Fernando Chomali y el título de “cardenal influencer”: “Estoy buscando nuevas formas; no le temo al fracaso”

Por CNN Chile

10.11.2025 / 00:34

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En un nuevo capítulo de CNN Íntimo, el cardenal conversó sobre la realidad del país, sus metas y los dos años que ha estado al frente de la iglesia de Santiago. "La iglesia me ha ayudado a encontrarle sentido a la vida", afirma.


El cardenal Fernando Natalio Chomali Garib, actual arzobispo de Santiago, se ha convertido en una de las figuras más relevantes y al mismo tiempo más observadas dentro de la Iglesia Católica chilena.

Desde su nombramiento como cardenal por el papa Francisco en diciembre de 2024, su papel dentro del clero ha adquirido un nuevo peso, estando en el centro de los debates éticos y sociales.

Amo profundamente a la iglesia que me ha ayudado a encontrarle sentido a la vida y, sobre todo, que hay más alegría en dar que en recibir”, reflexiona en un nuevo capítulo de CNN Íntimo.

Sin temores

Nacido el 10 de marzo de 1957 en Santiago, Chomali creció en una familia numerosa, hijo de Juan Chomali y Vitalia Garib, junto a cuatro hermanos. Estudió en la Alianza Francesa y el Instituto Nacional, y más tarde se tituló como ingeniero civil en la Pontificia Universidad Católica.

Sin embargo, el camino de Francisco dio un giro totalmente radical cuando decidió seguir la vocación sacerdotal e ingresar al Pontificio Seminario Mayor de Santiago. Fue ordenado sacerdote el 6 de abril de 1991, iniciando entonces una vida dedicada al servicio pastoral.

Su camino dentro de la Iglesia avanzó rápidamente: en 2006 fue nombrado obispo auxiliar de Santiago, en 2011 arzobispo de Concepción, y en octubre de 2023 asumió como arzobispo metropolitano de Santiago, una de las responsabilidades más altas del clero chileno.

Hoy, Chomali enfrenta el desafío de liderar una Iglesia que busca reconstruir su credibilidad, además de conectar con un país polarizado y en transformación. Con un estilo directo y muchas veces polémico, ha intentado abrir paso a una fe más coherente con los tiempos actuales.

—¿Cómo han sido estos últimos dos años en que ha estado al frente de la iglesia de Santiago?
—Yo tengo una personalidad distinta y esa personalidad es lo que mucha gente ha valorado porque digo las cosas más públicamente; no solo no le tengo miedo a la prensa, sino que encuentro que es una gran oportunidad de poder llegar a muchas personas y también debo reconocer que he ido aprendiendo a usar un lenguaje adecuado, una pedagogía para llegar con temas que yo sé que para mucha gente son incomprensibles.

En esta línea, el arzobispo asegura que reconoce y se da cuenta de que nada “a contracorriente en la sociedad en la cual estamos, pero desde el diálogo, desde el respeto, he podido tener un espacio, una voz, y lo otro es que no tengo ninguna pretensión de ser sino que una voz más en una sociedad plural y compleja, que anda buscando, y nosotros tenemos una propuesta que es maravillosa, que es Jesucristo”.

—¿Usted está usando otras plataformas para llegar a su comunidad, está presente en redes sociales que son también tan críticas?
—Hoy debemos buscar nuevos métodos, nuevas expresiones; eso lo dijo el Papa Juan Pablo II. El Papa Francisco tenía redes, el Vaticano también. Yo me sumé y es una forma más; incluso está bastante institucionalizado porque la Congregación para las Comunicaciones escribió un documento sobre cómo aproximarse como parte de la vía pastoral a las redes y ha llegado a mucha gente que de otra manera no habría llegado.

“Tal vez la manera clásica como lo hacíamos no daba todos los resultados. Estoy buscando nuevas formas; no le temo al fracaso, he realizado Zooms donde ha llegado una persona, pero le busco por todos lados”, reflexiona.

 

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—Hemos visto en encuestas que la credibilidad de la iglesia se ha ido recuperando. No así el número de gente que se declara católica, pero la confianza en la institución ha ido creciendo. 
La confianza de la iglesia en las personas no creyentes es mucho más grande de lo que uno cree. De hecho, en los colegios, en Santiago teníamos 364 colegios católicos y se los pelean. Después está la propia Universidad Católica, reconocida como una gran institución, y eso forma parte de la iglesia, nuestras obras sociales, y esto lo digo con mucha humildad, pero las cosas son lo que son. No hay una parroquia o capilla donde no haya una obra social; no hay persona que cuando se muere un familiar no quiera una bendición. Es decir, hay un bien enorme que hace la iglesia que ahora tal vez las personas están atreviendo a decir más públicamente.

—La migración ha sido uno de los temas fundamentales de las campañas a la presidencia y hay candidatos que lo que promueven es la expulsión de migrantes ilegales, diciendo incluso que tendrán que financiar su pasaje. ¿Cuál es la visión de la iglesia frente a propuestas como esa?
—Nosotros escribimos un documento en la Comisión Episcopal que dice ‘fui forastero y me acogiste’. Pienso que los países tienen el derecho y el deber de cuidar sus fronteras, sin lugar a dudas, pero cuando estamos frente a un migrante, como decía el papa y yo lo sumo, estamos frente a un familiar, a un ser humano, que tiene dignidad, que tiene su historia, que tiene dolor. Nadie emigra porque quiere, tiene necesidades. Por lo tanto, creo que, en el fondo, no creo que alguien pueda pensar así con esa dureza.

—¿Y qué pasaría con los ilegales? Porque hay muchos ilegales.
—Hay que ver uno por uno; yo creo que las personas que están trabajando, que tienen hijos, hay que ayudarlos a regularizar su situación, sin lugar a dudas. Y aquellas personas, sean chilenas, sean lo que sean, si cometen delitos, tienen que cumplir según la ley porque estamos en un estado de derecho. Lo que no me gusta a mí es partir de la base de que son todos unos delincuentes. Creo que eso es un error y, además, es mentira.

—Consultada sobre el Plan de Búsqueda, por ejemplo, la candidata Evelyn Matthei dijo que era venganza. Usted conoció a familiares de detenidos desaparecidos. ¿Cómo ve esta declaración?
—Los problemas que tiene Chile no son problemas materiales de dinero, de reconstrucción, son problemas de reconstrucción del alma y del tejido social. Jamás, nunca, voy a poder entender el dolor que puede sentir una persona que está en su casa durmiendo, le abren la puerta, le sacan una persona y no la encuentran nunca más. Eso requiere un respeto, un cariño, etcétera, y yo a esa persona la admiro.

Importante conexión

Desde hace años que el arzobispo ha apoyado a las personas con síndrome de Down, particularmente a través de iniciativas laborales como la Lavandería 21 y la Cafetería 440 en Concepción, y ha abogado por sus derechos. Estas organizaciones ofrecen empleo y promueven la inclusión laboral de jóvenes con esta condición.

“Cuando chico era muy tartamudo, no podía ni hablar de lo tartamudo que era, así que tengo un doctorado en bullying. Mi papá estaba muy angustiado con esto y caí donde una fonoaudióloga que tenía una escuela especial para niños con síndrome de Down y en la mañana en el colegio yo sufría, ya que era exigente, pero en la tarde iba para allá y me encontraba con estos niños que tenían los mismos problemas que yo”, relata.

Afirma que en este lugar supo “lo que era la humanidad, lo que era el cariño”. “Después yo seguí creciendo, entré a la universidad, entré al seminario. He tenido miles de oportunidades en la vida y nunca me olvidé de ellos. Nunca, nunca, nunca, nunca me olvidé de ellos”.

“Cuando llegué a Concepción, me di cuenta de que era la zona con más niños con síndrome de Down de Chile y América Latina. Entonces dije: ‘Hagamos algo’. Buscamos alternativas y armé un equipo de trabajo con un ingeniero que tenía un hermano con síndrome de Down, un abogado con una hija con síndrome. Trabajamos porque esto era algo inédito y logramos sacar esta lavandería que es un testimonio para todo Chile“, agrega.