Por Jacinta Molina
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Era comienzos de mayo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía que hasta 44 millones de personas podrían contagiarse de COVID-19 en África y hasta 190 mil morir producto de la enfermedad en esa región durante este 2020. Días antes, Melinda Gates, la empresaria, filántropa y esposa de Bill Gates, alertaba en entrevista con CNN sobre una situación horrible que se podía desatar en esa zona con la llegada del virus.

De momento, ninguno de esos dramáticos pronósticos se ha cumplido según las cifras oficiales. De hecho, es el continente americano el que se ha convertido en el último epicentro de la pandemia, con más de 7 millones de contagios confirmados. De esos, más de 3 millones y medio corresponden a países latinoamericanos según información de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En paralelo, la oficina regional en África de la OMS cuenta más de 530 mil casos confirmados acumulados y más de 9 mil muertes. 

Estos números son menores a los que la misma oficina dependiente de la ONU pronosticaba meses atrás pero que, por supuesto, no quitan la preocupación por lo que pueda ocurrir con la pandemia allí a futuro. Sin embargo, la situación no deja de generar interrogantes: ¿a qué se deben esos bajos números de contagios y decesos en la región más pobre del planeta? ¿Y por qué, por ahora, la pandemia se ha ensañado más con las vulnerabilidades de América Latina?

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Según la doctora Miriam Nanyunja, asesora regional de la OMS en África, la respuesta pasa por dos factores. “Creemos que es una combinación: primero, las medidas de mitigación que dieron tiempo a los países para prepararse. Eso sumado a que el 60% de la población tiene menos de 30 años y muchos de los pacientes contagiados tienen entre 20 a 59 años y no padecen enfermedades pre-existentes. Lo que fue estimado para África no hemos visto que haya ocurrido y eso es porque los países se tomaron la pandemia muy en serio”, dice la doctora Nanyunja en conversación con CNN Chile.

Pero como todo continente, la realidad africana es heterogénea -por mucho que la noción occidental a veces lo olvide- y así ha sido el desarrollo de la enfermedad entre sus 55 países. Hay algunos que siguen experimentando alzas en los casos, mientras otros cuentan pocos o hasta ningún contagio local desde hace semanas. Es la situación de las islas Mauricio y Seychelles que desde hace uno y tres meses, respectivamente, no registran casos de transmisión local según la OMS.

Muy distinta es la situación de Sudáfrica, el noveno país más grande de la región y en el que habitan cerca de 59 millones de personas de diversas culturas. El miércoles 15 de julio, la nación superó la barrera de los 300 mil casos de COVID-19 y registró más de 4.400 muertes asociadas a la enfermedad. Números muy por sobre el resto de los países de la región, siendo el séptimo con más contagios a nivel global.

Miriam Nanyunja tiene una explicación para ello. “Sudáfrica tiene una alta exposición internacional, con muchos vuelos internacionales llegando allí”. Pero también hay otro factor: el levantamiento de las medidas de confinamiento y la reapertura económica. Sudáfrica implementó una cuarentena a nivel nacional a finales de marzo, semanas después de confirmar su primer caso a inicios de ese mes.

Ahora, cuatro meses después, el presidente Cyril Ramaphosa ha señalado que esas medidas ya no son sostenibles en un país donde el 40% de la población vive bajo la línea de la pobreza. El problema es que los casos se han disparado al mismo tiempo que el confinamiento se levanta paulatinamente.

Otra razón está en su capacidad de testeo. “Tienen la mayor capacidad de testeo de la región y la siguen expandiendo”, precisa la asesora regional de la OMS en clara alusión a la realización de más de 40 mil pruebas diarias que el país alcanzó esta semana. Capacidad que, en todo caso, es menor a la de países como Estados Unidos y Reino Unido, pero superior a la del resto de África según la OMS.

Y he ahí otro factor que explicaría la baja cifra de contagios registrados en el continente. La doctora Mirian Nanyunja admite que el testeo es bajo en la región, pero es enfática en asegurar que todos los países del continente están realizando pruebas para detectar el virus. “Hemos visto que la capacidad de los laboratorios va en línea con los sistemas de salud”, agrega dando señales de otra diferencia entre las naciones de la región. “Mientras países como Kenia y Sudáfrica han expandido su capacidad de testeo, otros como Botsuana no tienen suficientes laboratorios funcionales”.

En algunos casos, la pandemia se sumó a una lista de conflictos y enfermedades aún en curso y que datan de años. Es el caso de la República Democrática de Congo (RDC), en medio de una crisis humanitaria ante los más de cinco millones de personas que han tenido que desplazarse por la inestabilidad y violencia de grupos armados en la zona, sumado a la aparición de brotes de ébola y sarampión en medio de una débil infraestructura sanitaria.

Hoy el país registra más de 8 mil casos de COVID-19 y más de 190 muertes, ubicándose en el décimo lugar de los más afectados en la región. Todo mientras conviven con el undécimo brote de ébola, según han confirmado recientemente las autoridades locales.

Consultada al respecto, la doctora Nanyunja cree que la experiencia previa con el ébola y el sarampión ha preparado a la RDG y otras naciones para enfrentar al COVID-19. “Creemos que la experiencia que tienen por el ébola desde hace años, antes del brote de COVID-19, los ha preparado, pero también la experiencia respondiendo a brotes de otras enfermedades”. Tanto en la RDC como en Tanzania y Sudán del Sur usaron la infraestructura antes destinada al tratamiento de otras epidemias, según explica la asesora de la OMS en África.

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Aun así, los expertos prefieren tomar estos datos con mucha cautela porque saben que la pandemia está lejos de acabar y el virus sigue expandiéndose. De hecho, la misma OMS ha advertido un aumento acelerado de los contagios en la región en el último tiempo. Pero lo cierto es que, de momento y pese a sus vulnerabilidades sociales y de infraestructura sanitaria, África no ha visto colapsados sus servicios de salud según aseguran desde la oficina regional de la OMS.

¿Y América Latina?

Colapso que sí ha ocurrido a este lado del planeta, en Latinoamérica. Si bien el desarrollo de la pandemia ha sido distinto en cada país, a nivel general hay datos preocupantes. Esta semana la región se convirtió en la segunda con mayor número de muertes en el mundo a causa del coronavirus, solo superada por Europa. Todo mientras países como Brasil, Perú, México y Chile se ubican entre las diez naciones con más contagios a nivel global. Bien vale preguntarse, entonces, ¿qué es lo que ha ocurrido en América Latina?

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La inequidad de la región. Eso ha influido, según el director de enfermedades transmisibles de la OPS, Marcos Espinal. “Latinoamérica es la región más inequitativa del mundo. África es la región más pobre del mundo. Tiene amplios territorios y zonas que son deshabitadas, pero no tiene las grandes ciudades que tiene Latinoamérica, rodeadas de núcleos urbanos y favelas y grupos habitacionales vulnerables. No hay un Río de Janeiro, un Sao Paulo o una Ciudad de México. África tampoco tiene el mismo nivel de tráfico aéreo y viajes que tiene Latinoamérica. En Latinoamérica hay una alta tasa de inequidades, problemas sociales, económicos y de salud pública”, explica.

Josefina Martorell, directora para América del Sur habla hispana de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), concuerda. “Los hospitales que tenemos, según el país, no están equipados para hacer frente a un aumento significativo de casos en poco tiempo. Nuestros sistemas de salud están concentrados en áreas urbanas, pero gran parte de la población, especialmente la más vulnerable, vive en zonas rurales donde falta infraestructura de salud“, agrega.

El 80% de las operaciones de MSF se concentran en África, por eso Martorell cree que una quinta oleada de la pandemia podría desarrollarse allí, algo que tampoco descartan en la OPS.”Los casos están aumentando en varios países y estamos monitoreando la situación en todos los países en los que trabajamos y preparando una repuesta. Hay preocupación porque, así como en América Latina, son sistemas de salud frágiles”, dice. En todo caso, advierte que un mayor análisis de cómo se desarrolló la pandemia entre los distintos continentes solo se podrá hacer a futuro.

Mientras, la emergencia global continúa y tanto países africanos como latinoamericanos siguen combatiendo los diversos efectos de la pandemia en sus territorios y observando cómo ésta ha dejado al descubierto sus vulnerabilidades. Todo al mismo tiempo que enfrentan la presión de sus precarias economías, afectadas tras semanas de confinamiento, y mirando con cautela el fantasma del rebrote.

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