Por Daniel Matamala
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Una semana negra para la política exterior chilena se cierra hoy con una buena noticia. Chile será la sede de la COP25, la próxima cumbre mundial para luchar contra el cambio climático.

Ésta es la política de Estado que Chile había seguido sin importar los gobiernos en las últimas décadas: liderar compromisos multilaterales para enfrentar problemas como el comercio internacional, el cambio climático o la migración.

Por eso resultó tan preocupante la intempestiva decisión del gobierno de retirar a Chile del acuerdo migratorio mundial, el mismo que en septiembre el presidente Piñera había destacado que estaba “en perfecta armonía” con las políticas de su administración. Un giro radical motivado por asuntos de política contingente interna, y que nos ha dejado del lado de los nacionalistas populistas como Trump, Orban y Bolsonaro.

La noticia de que Chile liderará la próxima cumbre sobre cambio climático nos devuelve a nuestra estrategia a largo plazo anclada en el multilateralismo. Esta cumbre debía hacerse en Brasil, pero Bolsonaro renunció a ella, en línea con la negativa a combatir el cambio climático que comparte, de nuevo, con Trump.

La esperanza es que el Pacto Migratorio quede sólo como un paso en falso, y Chile vuelva a ser parte de los países que buscan concordar soluciones globales a problemas también globales.

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