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Este fin de semana se vivirá uno de los días más importantes del último tiempo para Venezuela. El intento por llevar ayuda humanitaria desde Cúcuta en un escenario tenso e incierto, puede torcer el curso de esta trágica historia reciente.

Será una prueba de fuego para el deslegitimado Nicolás Maduro, ahogado por el descalabro económico, político y humanitario que su mismo gobierno dictatorial propició. Acorralado diplomáticamente -decenas de gobiernos lo desconocen- y financieramente -por las sanciones en su contra-. Es él quien tiene la llave para avanzar en la solución pacífica a una nueva etapa con protagonismo de los propios venezolanos.

Será también una prueba de fuego para Juan Guaidó, que en un mes ha liderado una ofensiva política (empujada por la Casa Blanca) que hasta ahora ha sido exitosa, con el reconocimiento de buena parte de los gobiernos de Latinoamérica y Europa.

Ahora se juega su última carta: apuesta a quebrar a las Fuerzas Armadas para desarmar la única estructura que hasta ahora sostiene al chavismo. ¿Qué pasará si no lo consigue? ¿Qué viene para un presidente que no tiene control del Estado?

Pero será también una prueba de fuego para la comunidad internacional y el multilateralismo. Porque hasta ahora fracasó en los intentos por levantar el diálogo. Hoy se reunió el canciller venezolano con el secretario general de la ONU, aunque pareciera que puede ser tarde. Y cuando fracasa la política, se llega a este escenario: el riesgo de que el intento por llevar ayuda humanitaria desde Cúcuta termine en enfrentamientos con los militares. O algo aún peor. Mucho para un pueblo que ya ha sufrido demasiado y que no puede esperar más.

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