Por Paula Lepe

Me llamo César Valenzuela Maass, tengo 32 años, soy abogado de profesión y estoy terminando mi magíster en Seguridad Pública. Como abogado me dedico a dos cosas: defiendo trabajadores y trabajadoras, organizaciones sindicales en general; y al estudio de los problemas de seguridad, especialmente en el tráfico de drogas.

Fui uno de los dirigentes de la denominada Revolución Pingüina, el movimiento de los estudiantes secundarios del año 2006, donde hubo un germen de este proceso de cambios importantes que está experimentando el país.

Milito desde los 14 años en el Partido Socialista (PS). Soy el primer socialista de mi familia. A esa edad conocí a un grupo de jóvenes que hacían trabajo político en la comuna de Recoleta, donde viví toda mi niñez y mi juventud, con quienes compartía plenamente el trabajo y las ideas. Nunca más me fui de ahí.

Trabajamos muy duro para la elección de constituyentes y esperábamos tener un buen resultado, pero la verdad es que el distrito 9 no era una sandía calada; este es un distrito donde históricamente a los socialistas no les iba bien, ahí no tienen diputados, no tenían ningún alcalde en ejercicio, ni siquiera tenían un concejal en todas las comunas. Era una tarea bien difícil y muchos, dentro y fuera del partido, pensaban que íbamos a dar un acto testimonial. Pocos creyeron de verdad en la posibilidad de que ganáramos.

En esta elección se rompieron varios de los clichés que había en las elecciones: que tenías que ser un personaje demasiado público o tener una relación muy estrecha con el diputado o el alcalde del distrito; eso era tradicionalmente sinónimo de éxito. Y el mensaje fue absolutamente el contrario: lo que se privilegió fue el esfuerzo en campaña, las trayectorias de vida, los rostros nuevos, la coherencia entre lo que decías y tu forma de vida. Por eso nos fue bien.

Como pacto Unidad Constituyente, en cambio, nos fue pésimo y ahora el futuro del pacto va a depender de cómo se comporten los actores políticos.

Lee también: Teresa Marinovic por la Lista del Pueblo: “Con un discurso de ese estilo, es Chávez, es el PC pero en su peor versión”

En la oposición somos súper buenos para lloriquear por lo mal que lo hace el Gobierno, pero la única forma de no tener a Piñera como presidente, de no volver a tener a la derecha gobernando, es que seamos capaces de ponernos de acuerdo para crear mayorías. Y lamentablemente, en la oposición, en la izquierda, en la centroizquierda, la unidad sigue siendo un desafío porque hay una inercia autoflagelante a la dispersión. Y los resultados ya los conocemos.

Lo que pasó el miércoles pasado, con la inscripción de las primarias, es demostración de lo mismo: para la izquierda y la centroizquierda, la unidad sigue siendo un desafío. Mientras no superemos eso, lamentablemente las probabilidades de que la derecha gobierne son altas. Después no andemos lloriqueando, porque nosotros somos los responsables de que la derecha gobierne.

Yo he escuchado muchos calificativos para cómo debería ser esta nueva Constitución. He escuchado “ambientalista”, “feminista”, “social”, y me parece que son todos ellos, pero creo que el concepto que mejor recoge todo esto es el concepto del estado social y democrático de derechos. Yo no me pierdo en esto. Y eso significa garantizar las libertades públicas, pero al mismo tiempo un estado que garantice prestaciones sociales básicas para todas las personas. Esto no es la caricatura de que el Estado decide todo por uno, ni que el Estado provee todo, no, ni tampoco de que cada chileno va a tener una casa en la playa; esos son caricaturas y absurdos. Lo que estamos diciendo son prestaciones sociales básicas: educación, salud, seguridad, pensiones, vivienda.

En educación hay una matriz que es esencial y consiste en que la educación, así como todos los derechos sociales, no debe estar condicionada a la capacidad de pago de las personas, que el desarrollo de los talentos no se vea obstaculizado por cuánta plata hay en la casa, o que eso no signifique que vayan a quedar 20 años endeudados como quedó mi generación. El sistema educativo debe permitir el desarrollo de todos los talentos, sin más limitaciones que los propios talentos.

Lee también: Damaris Abarca, la ajedrecista electa por el distrito 15: “Espero que se transforme el país de una vez por todas”

Una vez constituida la Convención Constitucional, el diálogo es un acto propio de la naturaleza humana y nadie debería negarse al diálogo. Sin embargo, el diálogo no puede significar vetar ciertos temas, que es lo que pretende hacer un sector. El diálogo se va a generar respetando a las minorías, pero considerando por sobre todo a las mayorías, y el electorado el domingo ante pasado fue súper categórico: la inmensa mayoría de los chilenos y chilenas quiere cambios profundos y esos cambios profundos no se pueden limitar ni tampoco se deben tratar de anular bajo el pretexto del diálogo.

Tags:

Deja tu comentario