Por Mónica Rincón
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Mil millones de personas expulsadas de sus hogares para el 2050 por razones climáticas, 17 millones de ellas en América Latina. Un 25% menos de alimentos en un planeta donde 800 millones de sus habitantes pasan hambre.

Desastres naturales cada vez más frecuentes y que ya le cuestan a la humanidad 446 mil millones de euros. En ese contexto se lleva adelante la COP26. Ya sabemos que si no limitamos a 1,5 o a lo sumo a 2 grados el aumento de la temperatura, estaremos suicidándonos. Para eso, al 2050 debemos ser carbono neutrales.

¿Por qué no actuar? ¿Esperarías un segundo si tu casa estuviera en llamas? El problema es que hay miopía y muchos intereses en juego. Tampoco ayudan los negacionistas declarados o quienes intentan sembrar dudas sobre el cambio climático o matizar sus efectos.

Asimismo, es cierto que sin prestar la ayuda comprometida y necesaria, los países ricos le exigen a los más pobres que renuncien a desarrollarse haciendo lo que ellos en el pasado: Depredar el planeta.

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Las naciones que menos contaminan son las que más sufrirán los efectos de temperaturas extremas, aridez, incremento del nivel del mar y un extenso etcétera. Es la llamada doble injusticia del calentamiento global.

Xi Jingping y Vladimir Putin se ausentan de la cumbre climática, mientras América Latina no tiene objetivos comunes y los más ricos no cumplen sus compromisos. Insólito, porque cada uno de sus líderes no tiene derecho a fallar. Como dijo Guterres, estamos cavando nuestra propia tumba y falta un minuto para la media noche.

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