y me tocó hacer ese trabajo, un trabajo de casi una hora y media de argumentación con una tribuna muy encendida. Y es muy incómodo tanto para el que tiene la tribuna a favor como para el que tiene la tribuna en contra. Y eso es muy propio de la época: Twitter, los medios de comunicación y los matinales han generado tribunas enardecidas precisamente como barras bravas, como si en esto se jugara algo más que política, como si hubiera aspectos de la integridad de cada cual en juego.

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En el tema de la plurinacionalidad ya hay cierto consenso más o menos construido. Lo huelo, lo intuyo, lo escucho. Hay que ponerle letras y normas a eso, pero creo que ya está. Es muy relevante también atenuar el régimen presidencial y hacerlo conversar mejor con el Parlamento y con instancias territoriales. Yo formo parte de una tesis más bien federalista, o semi federalista, de llevar el poder a los territorios, incluso con congresos macro-regionales o macro-provinciales. Y, por supuesto, un tema ineludible para mí es el agua y los recursos naturales, ahí hay muchas personas de la Lista del Pueblo, o de lo que se ha llamado la izquierda radical de la Convención, que en realidad provienen de un mundo más verde, más ecologista, que en sus territorios han visto la depredación de los salares y del agua, la instalación de mineras, de centrales a carbón e hidroeléctricas.

Va a haber mucha tensión respecto a cómo llevarle al Estado los bienes que están en manos de privados, por decirlo de buena manera: las normas sobre expropiaciones. Creo que esto va a ser muy delicado. También me parece muy delicado lo que va a pasar con el Tribunal Constitucional, si es que va a existir o no, y va a ser muy delicado el tema de las pensiones sobre el mundo militar. Yo creo que ahí habrá mucha tensión política, no dentro de la Convención, sino que fuera.

Yo he conversado mucho con Cristina Dorador, a quien respeto mucho, pese a que no comparto prácticamente nada su declaración del grupo de los 34, he podido conversar con ella y me parece un tremendo liderazgo en el norte, creo que es una de las candidatas firmes a ser presidenta de la Convención Constitucional.

Los 34 constituyentes agrupados en la Vocería de los Pueblos están con la idea de una asamblea con plenos poderes, ese es el concepto que están pensando, muy parecido a la segunda asamblea constituyente de Venezuela, la actual, la que hizo Maduro, y a mí no me parece que sea lo que pactamos y lo que construimos en el Congreso. Entonces, ahí en la discusión respecto si se debe cortar o no el vínculo con la ley 21.200 que se redacto en el Congreso, yo soy parte de una tesis más bien institucionalista, que busca mantener las reglas del juego, o al menos cambiarlas mediante las propias reglas del juego: aquí el quiera cambiar el quórum, necesita 2/3 en el reglamento y necesita cambiar la ley 21.200.

No estoy a favor de la democracia directa, no como paradigma al menos. Sí podemos introducir mecanismos de democracia directa dentro de la democracia representativa o participativa. Porque en el fondo, ¿qué es la democracia participativa? La democracia representativa es la vieja democracia representativa co-ayudada por elementos de democracia directa para estimular la participación, para mejorar los problemas de legitimidad y para establecer mejores vínculos con el territorio o para acercar la ley a los territorios. Hay una demanda de participación ciudadana muy grande, y eso es muy difícil, porque hay un lugar común que dice “sí, tiene que haber participación ciudadana”, pero establecer los mecanismos y los procedimientos para que sea vinculante, es muy difícil.

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En este proceso constituyente estamos construyendo un nuevo paradigma que está basado en cierto neo-keynesianismo. Cuando uno lee El otro modelo de Fernando Atria y otros autores, este neo-keynesianismo adaptado a Chile va a colocar un horizonte de gasto público muy alto, un horizonte escatológico-político, una especie de promesa política que puede ser un arma de doble filo. Aquí aparece quizás mi lado más liberal, que es que si tú gatillas un proceso de ampliación del gasto público, puedes terminar también empeorando el ciclo inflacionario. Cuando uno mira las propuestas programáticas de Daniel Jadue, me parece que están conducidas por el cordón -yo tenía la esperanza que no fuera así, pero parece que es así-, de que ellos son escépticos de que la inflación sea un tema matemático, entonces todas las medidas que proponen, ellos no se dan cuenta que son inflacionarias. Esto es muy preocupante, porque pareciera ser nuevamente el error de la Unidad Popular, pareciera ser una especie de neo-allendismo.

Lo mejor de la tradición socialdemócrata chilena de Pedro Aguirre Cerda, de Allende, de Balmaceda, de lo mejor de la Concertación, de lo mejor de Michelle Bachelet, son políticas que combinan la expansión del gasto de derechos sociales y el cuidado de los ciudadanos y la entrega de dignidad a través de estas prestaciones y bienes, a la vez que mantienen el régimen fiscal funcionando. Esto quiere decir no reventar la máquina inflacionaria, no reventar el tipo de cambio, no pasarse de listos con la deuda externa, no comprometerse con deuda externa con China, que podría ser complicado políticamente. En ese sentido, eso es lo que el presidente Allende querría, él era senador antes de ser presidente, fue ministro del presidente Aguirre Cerda, resistieron un golpe juntos a comienzos de los ’40. En el fondo, yo leo en ellos la pretensión republicana de construir instituciones duraderas que presten bienes y servicios de buena calidad a sus ciudadanos en un marco democrático. Esa es la lección del radicalismo, del socialismo, del liberalismo chileno del cual yo me siento más o menos un hijo díscolo.

¿Si tengo fe en Chile y su destino? Sí, salvo los domingos.

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