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En esta edición de Nuevo Pacto, Paloma Ávila conversó con la economista Nicola Borregaard, también tiene un doctorado en Economía de Recursos Naturales de la Universidad de Cambridge, ha trabajado en la Unidad de Energía y Cambio Climático de la Fundación Chile.

Para aportar en las miradas transdisciplinarias que necesitamos, consultamos a Borregaard quien nos entregó su análisis sobre cómo abordar desde el mundo de la energía la conversación urgente en Chile hoy día.

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La doctora en Economía de Recursos Naturales reconoce que el tema de la energía pasa a segundo plano cuando en nuestro país se debaten temas esenciales para el ciudadano.

Claramente aquí estamos enfrentando temas básicos y estructurales a nivel país. Estamos empezando a mirar una nueva Constitución, una reforma tributaria estructural, real, profunda. Estamos mirando todos esos temas sociales, la agenda social con las pensiones, el tema de salud, el tema de educación. Y, claramente, el tema de energía no está en el primer lugar. Yo creo que lo que hay que hacer es conectarse con estos temas, que son los relevantes, desde la energía. No insistir en que la energía es algo por separado“, explicó.

Respecto al concepto de pobreza energética, la economista describió cómo afecta la vida de las persona no tener acceso a servicios que dependen de la energía o tenerlos limitados. “La pobreza energética es un tema integral y sistémico. La pobreza energética se vincula con un tema térmico: tener agua caliente o no tener agua caliente es una gran diferencia”.

Agregó que el costo y la calidad de los servicios energéticos afectan la calidad de vida de las personas. “Hay un 66% de las viviendas mal aisladas térmicamente en Chile. El tema de tener que pagar unas cuentas de energía que no se condicen con tu ingreso, entonces, hay deudas acumuladas en las familias para cubrir necesidades básicas“.

Las implicaciones del mal acceso a servicios energéticos se traduce en otros problemas de salud y seguridad, por ejemplo. “No hay agua caliente para bañar a la guagua o a los viejos, lo que implica un tema grave para la salud. El tema de la seguridad eléctrica en esas casas, si tú entras, ves los cables colgando en el baño o encima de la mesa del comedor, no aislados los cables. Ahí se crean serios problemas de seguridad obviamente”.

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Borregaard también se refirió a los impuestos verdes y cómo estos pueden contribuir a disminuir las emisiones de CO2.  “El tema de las emisiones también debe tener un tributo ambiental, y así, se instauró en Chile el tributo del impuesto verde sobre las emisiones de CO2 y sobre las emisiones locales también”.

Estimó que los impuestos actuales por concepto de emisiones de CO2 son bajos en Chile. “Esto comenzó en 2017 a funcionar y tenemos hoy un tributo de 5 dólares por tonelada de emisión de CO2. Este monto, según se calcula a nivel global, es muy pequeño, y debería estar en, al menos, 30 dólares para tener un efecto real en el sistema eléctrico y empezar a invertir en energías renovables”.

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El impuesto verde significa que ‘los bienes malos tienen que tributar’. Por ejemplo, el plástico que no es retornable debería tener un tributo especial, el combustible debería tener siempre un tributo ambiental”, consideró.

Sobre el futuro del transporte, la economista vislumbra un futuro sin autos particulares. “Claramente tiene que ceder el automóvil particular, eso está absolutamente claro. El futuro no es el automóvil particular en cada una de las casas, sino un automóvil que es compartido con muchas otras personas, como los vehículos autónomos lo que implica que nos subimos en el lugar que se pueda, pero ya no somos dueños particulares de un automóvil o dos o tres en algunas casas. Yo creo que eso puede cambiar perfectamente”.

 

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