En un nuevo capítulo de CNN Íntimo, el dramaturgo, psiquiatra, actor y escritor habla sobre su enfermedad, su pasión por el teatro y la contigencia política.
Hay quienes miden la vida en años o proyectos, pero Marco Antonio de la Parra hoy la mide en funciones, páginas escritas y homenajes por venir.
Desde que recibió el diagnóstico de mieloma múltiple, una enfermedad que compromete la médula ósea y que lo obligó a detenerse, comprendió que el tiempo ya no es infinito.
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Hace un año no podía leer ni escribir; pero hoy trabaja en tres montajes simultáneos y se prepara para ser homenajeado en el Festival Teatro a Mil en enero del 2026.
Dramaturgo, psiquiatra, actor, escritor y “todo lo que tenga que ver con el sufrimiento humano”, según él mismo cuenta a CNN Íntimo. Ha escrito más de 100 obras —muchas ya consideradas clásicos contemporáneos—, aunque ahora escribe no para explicar, sino para permanecer.
El arte de permanecer
Aunque no profundiza en los detalles médicos, sí habla de cómo la enfermedad reordenó sus prioridades y marcó su forma de crear. “Gracias a la Fundación Arturo López-Pérez, gracias a los cuidados y a la fortuna, estoy en plenas condiciones, aunque no lo plena que quisiera, ya que no puedo salir corriendo”.
“Alguna vez troté, jugué a la pelota, jugué tenis, mal, pero lo hice y me encantaba (…). Mi cuerpo pronto se agarra de una enfermedad que te come las vértebras, te las come, te las rompe y pierdo centímetros de estatura, me veo de repente vacilante, con mayor cansancio, y con un cuerpo que dije de repente ‘no voy a poder hacer teatro nunca más’ y tenía capacidad mental para hacer ese teatro, pero no física“, agrega.
Detalla que su enfermedad “es rara, no tiene cura, o sea, no me voy a mejorar nunca de esto, es crónico, pero tengo tratamiento y debo evitar que se sigan rompiendo las vértebras, estar con exámenes de sangre cada tres meses y cuidarme con kinesiología, que es una bendición, pero sucedió un fenómeno muy extraño: me subí al escenario y recuperé el cuerpo, de pronto tenía un cuerpo que se movía mucho más“.
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“Me decía la gente que me veían a veces inclinado, encorvado en la calle, pero en el escenario estaba recuperando mi estatura, pudiendo moverme de otra manera, y ahí me entusiasmé (…). Me movía de otra manera, me apoyaba de otra manera, me levantaba con una velocidad que no tenía”, agrega.
Consultado sobre su explicación como psiquiatra a que la mente haga ello, responde que “había un gesto de salud y de vida; he usado mucho la palabra que dicen los médicos, de los años de sobrevida, el sobrevivir, vivir con intensidad, con una intensidad que no está en la vida cotidiana. (…) Creo que más que la adrenalina, es un acto de fe, de esperanza, es una agitación preciosa, y ahí volvió la vieja adicción al teatro“.
Sobre la muerte, el dramaturgo reflexiona que “hay una especie de cosa supersticiosa con pronunciarla, y te inquieta saber que de todas maneras viene cada vez más cerca (…). La muerte te da vida, que puede sonar rara la paradoja, pero es así; me queda muy poco tiempo, estoy muy, ya pasada la mitad de la vida, más que nunca tengo que aprovechar de escribir, y de actuar, e investigar, y crecer como artista“.
La muerte
De la Parra reflexiona sobre el teatro, sobre su experiencia como maestro y su filosofía teatral: “Aprendí que el maestro debe desaparecer, ser un fantasma que hace que los alumnos sean los que brillen. Y el actor, en el escenario, también debe desaparecer; es una suerte de muerte para resucitar en el encuentro con el espectador. El escenario es un escenario de muerte, para que aparezca con toda intensidad a la vida“.
—Tú tienes prohibido morirte.
—Esa es la frase de mi mujer, que me la dice todo el tiempo, cuando de repente decaigo o me toma el temor, que no es muy frecuente, pero es gracias a ella que no es muy frecuente; entonces me dice ‘no, tienes prohibido morirte’, entonces le digo: “Sí, sí, gracias’.
—¿Te gustaría elegir cuándo morir?
—Hoy no tengo el menor interés de morirme, y me carga saber que mi cuerpo ya no es el mismo, básicamente, entonces hoy no estoy con ganas, no me apetece. Mi padre tuvo un accidente vascular y pedía la eutanasia, desesperadamente.
—¿Estás de acuerdo con la eutanasia?
—Vaya pregunta, es que yo creo que hay momentos y enfermedades que plantean dudas al respecto.
—¿Tu madre murió de Alzheimer?
—Lo de mi madre fue muy triste, porque la perdí, como se pierde una madre o un padre en Alzheimer, que es esto que te deja el cuerpo, pero te quita la mente.