Columna de Nicolás Schubert: La IA está resolviendo problemas reales, no virtuales

Por CNN Chile

21.10.2025 / 15:02

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La conversación sobre inteligencia artificial en América Latina todavía gira en torno a la pantalla: un texto automático, una imagen que se vuelve viral, una aplicación generativa que fascina por su rapidez. Pero esa mirada es incompleta. La verdadera discusión comienza cuando la tecnología se pone al servicio de los desafíos que definen nuestra vida diaria: mejorar los tiempos de traslado, la calidad del aire que respiramos y la forma en que habitamos nuestra ciudad.

Chile tiene una ventaja que no se puede desaprovechar. El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA 2025), elaborado por el Centro Nacional de Inteligencia Artificial  (CENIA), ubicó al país nuevamente en el primer lugar de la región con 70,5 puntos, con más de 27 puntos de diferencia con el promedio regional. La infraestructura tecnológica, la disponibilidad de datos y un marco de gobernanza comparativamente más sólido explican parte del resultado. Pero las cifras son apenas un punto de partida. El liderazgo real se mide en la capacidad de transformar esos avances en beneficios palpables para las personas.

El caso de Google Green Light lo demuestra con claridad. Este sistema ya está presente en 15 ciudades de cuatro continentes, incluyendo Santiago, donde Google está trabajando junto a las autoridades. La capital se convirtió en una especie de laboratorio vivo para probar cómo la IA puede rediseñar la movilidad urbana. Los números son elocuentes: reducciones de entre un 3% y un 20% en tiempos de desplazamiento según el cruce, menos detenciones innecesarias y hasta un 10% de disminución en emisiones de CO₂. Para una ciudad con más de 19 millones de viajes diarios, de los cuales más de seis millones corresponden a automóviles, estas mejoras equivalen a miles de horas recuperadas y toneladas de contaminación evitadas.

El TomTom Traffic Index 2024 ya advertía la magnitud del problema: Santiago ocupa el puesto 126 entre más de 400 ciudades del mundo por sus niveles de congestión. En promedio, un santiaguino pasa más de 100 horas al año detenido frente a un semáforo. Ese tiempo parece abstracto, pero son jornadas completas desperdiciadas, con un costo humano, laboral y ambiental inmenso. Las intersecciones urbanas generan hasta 29 veces más contaminación que una autopista con flujo constante. Cada minuto ganado en un cruce implica menos combustible quemado, menos estrés y una ciudad un poco más habitable.

Lo más interesante es que Green Light rompe con la lógica tradicional de la gestión de tránsito. Hasta hace poco, las autoridades dependían de sensores costosos, recuentos manuales y ajustes sobre la marcha para regular los semáforos. Con este sistema, la IA analiza datos anónimos de Google Maps, Waze y Android, identifica cuellos de botella y propone ajustes inmediatos: segundos menos de luz roja en una hora valle, sincronización de fases verdes en un eje crítico, o nuevas secuencias de circulación. La diferencia es importante: esto se trata de diagnosticar, y  entregar soluciones operativas en tiempo real.

El ILIA 2025 ayuda a entender el contexto de esta transformación. Chile aparece como líder regional, pero la región en su conjunto está seis veces por debajo del promedio mundial en inversión de IA sobre PIB per cápita. Además, trece de los diecinueve países aún no incorporan habilidades tempranas de IA en sus sistemas educativos, lo que genera un embudo: millones de personas con alfabetización digital básica, pero un grupo muy reducido con capacidad avanzada para crear soluciones propias. El riesgo es evidente: convertirse en una región usuaria de tecnologías importadas sin capacidad de diseñar respuestas adaptadas a sus problemas.

El caso de Green Light muestra que esa dependencia puede sortearse si se dan las condiciones adecuadas. En Santiago, más de 2.500 de las 3.420 intersecciones semaforizadas están conectadas al sistema central de control, muchas de ellas con tecnología 4G y 5G . El potencial de escalabilidad es enorme. Con cada nueva intersección que se suma a Green Light, se recuperan minutos de vida para miles de personas y se reduce la huella ambiental de la ciudad.

El impacto va más allá de la movilidad. Una ciudad con menos tacos es una ciudad con menos estrés, con aire más limpio, con más tiempo disponible para el ocio o el trabajo. La IA aplicada de esta forma no es un accesorio tecnológico: es un instrumento para mejorar la salud pública y el bienestar colectivo. El desafío ahora es replicar esa lógica en otros ámbitos: reducir tiempos de espera en hospitales, optimizar el riego en comunidades rurales, mejorar la gestión de la energía en contextos de escasez.

La inteligencia artificial ya no es una promesa futura. Está operando en las calles  y cambiando la experiencia urbana en silencio. La pregunta es si seremos capaces de llevar esa lógica a todos los espacios donde la vida cotidiana se juega minuto a minuto. Chile lidera los indicadores regionales, pero ese liderazgo solo tiene sentido si se convierte en ciudades más respirables, servicios más ágiles y oportunidades más justas. La IA puede ayudarnos a recuperar algo tan simple como el tiempo. Y ese es solo un ejemplo, en una región marcada por la desigualdad, de cómo podemos aprovechar las herramientas tecnológicas y ponerlas al servicio de las personas y su calidad de vida. Esa es quizás la transformación más profunda de todas.


Nicolás Schubert es gerente de Asuntos Públicos y Organismos Internacionales para Hispanoamérica de Google