Según datos de la revista científica Frontiers in Education, un 60,2 % de los adolescentes chilenos presenta signos de depresión y un 63,3 % muestra síntomas de ansiedad. ¿Qué hacer ante estas cifras? La magíster en psicología educacional, Carolina Reyes Cristi, respondió esta interrogante en CNN Chile.
¿Qué está ocurriendo con la salud mental de niños, niñas y adolescentes (NNA) en Chile? Las cifras actuales entregadas por organismos internacionales y estudios recientes dan cuenta de una situación preocupante. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el panorama es alarmante y complejo, afectando cada vez a más menores en edad escolar.
Una investigación publicada en la revista científica Frontiers in Education, que consideró la experiencia de 1.174 estudiantes chilenos de entre 10 y 18 años, reveló que un 60,2% de los adolescentes presenta signos de depresión; un 63,3% muestra síntomas de ansiedad; y un 50,2% declara sentirse estresado de manera permanente.
Ante este escenario, la psicóloga Carolina Reyes Cristi, magíster en psicología educacional y fundadora del Colegio Monteluz, compartió en CNN Chile una guía orientada a madres y padres para ayudarles a identificar, abordar y acompañar a sus hijos e hijas frente a estas señales de alerta.
¿Cuáles son los síntomas más frecuentes?
La especialista explica que la ansiedad se manifiesta como una preocupación excesiva frente a situaciones diarias, mientras que la depresión se presenta como un estado permanente de baja considerable en el ánimo, el autoestima y sentimientos de culpa. Por ello, recalca que “los padres deben estar informados para saber reconocer signos importantes que ayuden a prevenir y actuar a tiempo en búsqueda de los apoyos necesarios para apoyar a sus hijos”.
Algunos de los síntomas más comunes que se deben observar incluyen:
- Cambios en el humor y en la conducta, con mayor irritabilidad y sensibilidad frente al entorno.
- Pérdida de interés en actividades que antes eran significativas, como juntarse con amigos o practicar hobbies.
- Alteraciones en el comportamiento académico, como menor interés, bajo rendimiento y dificultad para concentrarse.
- Problemas para dormir.
- Quejas físicas recurrentes, como dolores de estómago o de cabeza, sin causas médicas aparentes.
- Visión negativa de sí mismos y del entorno, junto con pensamientos pesimistas sobre su vida.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
La psicóloga advierte que si estos síntomas se prolongan en el tiempo y generan un impacto significativo en la rutina diaria —por ejemplo, baja en el rendimiento escolar o desmotivación para asistir al colegio— es fundamental prestar atención y actuar de forma oportuna.
“Es esencial que los padres intenten primero conversar con sus hijos para conocer sus emociones, identificar sus preocupaciones y ofrecerles apoyo sin juzgarlos ni minimizar lo que sienten”, subrayó.
También recomienda que las familias se comuniquen con el establecimiento educativo y soliciten una entrevista para “averiguar si hay algo que pueda estar ocurriendo en ese espacio y si, además, han visto cambios en la conducta de su hijo, ya sea en la relación con sus amigos, en la capacidad de concentración o en el rendimiento escolar”.
La importancia del trabajo conjunto con los colegios
Debido a que los niños y adolescentes pasan gran parte del día en los establecimientos educacionales, Reyes plantea que es clave mantener una coordinación entre las familias y el entorno escolar. La información que puedan entregar los docentes u orientadores es fundamental para evaluar posibles factores externos y para establecer un plan de apoyo, que incluya derivaciones a profesionales de la salud mental si fuera necesario.
En esa línea, la experta sostiene que “los colegios deben contar con programas que permitan no sólo la detección, sino también la prevención de este tipo de cuadros, ya sea a través de protocolos, así como también, capacitaciones al equipo docente en estrategias de abordaje emocional, manejo de crisis y contención”.
Además, señala que las comunidades educativas deben implementar programas de educación socioemocional, con el fin de que los estudiantes desarrollen habilidades que les permitan comprender y expresar de manera saludable sus emociones y vivencias cotidianas.