Eutanasia, aborto e incluso Gaza: Los puntos clave del discurso de Chomalí en el Te Deum 2025
Por CNN Chile
18.09.2025 / 14:06
Compartir
El arzobispo puso la educación en el centro de su discurso anual (el segundo en su paso por el cargo). Defendió cuatro pilares —familia, fe, democracia y solidaridad
En medio del Te Deum ecuménico, con ubicación en la Catedral de Santiago, el arzobispo monseñor Fernando Chomalí puso la educación en el centro de su discurso anual (el segundo en su paso por el cargo), defendió cuatro pilares —familia, fe, democracia y solidaridad—, emplazó a los presidenciables a fortalecer la educación pública y reiteró su rechazo al aborto y la eutanasia.
Chomalí abrió con un triple llamado a “estudiar”, atribuyendo fenómenos como la violencia, la cancelación y la corrupción al empobrecimiento educativo y a un pragmatismo sin formación ética.
Para él, la seguridad es ante todo un problema cultural que se enfrenta con escuela, diálogo y reconstrucción de confianzas.
Definió el “alma de Chile” en cuatro pilares: familia, fe, democracia y solidaridad. Alertó por la baja natalidad y la pobreza infantil, reclamó políticas que protejan a la niñez y a la maternidad, y reivindicó el rol cohesionador de las tradiciones religiosas y la piedad popular.
Reafirmó que la vida humana es “un bien intocable” y expresó oposición al aborto y a la eutanasia, en paralelo a una defensa de la libertad religiosa y del aporte social de las iglesias. Destacó la fortaleza de la democracia chilena y pidió recuperar la educación cívica y el diálogo.
La homilía incluyó un emplazamiento directo a los candidatos presidenciales para “hacer el mejor esfuerzo” por la enseñanza, especialmente la educación pública, como base de un proyecto común más fraterno y humanizador.
Invitó a “pensar en grande” con tres desafíos: construir un proyecto país contra la pobreza material y espiritual; recuperar la ética personal para erradicar el fraude social; y cuidar lo comunitario frente al individualismo extremo.
Pidió elevar la política a una “clase magistral de civilidad y respeto”, menos eslóganes y más gestos concretos que recuperen la confianza pública. Usó la imagen de una barca en tormenta: remos distintos son legítimos, pero no deben usarse para golpearnos.
Cerró con una invocación a armonizar los talentos del país —“un director de orquesta”— y encomendó a Chile a la Virgen del Carmen, llamando a unidad esencial en dignidad humana, bien común, confianza y esperanza.
Mira el discurso completo en texto y video
Estimados hermanos y hermanas, hace poco tuve la oportunidad de dirigirme a cientos de estudiantes del Instituto Nacional durante la misa que celebramos en la Catedral de Santiago para conmemorar el aniversario número 212 desde su fundación en 1813. ¡Qué alegría verlos con sus uniformes impecables y llevando con orgullo el estandarte del colegio junto a sus educadores, padres y apoderados! Al ver la catedral rebosante de jóvenes, sentí alegría por lo que ellos representan, un Chile que cree, se renueva y está lleno de esperanza de cara al mañana. Los animé diciéndoles, aquí están los futuros líderes del país, ustedes representan a ese hombre y esa mujer que desea servir a su patria porque la ama entrañablemente.
Luego, mirándolos fijamente a los ojos, les di tres consejos que debían grabar a fuego en sus mentes, en sus corazones y en sus manos. Primero, estudien. Segundo, estudien. Tercero, estudien. La ignorancia es la causa de gran parte de los males que nos aquejan como sociedad, como la ausencia de diálogo, la violencia, el desprecio por la vida, la cultura de la cancelación, la corrupción y la frivolidad. Solo mediante el estudio pausado y sereno que busca la verdad será posible superar la violencia en todas sus formas particularmente la que se experimenta no solo en nuestro país sino también en el mundo.
Estoy convencido de que los dramas que vive Chile son fruto del empobrecimiento en la educación, más centrada en adquirir conocimientos profesionales orientados a producir, consumir y competir por sobre el discernimiento que emana de la filosofía, la ética y el saber teológico centrados en la verdad del ser humano, su condición de ser social y su vocación originaria de ser para los demás. Ese pragmatismo exacerbado que además segrega y separa según el origen social y económico nos está haciendo olvidar que la verdadera educación es formar personas capaces de vivir con un gran sentido de responsabilidad respecto de sí mismo y los demás y sacar los talentos, destrezas y habilidades que Dios nos ha regalado a cada uno. Cada vez que tengo la oportunidad de compartir con jóvenes tanto del Instituto Nacional como de otros lugares veo que el futuro es promisorio.
Estos jóvenes poseen la fortaleza necesaria para no dejarse intimidar por quienes recurren a la violencia para lograr fines políticos. Esa actitud refleja un Chile con sólidas raíces culturales, políticas religiosas y sociales que no serán destruidas porque existe una conciencia arraigada sobre el valor de la patria, la bandera y sus tradiciones y también por el legado de nuestros mártires y héroes patrios por nuestra historia y el valor absoluto de la vida humana siempre y bajo toda condición. Solo una educación que amplíe las mentes y los corazones que oriente hacia la promoción y defensa de la dignidad humana podrá ayudarnos a priorizar la ética por sobre la técnica a la persona por sobre las cosas y a los valores espirituales por sobre los materiales.
Aquello es promesa y garantía de una democracia más sólida con estructuras sanas y libres de odiosas discriminaciones y de toda forma de corrupción. Además será fuente de cohesión social y de auténtica paz. Se equivocan quienes creen que la seguridad es un asunto policial y judicial. Tampoco es un tema político, sino más bien cultural y así debe ser abordado. He reconocido ante aquellos jóvenes que el mundo que les toca vivir está marcado por guerras inseguridades, injusticias, un exacerbado individualismo y abuso de todo PDE. Les he pedido perdón con un corazón contrito por cada conflicto cegado por fanatismo de toda índole que desprecia y destruye la vida.
¿Cómo no pedir perdón por el drama que se vive del Medio Oriente? Especialmente en Gaza y en tantos otros lugares. Cada gota de sangre derramada es un grito al cielo y que no puede dejarnos indiferentes. Al mismo tiempo los he animado a mirar el futuro con esperanza porque en ellos está la fuerza para transformar esta realidad. Con el apoyo, la experiencia y la sabiduría de las generaciones que hoy trabajan constructivamente con las manos limpias y un corazón puro en diversos ámbitos de la sociedad sabrán reconstruir y reavivar el alma de Chile. Por eso, como comunidad creyente, los invitamos a soñar. Confiamos en que se esforzarán por dejar a las futuras generaciones un mundo mejor que el que han recibido.
A Franco, Jeannette, Marcos, Johannes, José Antonio, Eduardo, Evelyn y Harold nuestros candidatos a la Presidencia de la República los llamo a realizar su mejor esfuerzo por fortalecer la enseñanza en Chile y de modo especial la educación pública. Urge que prioricemos la formación de las futuras generaciones y que la educación sea la base de un proyecto común más fraterno y humanizador. Reconociendo que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, es vital que todos familia, profesores y autoridades nos unamos en esta tarea fundamental pensando en el futuro de Chile.
En esa línea, y como conviene hacerlo cada 18 de septiembre los invito a mirar la realidad tal cual es pero con esperanza en el futuro y gran sentido de responsabilidad. Lo hacemos elevando nuestra gratitud a Dios por la patria que nos ha regalado y para pedir su luz en medio de los desafíos que enfrentamos como nación. El Te Demo es un momento sagrado en el que el pueblo de Chile pone su vida y su futuro en las manos del Señor.
Permítanme ahora profundizar en la riqueza del alma de Chile esa que nos une y nos da esperanza ante los desafíos que hemos de enfrentar con urgencia. El alma de Chile. Chile, América Latina y el mundo entero atraviesan tiempos de incertidumbre y violencia a causa de la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado que debilitan nuestra convivencia. La inseguridad se ha apoderado de la conciencia ciudadana. Es un fracaso de la sociedad que los ciudadanos estén encerrados en sus casas por la temor a los delincuentes cada vez más violentos y de menor edad. Sin embargo, no debemos olvidar que nuestro país tiene cimientos sólidos que nos ayudan, que nos animan a seguir construyendo un futuro mejor.
Son patrimonio vivo que constituye nuestra salvaguarda y nuestra mejor garantía frente a la adversidad. Esos pilares son la familia, la fe, la democracia y la solidaridad. De ninguna quisiera reflexionar porque son motivo para dar gracias a Dios y para reconocer aquí públicamente a quienes se han esforzado por conservarlos.
Qué admirable es el esfuerzo diario, silencioso, abnegado y ejemplar de la inmensa mayoría de chilenos y extranjeros que cada mañana se despiden con un beso y un que te vaya bien. Nos vemos en la tarde, cuídate. Con un abrazo y una taza de té. En la familia reunida en torno a la mesa que dialoga y comparte, se aprende a decir gracias, perdón y permiso. El peor servicio que se le puede hacer a Chile es desincentivar el matrimonio y la natalidad o conculcar a un niño el derecho que tiene a ser concebido, gestado y criado por sus padres.
Nunca olvidemos que la infancia cimenta la casa donde habitaremos toda nuestra vida. Procurar una infancia libre de temores y con experiencias de amor sincero es la mejor política pública para estos tiempos. Lo repito, la infancia es la casa donde habitaremos toda nuestra vida. Y en esa materia estamos muy en deuda. En el año 2024 hubo 135.000 nacimientos mientras que ese mismo año 156.000 menores ingresaron a los programas de protección de las niñas y la adolescencia. La pobreza infantil hoy afecta casi medio millón de niñas y niños en Chile y más de 200.000 de ellos tienen menos de 5 años.
El año pasado fallecieron 51 niños y adolescentes por uso de armas de fuego y hasta agosto, 20 años, 21 han muerto producto de esto mismo. Acompañemos y apoyemos la vida familiar cuando atraviesa momentos difíciles y complejos en nuestra sociedad. Hoy, la baja natalidad y el consecuente envejecimiento de la población no solo afectan la economía sino también la manera de hacer familia y la proyección de nuestro país hacia el futuro. Por eso, las leyes que no cuidan y no fortalecen la familia, la natalidad y por ende a la mujer, especialmente a la trabajadora son leyes que no contribuyen al bien de Chile.
Son millones los que peregrinan de las fiestas religiosas, de la Virgen de los Vázquez, nuestra Señora del Carmen, Santa Teresa de los Andes o San Sebastián de Yumbel, entre tantas otras. ¿Qué riqueza más grande es ver a los abuelos rezando junto con sus hijos y nietos, haciendo comunidad, viviendo la fraternidad que nos regale el hecho de ser hijos de un mismo padre? La piedad popular es también un espacio de cohesión social extraordinario y de verdadera amistad cívica. Un buen cristiano siempre es un buen ciudadano. Una sociedad que se fundamente en la dignidad de la persona creada por Dios es garantía de estabilidad y de respeto por los demás.
La fe nos vincula sin hacer distinción de persona ni de clases sociales. Nos reúne en torno a un bien sobrenatural, anima la esperanza y hace brotar la caridad. ¿Qué sería de Chile sin la fe y sin la comunidad de la Iglesia católica y las demás iglesias que alegran y fortalecen la vida de las familias, que cuidan a los más necesitados y a los descartados como los llamaba el Papa Francisco? ¿Qué sería de Chile sin las comunidades de fe que visitan las cárceles y cuidan a los ancianos y enfermos? Chile estaría invadido por la desesperanza. Esperamos que la libertad religiosa, la educación católica y el aporte extraordinario que realizan las iglesias sigan siendo valorados, respetados, así como los feriados religiosos.
Chile es un país laico, lo sabemos, pero ello no significa que los creyentes tengamos que guardar silencio cuando vemos amenazados los fundamentos de la democracia y del Estado de Derecho, sobre todo cuando se pretende aprobar leyes claramente injustas como el aborto y la eutanasia, porque atentan contra quienes el Estado debiese cuidar y proteger silosamente los más débiles. Seguiremos aportando a la Iglesia desde el debate, desde la razón y la fe, desde nuestras universidades y centros de estudio, desde nuestros hogares de ancianos y casas de acogida para mujeres embarazadas. Lo dijimos ayer cuando se violaban los derechos humanos en Chile, lo decimos hoy con la misma convicción. La vida humana siempre es un bien intocable y nadie tiene el derecho a arrebatarla ni a disponer de ella.
Su fortaleza se constata en las elecciones que siguen siendo una fiesta cívica preciosa. Qué orgullo, qué ejemplo y qué tranquilidad nos brindan las elecciones en las que no se cuestionan los resultados, que además son conocidos rápidamente y donde los adversarios políticos son capaces de reconocer tanto las victorias como las derrotas. Ello es un producto de una democracia sólida que está llamada a prevalecer frente a cualquier intento de dictadura. El pueblo de Chile ama la democracia, reconoce su valor y sabe el costo que se paga cuando se pierde.
Ello exige agradecer, pero al mismo tiempo estar atentos a las corrientes que minimicen su valor. Tal vez es el momento de volver a recuperar la educación cívica en los colegios y universidades, el valor del diálogo como método de resolución de los conflictos y aprender a confiar.
Es muy esperanzador ver como todo un país se une ante la desgracia. Recordamos los casos recientes de la desaparición de los siete pescadores de la barca Bruma, José Luis, Juan Jorge, José Fernando, Julio Eduardo, Carlos Hugo, Jonathan Daniel, José Luis, que en paz descansen, y los seis mineros que fallecieron atrapados en el Teniente, Paulo, González, Alex, Carlos Andrés, Jan y Moisés, que en paz descansen. Son conmovedoras las muestras de cariño, las cadenas de oración, el amor hacia las familias afectadas.
El día que no lloremos con nuestros compatriotas en desgracia, el día en que no hagamos propio su dolor, Chile será un país frío, y eso nadie lo quiere. Que no nos roben el dolor y el llanto ante quienes sufren. El talante de una sociedad se mide por la capacidad de llorar con los que lloran y de alegrarnos con los que se alegran.
En resumen, los cuatro pilares enunciados, el valor de la familia, la fe del pueblo, la solidaridad y la democracia, manifestada en las elecciones, son la antesala firme y gloriosa de la paz social que nos llevará a la paz del corazón. La paz social no se decreta, se construye cuando todos se sienten parte de una comunidad que valora y cuida, especialmente si son débiles o están enfermos.
El Papa León ha pedido insistentemente que pensemos en grande al abordar nuestra tarea evangelizadora. ¿Qué significa ese pensar en grande para nosotros en el ahora de la historia? Les propongo tres desafíos importantes. Un proyecto común, recuperar la ética dentro de la vida personal y promover el valor de lo comunitario.
En primer lugar, que todos, sin excepción, trabajemos por un proyecto común. Una nación no se construye sumando proyectos individuales, sino aunando fuerzas en torno a un propósito que nos cohesione, que nos oriente al bien común y que ayude decididamente a humanizar la sociedad. Juntos, podemos abordar con claridad y sin ambigüedades, un programa país para superar la pobreza que es fuente de marginación y exclusión. Un verdadero cáncer que estigmatiza y paraliza. Solo superando la pobreza, tanto material como intelectual y espiritual, Chile tendrá las firmes para volar alto.
Ello implica no solo buscar el desarrollo económico para el país, sino sobre todo el desarrollo integral. Puedo recordar las palabras de una señora en un hogar de ancianos de la iglesia que dijo Comencé a trabajar joven y entusiasta. Ahora estoy vieja, pobre, abandonada y enferma. Esta realidad se repite por doquier y es inaceptable. El impacto en la vida familiar, el bienestar y el sentido de pertenencia no pueden verse disminuidos por un progreso que no integra todo el arco de la existencia de la persona. Por eso está llamada a priorizar el trabajo por sobre el capital, la mujer y la familia por sobre el trabajo de tal manera de lograr que la rentabilidad económica vaya de la mano de la rentabilidad social.
Ya lo dijo Juan Pablo II en su visita en Chile en 1987, los pobres no pueden esperar. Por eso los 350.000 jóvenes que hoy en nuestro país no estudian ni trabajan tampoco pueden esperar. Ya nacieron los chilenos inmigrantes sumidos en la pobreza, incluso en la miseria, especialmente cuando el contraste con la opulencia de ciertos sectores es manifiesto e hiriente. Es menester reconocer que muchos empresarios han abordado el tema de la pobreza y la desigualdad. Gracias por ello. Pero no sean tímidos en estas materias porque sin justicia social no hay estabilidad y sin inversión no hay trabajos decentes y menos paz social.
Los animo a que con creatividad y convicción contribuyan con más fuerza que nunca a superar las brechas existentes. Ya comenzaron, pero los desafío a que apuren el paso. Lo mismo vale para el Estado a la hora de promover las políticas públicas. Es bueno recordar que el trabajo y las familias tienen un papel crucial.
Segundo desafío porque su olvido le ha hecho un daño inmenso al país. La ausencia de la pregunta por lo que es bueno, justo y correcto ha dañado la fe pública y el aparato estatal minando la confianza de las personas honestas que día a día y con dificultad sacan adelante a sus familias. Duele ver las largas listas de espera de hospitales y servicios públicos mientras quienes están llamados a servir a los conciudadanos usan licencias fraudulentas para viajar fuera del país. Además, elogan injustamente a la inmensa mayoría de los funcionarios públicos que hacen con dedicación su trabajo por amor a Chile.
Duele saber que se accede con datos falsos a beneficios sociales destinados a los más pobres. Que son pequeñas, pero que dañan la confianza y que perjudican a quienes más necesitan. Por ejemplo, la evasión en el transporte público o la falsificación de datos en el registro social de hogares. Todo eso requiere no solo sanciones ejemplares sino también una reflexión seria y pausada sobre qué tipo de educación y ejemplo estamos entregando a las nuevas generaciones y qué grandes sueños les deberíamos estar inculcando. El fraude social es grave y es intolerable, ya que no permite avanzar como país. Chile no se merece aquello y no lo vamos a permitir.
El tercer gran desafío nos lleva a cuidar lo público. Debemos reconocernos como un pueblo que anhela con anhelos comunes y que sabe el valor de procurar el bien común. Entendemos que los bienes que usamos a diario como el transporte, la salud, la educación y los espacios públicos nos sirven a todos fortalecer lo comunitario es prioritario para salir de esa cultura individualista extrema que no tiene atrapados y que fomenta el miedo y la desconfianza. Si juntos logramos promover un proyecto común una ética personal sana y el reconocimiento del valor de lo comunitario podremos lograr un mayor sentido de pertenencia al país que amamos y doblarle la mano a la desafección.
Estamos llamados a hacer de Chile un país donde cada cual tenga techo, trabajo y tierra. Superar la lógica individualista es la tarea que nos apremia.
En una visita pastoral a la cárcel de Colina II saludé a un interno y a su señora que en día de visita estaban abrazados tiernamente junto a su hijo de un año y cuatro meses. Esa imagen conmovedora nos debe interpretar profundamente como país y como sociedad. No podemos permitir que ese niño al llegar a los 18 años tenga como horizonte la cárcel. ¿Qué estamos haciendo hoy para que ello no ocurra y su horizonte sea la educación superior y la libertad? Ese es el desafío común, el gran proyecto país que debe movilizar a todos articulando esfuerzo desde el ámbito educativo, social, económico, cultural y político. La gran pregunta que nos debemos hacer es una sola. ¿Qué sociedad vamos a dejarle a las futuras generaciones? Esa pregunta es para cada uno de nosotros. Es personal, intransferible e indelegable. Nos obliga a entrar a nosotros mismos y responder con sinceridad y sobre todo estar dispuesto a cambiar el rumbo si estamos cautivos de la pereza, la indiferencia o el individualismo. Esos son los tipos de definiciones personales que resuelven positivamente en la esfera pública.
Todo acto, por muy personal que sea, repercute positiva o negativamente en los demás. Todo acto, toda palabra, todo gesto contribuirá a que ese niño abrazado a sus padres no llegue a la cárcel más tarde, sino que crezca y se transforme en un adulto que aporta a la sociedad. Él será el hijo de Dios y serán los herederos del reino. Son desafíos urgentes que debemos atender ya, hoy, en medio de la contienda electoral. Chile se asemeja a una barca en medio de la tormenta. Algunos reman hacia la izquierda, otros hacia la derecha. Algunos reman por más impuestos, otros por menos. Algunos reman por más Estado, otros por menos. Esa es parte de la belleza del diálogo y de la democracia. Lo que debemos hacer es usar los remos para golpearnos porque así la barca sosobre y nos hundimos todos. Este no es tiempo de divisiones estériles, de polarizaciones, de cálculos mezquinos, sino de unidad en lo esencial. La defensa de la dignidad de cada ser humano, la búsqueda del bien común, la recuperación de la confianza y de la esperanza es tiempo de políticas públicas a largo plazo.
Hermanos y hermanas, Chile necesita líderes probos y consecuentes. La política, decía el Papa Francisco, es una de las formas más altas de caridad y como declaró el Papa León XIV, debemos aprender a pensar en grande. La ciudadanía reclama gestos concretos de quienes ejercen responsabilidades públicas, gestos de justicia, de respeto, de amor a la verdad y al bien común. Por eso, en víspera de estas elecciones, en algún cargo de representación y agradezco la presencia de ustedes, o aspiran a tenerlo, hacer de su actuación una clase magistral de civilidad y respeto. Repito, una clase magistral de civilidad y respeto. No se trata sólo de ganar votos, sino de recuperar la confianza de los chilenos y de mostrar que la política es una actividad noble, necesaria y fundamental, el más alto bien al que podemos aspirar. No están los tiempos para trincheras, para slogan, o para hacer de la política un mero ejercicio de propaganda y marketing. Son los tiempos para pensar en grande respecto a las futuras generaciones, para que no tengan miedo de existir desde el vientre materno hasta el lecho enfermo y puedan dar lo mejor de sí para el servicio de todos. No están los tiempos para los inmigrantes abnegados que tienen una mesa espléndida con un plato de comida para todos y cada uno. No están los tiempos para otra cosa que no sea el amor, la cooperación y la generosidad. Llegó la hora de pensar en grande y todos tenemos la responsabilidad de no evadir esta gran pregunta, ¿cuál es el futuro que deseamos legar a las futuras generaciones? Pidámosle al Señor que nos envíe un buen director de orquesta para conocer los inmensos dones y carismas que hay en cada uno de los habitantes de nuestro país, que reconozca la belleza del jardín que Dios ha plantado y que lo sepa regar abundante y justamente. Que la Virgen del Calme, Rey y Madre de Chile nos ayude en esta hermosa tarea.
Merco -monitor de reputación empresarial de referencia en Iberoamérica- elaboró su ranking para Chile sobre la base de 61 mil encuestas a diferentes grupos de interés a nivel nacional y un análisis de 200 indicadores de gestión de las diversas compañías.