Objeción de conciencia de un valiente soldado: La historia del conscripto Michel Nash
Por Michel Nahas Miranda
11.09.2025 / 10:45
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A 52 años del golpe de Estado, la historia de Michel Nash vuelve a resonar en Chile. Mencionado en 2024 por la ministra Antonia Orellana. Su gesto de conciencia reaparece hoy, en plena temporada electoral.
Esta nota fue escrita por el sobrino de Michel Nash (y reeditada en 2025).
En la discusión histórica chilena hay nombres que, como piedras lanzadas al agua, siguen dibujando ondas incluso décadas después. Uno de ellos es el de Michel Nash, el conscripto que en 1973 prefirió hacerle frente al fusilamiento antes que traicionar sus principios y disparar contra civiles.
Cincuenta y un años más tarde, su historia volvió al Congreso, esta vez en voz de la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana. Fue en junio de 2024, mientras defendía el derecho a la objeción de conciencia en medio del debate sobre la ampliación del aborto hasta las 14 semanas —proyecto que en 2025 avanza entre tensiones en la Cámara y el Senado—, citó su ejemplo para recordar que la libertad de negarse no es un privilegio, sino un límite esencial frente al poder.
Nash tenía apenas 19 años cuando rehusó participar en operativos de represión tras el golpe militar. Su negativa, anclada en principios, terminó costándole la vida en Pisagua. Hoy, cuando ya se cumplen cincuenta y dos y el país discute nuevos temas en una álgida temporada de elecciones, su decisión vuelve a la memoria nacional.
El 1 de julio de 1954, Michel Selim Nash Sáez llegó al mundo en el seno de una familia de ascendencia siria. Su padre, también llamado Michel, y su madre, Ana Sáez, eran comerciantes en el barrio Santos Dumont, en Recoleta. Allí, junto a su hermana Leila, creció en un ambiente donde la cooperación vecinal y el compromiso social eran parte de la vida cotidiana. La militancia comunista de su padre marcó el camino del joven, quien pronto también se sumó a sus filas.
Leila lo describe como “un pequeño gran protector”: canchero, a ratos mujeriego, pero siempre un buen tipo. Recuerda que, cuando ella tenía apenas siete años, su hermano ya se había trenzado más de una vez a golpes con los chicos que habían osado molestarla.
Su cabello rizado —el mismo que comparten sus hermanas y (hoy) su hija, Amira Nash— solía ser motivo de burlas en la escuela, algo que irritaba profundamente a Michel. “Aunque hoy sería visto como machista, recuerdo con cariño la manera sobreprotectora en que me trataba. Me hacía sentir muy querida”, cuenta Leila.
En la adolescencia, Michel consolidó ese espíritu inquieto y comprometido. Se sumó a las Juventudes Comunistas, colgó propaganda en los muros de Recoleta y asumió tareas cotidianas para apoyar al partido, convencido de que la política podía transformar la vida de quienes lo rodeaban.
Un adiós sin despedidas
A sus 18 años (junio de 1972), fue llamado a presentarse al servicio militar en el Regimiento Granaderos N.º 2 de Iquique. Sin miramientos, aceptó la tarea encomendada “para ayudar al Presidente Salvador Allende” y en abril de 1973 emprendió viaje en tren al norte. Fue un adiós sin despedidas. Nadie pensó que esa sería la última vez que se verían. Una llamada telefónica y dos cartas fue todo el contacto que pudieron sostener a lo largo de esos meses.
En sus cortos mensajes, Michel contó algunos hitos de su estancia en el regimiento como, por ejemplo, que aprendió a conducir carros de transporte de personal blindado (A.P.C. por sus siglas en inglés), permitiendo leer el entusiasmo y la emoción que por esos días embargaban al joven conscripto.
Carta de Michel Nash a su familia desde el regimiento de Iquique, un mes antes del golpe de Estado, agosto de 1973.
Luego del “tanquetazo” del 29 de junio de 1973, a días de su cumpleaños, escribió la segunda y última carta de puño y letra que su familia vería. En ella relató que había un cambio en el Ejército y que ahora lo trataban “con la punta de la bota y, en el mejor de los casos, con un palo”. Manifestó que quería mucho a sus papás y que, por favor, le contaran más de Leila.
“Sus palabras son lo que más necesito, ¿me han olvidado acaso? (…). Probablemente pueda volver definitivamente a la casa en diciembre o enero ¡ojalá!”, dijo Nash en su escrito.
Luego de eso, silencio.
Carta de Michel Nash a su familia desde el regimiento de Iquique, un mes antes del golpe de Estado, agosto de 1973.
Abatido en fuga: algo no encajaba
11 de septiembre de 1973. Estalla el golpe de Estado en Chile, el Presidente Salvador Allende muere en La Moneda y el Ejército se hace del poder.
Michel, desde su regimiento en el norte, manejaba poca información de lo que sucedía. Poco después entendió la gravedad de los hechos al recibir la instrucción de participar en una serie de allanamientos y detención de personas en Iquique.
De acuerdo con los registros, el joven Nash se negó a cumplir las órdenes y, en vista de ello, se le ofreció la opción de ser dado de baja, lo que aceptó.
En un cruel engaño, una vez que abandonó el regimiento fue detenido y, el 12 de septiembre, llevado al campo de retención de Pisagua. La aprehensión no fue comunicada a la familia; Ana Sáez se enteró cuando viajó a intentar verlo.
Leila ha pensado muchas veces en las cosas que pasaron ese día; a veces se pregunta si su hermano fue demasiado ingenuo o simplemente demasiado bueno como para identificar que “el Ejército no lo iba a dejar ir así no más”.
Michel Nash ejerciendo labores militares en el Regimiento Granaderos (de espaldas, mirando hacia la izquierda).
Michel pasó varios días encerrado junto a más de un centenar de reos, entre ellos el fallecido comediante Jorge “Chino” Navarrete, con quien pudo conversar un par de veces. Muchos de los presos que compartieron esos días con él en Pisagua desconfiaron en un comienzo y lo aislaron. Lo “lógico” era pensar que podía ser un infiltrado por ser conscripto.
El 29 de septiembre de 1973, a primera hora, un oficial llegó al recinto y nombró a seis internos para desarrollar trabajos en el exterior. Entre los convocados figuraba Michel, quien estaba muy disminuido físicamente debido a torturas. Varios compañeros se ofrecieron para salir en su lugar; la orden no cambió.
Ese mismo día, el joven Nash fue ejecutado bajo el argumento de intento de fuga, junto a otros cinco prisioneros. Su cuerpo jamás fue encontrado, pese a los esfuerzos de su familia por darle sepultura. Tras la muerte de sus padres, sin conocer toda la verdad ni encontrar justicia, Leila mantiene viva la memoria de su hermano.
Décadas después, el juez Mario Carroza estableció la falsedad de la versión entregada por el Ejército. Carroza llegó al convencimiento de que los seis detenidos fueron escogidos en forma selectiva y, como también lo consignó el Informe Rettig, “asiste la convicción de que Nash y los otros cinco ejecutados fueron víctimas de grave violación de sus derechos humanos, cometidas por agentes del Estado”.
Fosa común descubierta en 1992 (Pisagua) | Monumento levantado años después.
Una mañana de malas noticias
Los días posteriores al aviso de que Michel había sido detenido y enviado al campo de concentración de Pisagua, Leila amanecía de malas pulgas. Esa semana salió muchas veces a caminar sin destino claro; solo deambulaba por el barrio.
Desde el 11 de septiembre contó haber visto atrocidades fuera del portón de su casa cuando caía el toque de queda. “Recuerdo con claridad el ruido que hacía el escobillón cuando barrían la sangre del asfalto por la mañana”, relata. “Eso no era un antecedente esperanzador de lo que podía pasar con mi hermano, así que en vez de quedarme ahí con ellos —sus papás—, prefería hacer cualquier otra cosa”.
30 de septiembre de 1973. Leila se levantó temprano y salió sin rumbo. Michel —padre— y Ana siguieron su rutina hasta que un oficial del Ejército tocó la puerta. Debía llevar a Michel padre a reunirse con el entonces coronel y posterior director de la Central Nacional de Informaciones (CNI), Humberto Gordon. La reunión fue escueta: se le informó que su hijo había sido abatido tras intentar fugarse durante un trabajo forzado.
Sin ceremonia ni consuelo, Michel padre volvió a casa para dar la noticia. Esa mañana, antes de regresar, Leila aún gozaba minutos de ignorancia antes de que su vida cambiara de golpe.
Homenajes para el “valiente soldado”
Tras 44 años de búsqueda, Ana Sáez falleció el 28 de julio de 2018. Varias veces le manifestó a Leila su último deseo: que sus cenizas fueran esparcidas en Pisagua, el último lugar donde se vio con vida a su hijo Michel, como cierre simbólico a su búsqueda.
Cenizas de la madre de Michel Nash fueron esparcidas en el mar de Pisagua, para el reencuentro con su hijo amado.
El nombre de Michel Nash integra la memoria colectiva del país. Cada 29 de septiembre las redes sociales recuerdan “al valiente soldado” y la convicción que le costó la vida.
A 70 años del nacimiento de aquel joven idealista, distintos homenajes mantienen viva su memoria: su nombre en el memorial a las víctimas de la dictadura en el Cementerio General; una placa conmemorativa en Pisagua; la calle Michel Nash a los pies del cerro San Cristóbal y una pequeña plaza en Tongoy.
La mención de la ministra Orellana la familia la toma como nuevo reconocimiento a su legado. “Valoramos lo que dijo la ministra; también el homenaje que en 2023 el Ministerio de Defensa realizó en su nombre, pero sigue sin ser suficiente”, precisa Leila, quien sostiene que el Estado mantiene una deuda con Michel. Desde 2022 lidera una campaña para la restitución del honor militar de Michel Nash, un monolito con su nombre a la entrada de lo que fue el Regimiento Granaderos en Iquique, y la incorporación de su historia en el ramo de derechos humanos de las Fuerzas Armadas.
A medio siglo de su muerte, la figura de Michel Nash sigue dialogando con el presente. En un país que discute cómo equilibrar libertades y responsabilidades —desde la objeción de conciencia hasta el derecho a decidir sobre el propio cuerpo—, su negativa a obedecer órdenes injustas recuerda que la dignidad humana no pertenece al pasado: es una tarea cotidiana, tan urgente en 2025 como lo fue en aquel septiembre de 1973.
Leila Nash junto a Eduardo Juri Nahas (primo de Michel), la ministra de Defensa Maya Fernández y el subsecretario de Defensa Galo Eidelstein.
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