Oasis en Chile: mirar atrás sin rabia

Por Sebastián Rivas

19.11.2025 / 23:11

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La banda británica, de vuelta tras una separación de casi 15 años, remeció a sus fanáticos chilenos con un espectáculo de poco más de dos horas en el Estadio Nacional. La banda de los hermanos Gallagher, Noel y Liam, mostró que juntos siguen generando la pasión que hizo del grupo uno de los emblemas musicales del brit pop y la década de 1990.


“Not in this lifetime”, o “jamás en esta vida”, era la frase con la que Axl Rose respondió por más de dos décadas cuando una y otra vez se le preguntaba por una eventual reunión de los Guns N’Roses. Lo que pasó después ya se sabe: en 2016, la banda se juntó, y hasta hoy recorren el mundo con sus clásicos, quizás sin la furia y los retrasos de antes, pero con unos fanáticos que a estas alturas convocan a sus hijos para traspasar algo de esos años juveniles.

En el caso de Oasis, las respuestas eran más virulentas, con un elemento agregado: la sangre. Ni los cada vez más frecuentes títulos del Manchester City -el equipo que apoyaban desde pequeños contra el entonces todopoderoso Manchester United- lograban el encuentro entre Liam y Noel, o Noel y Liam, porque hasta el orden de los hermanos Gallagher era una tensión entre quienes seguían a los hermanos. Había una sensación de puentes quebrados, pero también de inevitabilidad, de que en algún momento darían el paso de volver. Pero el tiempo avanzaba.

Oasis era el gran regreso de los años 90 que no ocurría, más aún cuando su némesis, Blur, ya recorría el mundo saciando algo de esa nostalgia conjunta del brit pop. Por eso, cuando se anunció el retorno, parecía demasiado para ser verdad. E incluso si era cierto, la duda era si los hermanos Gallagher durarían juntos, sin pelear, a lo largo de toda una gira global.

Que Santiago fuera la antepenúltima fecha del tour sumaba incertidumbre, con personas que literalmente compraron entradas un año antes para asistir a un estadio que en ese entonces estaba aún en remodelación. Por eso, que Oasis llegara con drones y carteles que decían: “Gente de Chile, el tiempo ha llegado”, era una mezcla de alivio y expectación.

Y Oasis cumplió con esa promesa implícita, con detalles que van desde un escenario impecable y donde cambiaron lo usado en Argentina para dar un mejor despliegue en el Nacional -que además hizo lucir de mejor manera las gráficas multicolor que acompañaban los temas-, hasta un sonido potente, pulcro, que permitía oír con nitidez la inconfundible voz de Liam y que desataba gritos de un estadio repleto en los solos de Noel.

Las casi dos horas fueron una progresión emotiva, con momentos tan sobrecogedores como el coro masivo del público para “Stand By Me”, uno de los temas icónicos de la banda. Y que el cierre previo al bis fuera con “Rock N’Roll Star”, la primera canción de Definitely Maybe, el disco debut de Oasis, también abonó a esa percepción de cierre de ciclo.

Pero quizás lo que más hizo sentido fue cuando, entre una arremetida final que dejó para el último, clásicos como “Wonderwall” y “Champagne Supernova”, apareció una de las canciones más emotivas y significativas de la banda británica, “Don’t Look Back In Anger”, con Oasis manteniendo silencio para dejar que el estadio, voz en cuello, cantara el estribillo completo dos veces.

Alguna vez Noel Gallagher contó que el origen de la letra fue una jornada en París, después de haber tocado con The Verve -cuyo vocalista, Richard Ashcroft, fue el telonero de la jornada en Santiago-. Y aunque la letra está hecha en otro momento y para otros fines, casi tres décadas después cobraba un sentido distinto en un Santiago que había esperado desde 2009 para un reencuentro con Oasis.

Porque más allá del tiempo pasado, esta cuarta vez en Chile como banda aparecía como el bálsamo perfecto para los fanáticos que crecieron escuchando los temas de los británicos. No hay forma de borrar los años pasados, es verdad. Pero la invitación a no mirar atrás con rabia, como dice el título de la canción, cobraba vida en un Nacional emocionado y con un público que viajaba a años de infancia y juventud.

Es verdad: no se puede recuperar lo pasado. Pero escuchar a Oasis en la tibia noche de Santiago permitió algo distinto. Saber que los reencuentros ocurren, que disfrutar el presente musical de los ídolos es un viaje de memoria perfecto, y que -por un minuto- no había espacio para rabia, sino que felicidad de escuchar un reencuentro improbable esperado por mucho tiempo.