Denuncias de votaciones secretas, conflictos de interés, renuncias de finalistas y una investigación penal contra el copropietario del concurso hicieron explotar la edición 2025. CNN investigó qué hay detrás de las acusaciones y cómo ha respondido la organización.
(CNN) — La belleza está en los ojos de quien la mira.
Y para el certamen de Miss Universo, hoy envuelto en escándalos, eso se ha convertido en gran parte del problema.
Los criterios de votación opacos y subjetivos han hecho difícil desentrañar la maraña de denuncias que rodean la final de este año.
La pregunta sobre si Miss México, Fátima Bosch, debía ganar ya no tiene que ver con su desempeño sobre el escenario, sino con acusaciones de manipulación de votos, secretismo y favoritismo.
Uno de los jueces del concurso, Omar Harfouch, ha realizado una serie de acusaciones lapidarias en redes sociales desde que renunció a su cargo días antes de la final del viernes pasado.
Entre ellas, el compositor franco-libanés aseguró que 30 finalistas fueron preseleccionadas en una “votación secreta” hecha por un “jurado improvisado” integrado por personas que no formaban parte del panel oficial (acusación que la Organización Miss Universo negó).
Y, quizás de forma aún más polémica, afirmó que la victoria de Bosch también estaba predeterminada, influida por vínculos comerciales entre el copropietario del certamen y presidente de la Organización Miss Universo, Raúl Rocha Cantú, y el padre de la representante mexicana.
Ni la Organización Miss Universo ni el abogado de Rocha Cantú respondieron a las solicitudes de comentarios de CNN.
Respecto de esta última acusación, Rocha Cantú dijo a la periodista mexicana Adela Micha que un contrato que su empresa mantuvo con la petrolera estatal Pemex, de la cual el padre de Bosch es asesor, fue adjudicado mediante una licitación pública “justa” que antecede a su entrada como copropietario del concurso Miss Universo.
Pemex señaló en un comunicado publicado en X que tuvo un contrato temporal con empresas vinculadas a Rocha Cantú en 2023, aunque subrayó que esa relación ya no existe.
El certamen quedó aún más envuelto en la polémica este miércoles, cuando la Fiscalía General de México anunció que Raúl Rocha Cantú está siendo investigado por presuntos vínculos con una red de crimen organizado dedicada al narcotráfico, tráfico de armas y robo de combustible.
El abogado de Rocha Cantú tampoco respondió a las consultas de CNN sobre estas acusaciones.
El empresario sí ha publicado en los últimos días varios comunicados y videos en redes sociales, rechazando el resto de las denuncias. En una desafiante declaración de tres partes en Instagram, Rocha Cantú negó las acusaciones de Harfouch y lo calificó de “oportunista” que estaría aprovechando el caso para “ganar seguidores”.
Las consecuencias han sido desastrosas para la organización del concurso. La representante de Costa de Marfil y cuarta finalista, Olivia Yacé -a quien muchos televidentes consideraban la verdadera merecedora de la corona (y que, según Harfouch, habría quedado fuera de competencia “solo porque podría enfrentar problemas de visa”)- renunció a su título de Miss Universo África y Oceanía.
En un comunicado cuidadosamente redactado, dijo que quería “ser fiel” a sus valores.
Poco después, Rocha Cantú pareció admitir que la “fortaleza” del pasaporte de las concursantes es uno de los “muchos factores a considerar”.
Al hablar de la nacionalidad marfileña de Yacé, en su entrevista con Micha, agregó: “Va a ser la Miss Universo que pasó todo el año encerrada en un departamento por el costo del proceso de visa y los abogados. Algunos de esos trámites requieren seis meses de anticipación. Ya se te fue el año, ¿no?”.
Y aun antes de la final, el concurso ya venía marcado por las controversias. A comienzos de mes, una directora de certamen en Tailandia reprendió duramente a Bosch durante una reunión previa al concurso, lo que terminó desatando una retirada masiva de concursantes.
Una reputación marcada por los escándalos
Los concursos de belleza suelen ubicarse en la intersección entre política y orgullo nacional, y en ese punto se vuelven un imán para los escándalos. La crisis de este año es solo el episodio más reciente que enfrenta Miss Universo, sus certámenes rivales y su red de franquicias alrededor del mundo, es decir, los concursos nacionales que eligen a las representantes de cada país.
Solo en los últimos cinco años, organizadores locales han recibido denuncias por requisitos de ingreso discriminatorios (Francia), acoso sexual (Indonesia) y xenofobia (Sudáfrica).
En Miss USA, en tanto, la ganadora de 2023, Noelia Voigt, renunció a su título a través de una críptica publicación en redes vinculada a su salud mental, que aparentemente escondía el mensaje “I am silenced” (“Estoy silenciada”) en las letras iniciales de las primeras 11 frases.
Eso desató rumores sobre un estricto acuerdo de confidencialidad. Días después, Miss Teen USA también renunció a su corona.
Las controversias que rodean al Miss Universo 2025 “no son para nada nuevas” en el mundo de los certámenes, explicó Hilary Levey Friedman, socióloga y autora de Here She Is: The Complicated Reign of the Beauty Pageant in America.
“Hace mucho tiempo que la gente viene diciendo cosas como: ‘Esto estaba arreglado’, ‘Alguien conocía a alguien’ o ‘Hay un conflicto de interés’”, señaló, y añadió que los intereses comerciales tampoco son novedad.
“Estos certámenes siempre han tenido un fuerte componente comercial y una tradición bastante clara: hombres como dueños y mujeres compitiendo”.
Miss Universo, que fue copropiedad de Donald Trump entre 1996 y 2015, es ante todo un negocio. Se puede argumentar que sus organizadores tienen una obligación moral de actuar con justicia y un deber de cuidado hacia las concursantes, pero la integridad del concurso es, sobre todo, una cuestión de reputación.
“No es una institución pública”, recordó Rocha Cantú a sus críticos en Instagram a comienzos de esta semana. “No recibimos fondos públicos ni auspicios de ningún ente estatal”.
Lucha por seguir siendo relevantes
En los últimos años, los centímetros de columna dedicados a las controversias en torno a los certámenes parecen superar al interés por los concursos en sí. Eso plantea una pregunta inevitable: ¿a alguien le importa realmente?
Miss Universo suele describirse como el Super Bowl de los concursos de belleza, pero la final de este año ni siquiera se transmitió por televisión en inglés en Estados Unidos.
Allí solo estuvo disponible vía streaming, mientras que Telemundo la emitió en vivo en español.
“Es una diferencia enorme respecto de hace 20 años, por no hablar de hace 50”, comentó Friedman, y agregó: “La audiencia ha caído muchísimo, pero la cobertura de los escándalos está por las nubes. Es fascinante”.
Duramente criticados por feministas y otros sectores por promover estándares de belleza únicos y nociones anticuadas de lo que significa ser mujer, el declive de estos concursos refleja cambios sociales más amplios.
Si los certámenes de belleza eventos que, casi por definición, cosifican a las mujeres deberían seguir teniendo espacio en el mundo actual es algo que está en debate. Pero incluso quienes defienden su continuidad tienen dificultades para negar que varios de sus elementos están completamente desfasados.
Los cambios recientes en el reglamento de Miss Universo, presentados como una modernización, van a la zaga de los tiempos por varias décadas. Las nuevas normas que por fin permiten competir a mujeres mayores de 28 años, madres y casadas ,una concesión tomada, increíblemente, recién en esta década, distan de ser revolucionarias.
Mientras tanto, la competencia en traje de baño sigue en pie, años después de que concursos como Miss Mundo y Miss America la eliminaran y la reemplazaran por alternativas apenas más recatadas, como desfiles en ropa deportiva.
Friedman, sin embargo, apuntó a un choque de fondo entre los intentos de modernizar estos concursos y el “brillo y glamour” del que dependen para atraer audiencia. “Han tratado de volverse más académicos, más centrados en temas de ‘plataforma’, como el servicio social y ese tipo de cosas”, explicó. “Pero eso no es algo especialmente emocionante de ver, ¿cierto?”
“Creo que hoy existen muchas más oportunidades para las mujeres”, añadió Friedman, quien además es hija de Miss America 1970, la fallecida Pamela Eldred.
“En el pasado, cuando estos concursos eran tan populares, en parte se debía a que las mujeres no tenían tantos espacios para canalizar sus aspiraciones, para desarrollar carreras y todo eso. Así que, en cierto nivel, uno podría decir que los certámenes son víctimas de su propio éxito”.
Demasiado poco, demasiado tarde
En el caso de Miss Universo, una salida inmediata podría ser la implementación de criterios de votación más claros y procesos de auditoría robustos.
La organización había solicitado en el pasado a la firma Ernst & Young que supervisara la votación, aunque no está claro si el concurso de este año fue auditado (y, de ser así, por quién).
Críticos resaltaron rápidamente que los resultados se leyeron desde una simple hoja de papel, en lugar de extraerse de un sobre sellado, como solía ser la norma. La Organización Miss Universo no respondió a la solicitud de CNN para aclarar este punto.
Podría ser simplemente demasiado tarde para que los grandes certámenes se reformen y recuperen un lugar central en la cultura pop. Pero descartarlos por completo también pasa por alto el enorme peso que siguen teniendo en muchos países fuera de Occidente; en Filipinas, por ejemplo, los concursos de belleza rozan el estatus de deporte nacional.
Quienes los defienden también subrayan que muchas reinas de belleza utilizan sus plataformas para hacer activismo y recaudar fondos para causas sociales, y que algunas han logrado salir de la pobreza junto a sus familias gracias a estos concursos.
Ahtisa Manalo, la representante de Filipinas este año, ha dicho que pagó sus estudios universitarios combinando becas con el dinero obtenido en premios de certámenes.
Y no hay que olvidar que, en medio de estos escándalos, suelen ser las propias concursantes (y no los organizadores) quienes cargan con el costo personal. A comienzos de esta semana, Bosch publicó pantallazos de la avalancha de mensajes abusivos que ha recibido de usuarios molestos con el resultado del viernes.
“En los últimos días he recibido insultos, ataques e incluso amenazas de muerte por una sola razón: porque gané”, escribió en Instagram.
Pero la capacidad de Bosch para alzar la voz refleja una de las formas en que el mundo de los concursos, según Friedman, sí está cambiando para mejor. Aunque las redes sociales se han convertido en una fuente creciente de controversias para las franquicias, al mismo tiempo han empoderado a las concursantes, ampliando sus plataformas y permitiéndoles denunciar públicamente lo que antes quedaba puertas adentro.
“Creo que lo que cambia hoy es que la gente tiene una forma de hacer llegar su mensaje que antes no tenía”, dijo Friedman.
Y agregó: “El movimiento #MeToo y el foco en las narrativas de las mujeres han hecho que ellas tengan una voz mucho más pública. E irónicamente, eso también ha ocurrido en el mundo de los certámenes de belleza”.